Emilio de Miguel Calabia el 13 may, 2021 (Hace poco más de 30 años terminó la Guerra Fría y todos pronosticamos que entrábamos en una nueva era unipolar, en la que el único hegemón determinaría cómo sería el nuevo orden internacional. Hoy los analistas hablan del auge de China y del declive de EEUU. ¿Qué ha pasado para que en el espacio de 30 años EEUU echase por la borda las ventajas con las que contaba? En las próximas entradas voy a intentar explicarlo) El 31 de diciembre de 1989 al tomar las doce uvas, o las doce hamburguesas, o lo que quiera que tomen allí, el Presidente norteamericano George H.W. Bush podía considerarse un hombre afortunado. Hacía dos meses que el Muro de Berlín había caído, ratificando el fin del del imperio soviético en Europa central y oriental. La URSS, más que pensar en promover el comunismo en el mundo o en rivalizar con EEUU, estaba centrada en su propia supervivencia (spoiler: fracasó. El 8 de diciembre de 1991 fue disuelta). Se inauguraba un mundo unipolar, donde EEUU era la única superpotencia. El mundo estaba ahí, para que EEUU le diera al nuevo orden mundial la forma que desease. Si políticamente, EEUU era EL HEGEMÓN, en lo económico su primacía era incontestable. Era la primera economía del planeta y representaba el 24,7% del PIB global. Poseía el dólar, la divisa de referencia en la que se realiza la mayor parte del comercio internacional y que constituye una parte muy importante de las reservas de divisas de los países. EEUU representaba también el 14,4% de las importaciones globales y era el principal destino de las exportaciones para el 29% de los países. Era el responsable del 11,3% de las exportaciones globales. El 52,4% de las patentes mundiales se concedían en EEUU, lo que mostraba la capacidad de innovación de su economía. Precisamente EEUU llevaba una considerable delantera en el campo de las nuevas tecnologías informáticas. Finalmente, la ideología económica que arrasaba globalmente y que parecía prometer el final de las crisis económicas y el enriquecimiento de todos era el neoliberalismo, defendido por economistas estadounidenses. El primer susto de la nueva era lo dio Saddam Hussein, cuando invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990. Bush supo responder al desafío. Decidió hacerlo por la vía de los mecanismos de NNUU y crear una coalición de Estados, en lugar de ir solo y hacerlo a las bravas. Una prueba de la influencia de EEUU en aquel momento es que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) apoyó una resolución por la que se autorizaba a los miembros de NNUU a utilizar todos los medios necesarios para obligar a Iraq a salir de Kuwait. La resolución tuvo los votos favorables de 12 de los 15 miembros del CSNU; de los miembros permanentes 4 la apoyaron y uno se abstuvo, China. Únicamente votaron en contra de la resolución dos miembros no permanentes, Cuba y Yemen. Saddam Hussein se enrocó y dejó pasar el plazo que le habían dado para salir de Kuwait que era el 15 de enero de 1991. Nunca entendí su empecinamiento. La Guerra Fría había terminado y con ella se habían ido los tiempos en los que si te enfrentabas a una de las superpotencias podías contar con el apoyo de la otra. El 17 de enero el infierno se desató sobre Iraq. La guerra fue un paseo militar. Se criticó a Bush que no hubiera dado órdenes para que sus tropas siguiesen hasta Bagdad y derrocasen a Saddam. Los motivos por los que no lo hicieron me parecen muy válidos: 1) El mandato de NNUU sólo ordenaba que sacase a los iraquíes de Kuwait. Bush lo respetó escrupulosamente. Haberlo violado habría implicado romper la coalición y perder la autoridad moral; 2) La convicción de que ocupar Bagdad y establecer un régimen post-Saddam sería muy costoso en hombres y dinero y no merecería la pena. A esas dos razones se añade una tercera: EEUU pensaba que tras la derrota, los levantamientos de la mayoría shií en el sur y de los kurdos en el norte provocarían la caída de Saddam Hussein. Para sorpresa de todos, Saddam Hussein aguantó y se convertiría en una espina clavada en la política norteamericana en Oriente Medio. Del resto de la política exterior de George H. W. Bush, quiero centrarme en tres cuestiones: 1) Las relaciones con la URSS/Rusia: Bush supo reaccionar con moderación ante el hundimiento de la URSS. Reagan, sin duda, habría organizado una gran celebración. Bush no quiso hacer sangre con el enemigo caído. Dos cosas que se le han echado en cara a Bush han sido: 1) No haber otorgado la suficiente ayuda económica a la URSS en el período 1989-1990 y haber colaborado en la reestructuración de su economía. Muchos rusos confiaban en que EEUU les otorgaría una suerte de Plan Marshall bis para realizar la transición que necesitaba su economía. En defensa de Bush cabe decir que el derrumbe económico soviético superó cualquier cosa que los analistas hubieran podido prever; 2) No haber apreciado a tiempo que Boris Yeltsin era el hombre del futuro y que sus deseos reformistas y de aproximación a Occidente eran sinceros. Entre 1992 y 1994 las élites rusas querían sinceramente integrarse en Occidente y asumir sus valores. Que Occidente no supiera apreciarlo y coger la oportunidad al vuelo fue más un error de Bill Clinton que de Bush. 2) Las relaciones con China: Bush había sido Director de la Oficina de Enlace (equivalente a una Embajada) que EEUU tenía en Pekín entre septiembre de 1974 y diciembre de 1975 y tenía en alta estima a China y su potencial. Creía que EEUU y China podían ser grandes socios y tener una relación estrecha y constructiva. Esta convicción hizo que, cuando los sucesos de Tiananmen, Bush optase por una reacción comedida e hiciese saber en privado a la parte china que no afectaría a las relaciones bilaterales. La cuestión es si mereció la pena ese abandono de los principios democráticos en aras de mantener unas buenas relaciones. 3) El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): Aunque se firmó durante la presidencia de Clinton, su inicio y negociación ocurrió durante el mandato de Bush. El TLCAN respondía a la ideología imperante entonces que juzgaba magnífico todo lo que oliera a globalización y libre comercio. Los tratados de libre comercio pueden ser unas herramientas muy útiles para abrir mercados a la competencia en beneficio de los consumidores cuando se conciertan entre países con grados similares de desarrollo, que pueden explotar sus complementariedades. El problema viene cuando hay disparidades de desarrollo entre los firmantes. La tentación entonces es relocalizar la producción en el país con menores costes laborales y una legislación laboral y medioambiental más laxa. El resultado a medio plazo es la pérdida de empleos en el país más desarrollado y su desindustrialización. Esto fue lo que ocurrió con México dentro del TLCAN, que, por ejemplo, se convirtió en un líder global de fabricación de piezas de automóvil y de aparatos de televisión. Lo que ocurrió con México, ya había venido ocurriendo a una escala mucho mayor, y sin necesidad de tratado de libre comercio con China. En un proceso que arrancaba de comienzos de los años 80, las compañías norteamericanas habían estado relocalizando sus fábricas en China. Los efectos reales de esa relocalización, que hizo millonarios a muchos líderes de Wall Street, se verían con toda su crudeza 30 años más tarde: 1) Desindustrialización de EEUU, que lentamente fue perdiendo su primacía en muchos sectores, que van desde los electrodomésticos hasta el acero; 2) Pérdida de empleos y bajada del nivel real de salarios, al tener que competir con mano de obra en países del Tercer Mundo; 3) Transferencia involuntaria de tecnología, dado que las leyes chinas de aquel entonces eran muy laxas con el robo de la propiedad intelectual; 4) Déficit comercial, que EEUU se ha podido permitir hasta ahora gracias a que el dólar es la moneda de referencia. En conjunto, la política exterior de Bush tuvo muchos más aciertos que errores y permitía confiar en un futuro multilateralista que trajera estabilidad y paz al mundo. La puerta estaba abierta para que China, Rusia y la entonces Comunidad Europea asociados a EEUU garantizasen un nuevo orden mundial, bajo la batuta benévola del gran hegemón. HistoriaOtros temas Tags Boris YeltsinChinaGeorge H.W. BushInvasión de KuwaitPolítica exterior de EEUUPrimera Guerra del GolfoRelaciones internacionalesSaddam HusseinTLCANURSS Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 13 may, 2021