Cada vez más voces expertas advierten que nuestra sociedad se está medicalizando en exceso. Al más mínimo síntoma se le pone una etiqueta, se registra en un manual y se busca una pastilla que supuestamente pueda curarlo. El “síndrome de falta de espíritu navideño”, ha sido el último en ser descrito. Lo publica el “British Medical Journal”.
Según la investigación, en el cerebro hay una red neuronal dedicada al espíritu navideño que se activa cuando vemos imágenes relacionadas con la Navidad. Los autores del estudio estiman que “millones de personas son propensas a mostrar deficiencias en este espíritu de la Navidad”. Y ahora viene lo de la pastilla, claro: “La localización exacta del espíritu de la Navidad es un primer paso fundamental para ayudar a este grupo de pacientes”. Preocupante. ¿Algún laboratorio habrá empezado ya a chequear sus existencias por si alguna va dirigida a la zona del cerebro donde reside el espíritu navideño?
El psiquiatra Allen Frances, que ha participado en la preparación de varias ediciones del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), resume con una mezcla de humor y enfado ese afán de diagnosticarlo todo. Fue durante una reunión con sus colegas, que preparaban la polémica V edición de la “Biblia” de la psiquiatría moderna.
“Mientras vagaba por la fiesta me encontré con muchos amigos que trabajaban en el DSM 5 y que estaban emocionados con sus futuras innovaciones. Enseguida me di cuenta de que personalmente era candidato a muchos de los nuevos trastornos propuestos para ser incluidos en el manual. La forma de atiborrarme de deliciosas gambas y costillas era, según el DSM 5, síndrome del comedor compulsivo. El hecho de no recordar nombre y caras habría sido calificado por el DSM 5 como trastorno neurocognitivo menor. Mis preocupaciones y mi tristeza serían fruto de un trastorno mixto ansioso-depresivo. La pena que sentí al morir mi esposa era un trastorno depresivo mayor. Mi consabida hiperactividad y distracción eran síntomas claros de trastorno de déficit de atención adulto. Una hora de amigable charla con viejos amigos y, según el DSM, presentaba cinco nuevas dolencias. Sin olvidar a mis nietos gemelos idénticos de cuatro años. Sus rabietas ya no eran sólo irritantes. Padecían un trastorno desintegrativo infantil”. Lo cuenta en su libro “¿Somos todos enfermos mentales?” (Ariel).
Pues en esa línea, y candidato a ser incluido en la próxima edición del DSM, acaba de debutar el “síndrome de falta de espíritu navideño”. Han colaborado en este hallazgo 10 participantes que celebran habitualmente la Navidad, y otros 10 de la misma zona sin tradición navideña. Para empezar, un número demasiado pequeño para garantizar que los hallazgos no son fruto del azar. Cada participante fue sometido a un escáner cerebral mientras veía 84 imágenes durante dos segundos cada una. Después de seis imágenes consecutivas con un tema de Navidad, había otras seis imágenes relativas a la vida diaria. Después, todos los participantes contestaron a un cuestionario sobre sus tradiciones navideñas, sentimientos asociados con la Navidad y su origen étnico.
Con todos estos datos, se procedió al “etiquetado”: Diez participantes fueron asignados al “Grupo de la Navidad “, los que celebran la Navidad y tienen asociaciones positivas, y los otros 10 al grupo sin sentimientos de Navidad, es decir, los que no celebran la Navidad y tenía sentimientos neutros hacia esta festividad. Después se analizaron las diferencias en los mapas de activación cerebral de los dos grupos para identificar la activación cerebral asociada a la Navidad.
La cuna del espíritu navideño
En el grupo “navideño”, cinco áreas respondieron a las imágenes de Navidad con una activación mayor que el grupo “sin sentimientos” de Navidad. Estas áreas incluyen las cortezas primaria motora y premotora izquierdas, parietal inferior y superior derecha y la corteza somatosensorial. Estas áreas cerebrales se han asociado con la espiritualidad, percepción corporal y el reconocimiento facial de emociones, entre otras muchas funciones.
Por ejemplo, los lóbulos parietales izquierdo y derecho se ha demostrado que desempeñan un papel en la autotrascendencia, un rasgo de la personalidad asociado con la predisposición a la espiritualidad y la capacidad para la unión y conexión espiritual y emocional con los otros, la naturaleza y el mundo.
Además, la corteza premotora frontal es importante para experimentar emociones compartidas con los demás y en la corteza premotora se cree que está el sistema de las neuronas espejo, implicadas en la empatía y la imitación. En conjunto, estas áreas corticales posiblemente constituyen el correlato neuronal del espíritu de la Navidad en el cerebro humano.
“Aunque intrigantes, estos resultados deben ser interpretados con cautela. Algo tan mágico y complejo como el espíritu de la Navidad no se puede explicar completamente por, o limitarse a, la actividad cerebral observada”, explican. Y añaden, para curarse en salud, ante el escepticismo que su hallazgo puede provocar entre sus propios colegas: “Somos conscientes de que algunos de nuestros colegas de las especialidades de neurociencia y psicología, que sospechamos podrían estar afectados por el “síndrome de falta de espíritu navideño”, podrían argumentar que estudios como este hacen excesivo hincapié en la importancia de la actividad cerebral localizada y que los intentos de localizar emociones complejas [como el espíritu navideño] en el cerebro contribuyen poco a su comprensión”.
En nuestro mundo medicalizado, ya están puestas las bases para la pastilla que combata la falta del espíritu navideño, entendido como una sensación agradable que invade a mucha gente por estas fechas, pero que había eludido a la ciencia hasta el momento, y cuya ubicación se desconocía.
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