Emilio de Miguel Calabia el 20 may, 2021 Cuando Barack Obama tomó posesión como Presidente el 20 de enero de 2009, la situación que se encontró no se parecía en nada a la que Bush se había encontrado el 20 de enero de 2001. EEUU estaba empantanado en dos guerras, Iraq y Afganistán, que parecía que no se iban a acabar nunca. Mientras que Clinton le había dejado a Bush un presupuesto con un superávit de 128.000 millones de dólares, Obama heredó un déficit de billón y medio de dólares, producto de dos guerras costosísimas y una bajada de impuestos irreflexiva. La situación con la que se encontró Obama me recuerda mucho a la de la España de los Austrias en el siglo XVII: la principal potencia europea, endeudada y envuelta en guerras que la desangraban y que no sabía como terminar y que además tenían un impacto desastroso sobre su imagen internacional. En política exterior Obama era más un liberal que un realista, esto es, creía en el poder de la cooperación en las relaciones internacionales, más que en el equilibrio descarnado del poder. Obama habría sido un presidente perfecto para haber dirigido la política exterior norteamericana en 1992 o en 2000, pero no sé si era la mejor opción en 2008. Posiblemente nadie hubiera podido hacerlo realmente bien con la herencia que dejó Bush tras de sí. Su primera prioridad fue poner fin a la guerra de Iraq. No fue hasta 2011 que logró la retirada total de las tropas norteamericanas del país. Después de ocho años de guerra, lo que iba a ser la democracia modelo de W. Bush, era un país frágil y con divisiones sectarias, que pronto sería fácil pasto del Daesh. La guerra de Afganistán resultaría un hueso más duro de roer. A pesar de que incrementó el número de tropas en el terreno hasta 100.000 y a pesar de la efectividad de los drones en liquidar a los líderes talibanes, los talibanes resurgían cada primavera para llevar a cabo sus ofensivas estacionales. Y todo ello con un clima político en Kabul que, como poco, cabría calificar de disfuncional. Hay que reconocer que Obama hizo todo lo posible por poner fin a la guerra de Afganistán y por dejar detrás un país estable y viable. No pudo. Las primaveras árabes de 2011 fueron una sorpresa para todo el mundo. La Administración Obama se encontró con un dilema. Ideológicamente no podía sino simpatizar con las primaveras, pero geopolíticamente EEUU había apostado tradicionalmente a la estabilidad de la región. ¿Qué camino tomar? ¿Apoyar firmemente a los manifestantes, que podían traer la democracia, pero también la inestabilidad e incluso dar a sus países un rumbo inesperado y no necesariamente positivo? ¿Seguir basando la política norteamericana en la región en unos aliados no muy democráticos, pero que le daban estabilidad? La política norteamericana ante las primaveras árabes fue ambigua. Pienso que el recuerdo del caos de Iraq hizo que fuera mucho más prudente de lo que hubiera debido ser. ¿Con una política más osada por parte de EEUU habrían podido triunfar las primaveras en muchos más países? Nunca lo sabremos porque EEUU no siguió ese camino. El caso de las primaveras árabes muestra lo que ocurre cuando una gran potencia se encuentra cansada porque ha asumido más compromisos de los que podía y ha comenzado a dudar de sí misma. En el cálculo de Obama pesó más el temor a abrirse un nuevo frente internacional, que la idea de aprovecharse de una oportunidad que se le presentaba para tratar de promover la causa de la democracia en el mundo árabe. En 2012 Obama inició lo que considero el movimiento geopolítico más inteligente de su mandato: el reequilibrio hacia Asia (“Pivot to Asia”-P2A). Desde finales del siglo XX resultaba evidente que Asia-Pacífico se estaba convirtiendo en el eje del planeta. Aparte de ser la región más poblada del planeta, era la región de mayor crecimiento. Si EEUU quería mantener su posición de hegemón, debía estar presente allí. Las guerras de Iraq y Afganistán habían distraído la atención norteamericana, disminuyendo su presencia en una zona clave del mundo. Podemos detectar en P2A los siguientes componentes esenciales: 1) Un refuerzo de la presencia militar norteamericana en la región; 2) Un refuerzo de las alianzas tradicionales (Australia, Japón, Filipinas…) y una aproximación a ASEAN y sus Estados miembros, que fue acompañada de un interés redoblado por los foros creados por la Asociación; 3) Un mayor peso de EEUU en cuestiones económicas y comerciales en la región. El gran logro de esta estrategia fue la conclusión del Tratado del Partenariado Transpacífico, un gran tratado de libre comercio entre EEUU y otros 11 países de ambas orillas del Pacífico, que pretendía además fijar los estándares de los tratados de libre comercio del siglo XXI; 4) Una política hacia China con dos caras. Por un lado, EEUU trataría de reforzar la cooperación con China, pero al mismo tiempo, como advertencia, reforzaría la presencia norteamericana en todos los niveles. Uno de los objetivos era garantizar a los Estados de la región que EEUU seguía siendo un actor principal, cuyo paraguas podía servirles para no caer bajo la hegemonía china. Una crítica que algunos han formulado al P2A es que EEUU dejó de prestar la debida atención a Europa, Oriente Medio y Latinoamérica. La política exterior consiste en encontrar un equilibrio entre los recursos de los que se dispone y los intereses nacionales. Inevitablemente, si te centras en una región determinada, estarás detrayendo recursos de otras regiones. La crítica es ajustada, pero creo que, dado el contexto geopolítico mundial, el P2A era necesario. Otra crítica de más enjundia es que Obama rehusó entrar en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAAI) promovido por China e influyó sobre sus aliados para que tampoco entrasen. Significativamente muchos de sus aliados, empezando por el Reino Unido, se adhirieron al Banco, lo que supuso un golpe para la imagen de EEUU como una gran potencia con capacidad de influencia. Por otra parte, aunque fuera una iniciativa de su rival, no parece buena política quedarse fuera de lo que podría ser el gran proyecto geopolítico de Eurasia en el siglo XXI, la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, de la que el BAAI es el brazo financiero principal. Volviendo a las comparaciones históricas, yo compararía a Obama con Felipe III. Aunque España seguía siendo una gran potencia, Felipe III entendió que no podía seguir involucrándose alegremente en todos los escenarios, porque le faltaban recursos. En esta descripción de la evolución de la política exterior norteamericana y cómo fue perdiendo las buenísimas bazas con las que había contado en 1990, resulta muy difícil describir el mandato de Donald Trump. Fue puro caos y no hubo una lógica detrás, ni una estrategia a largo plazo. Lo principal de su mandato en términos de política exterior fue: 1) El reconocimiento de que China era un rival estratégico al que había que hacer frente. Esto no fue sólo una idea de Trump. Las élites norteamericanas habían llegado a la misma conclusión. En su línea habitual, Trump optó por hacer frente a China de manera incoherente y sin un plan bien pensado detrás; 2) Una política en Oriente Medio basada en dos grandes pilares: Israel y Arabia Saudí. Israel obtuvo todo lo que podía soñar: reconocimiento de la capitalidad de Jerusalén, reconocimiento de la ocupación de los Altos del Golán, normalización de las relaciones con toda una serie de países árabes… Arabia Saudí fue el gran aliado para contener a Irán, un objetivo que EEUU compartía. Cabe decir que Trump no dejó Oriente Medio peor de lo que se lo encontró. Los tres grandes conflictos en la región (Iraq, Siria y Yemen) predatan a su mandato.; 3) Un desprecio de los aliados tradicionales. Trump tenía la idea de que los aliados eran unos gorrones que se aprovechaban de la generosidad y la buena fe de EEUU. No entendía que las alianzas son importantes para una gran potencia y que no son reducibles a meras cuestiones contables del tipo “tengo estacionados 20.000 soldados en tu país para defenderte, que me cuestan tanto; ya puedes ir pagando la cuenta.”; 4) Un desprecio a los valores tradicionales que EEUU venía defendiendo internacionalmente. HistoriaOtros temas Tags Barack ObamaDonald TrumpGuerra de AfganistánGuerra de IraqPolítica exterior de EEUUPrimaveras árabesTratado del Partenariado Transpacífico Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 20 may, 2021