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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Soy dinamita (3)

Emilio de Miguel Calabia el

(Esta foto dice mucho de las relaciones entre el trío y de la personalidad de Lou Andreas Salomé)

La relación de Nietzsche con las mujeres es muy peculiar. Hay autores que han hablado de su castidad o que han expuesto su supuesta homosexualidad. Joachim Köhler escribió en 2002 “El secreto de Zarathustra. La vida interior de Friedrich Nietzsche”, en la que no para de buscar hasta debajo de las piedras cualquier indicio de la posible homosexualidad de Nietzsche. No lo consigue. Más convincente es el retrato que ofrece Prideaux: un romántico incurable, tímido y torpe, que no sabía seducir a las mujeres. Incluso Prideaux no está convencida de que Nietzsche sufriera de sífilis como se ha dicho y de que la hubiera contraído en un burdel de Colonia con una prostituta (Köhler y algunos de su cuerda dicen que fue en un burdel masculino). Es cierto que Nietzsche reconocía que se había infectado tres veces sexualmente. Prideaux piensa que es más probable que la infección en cuestión fuera la gonorrea. La sífilis en su última etapa produce locura, pero desde que se declara la demencia hasta que llega la muerte, suelen pasar pocos años, no los once que Nietzsche pasó loco. Dado que su padre y un tío materno murieron locos, no es descabellado pensar que Nietzsche tuviera una predisposición genética a la locura.

Y ya que hemos hablado de Nietzsche y las mujeres, no queda otra que referirse a Lou Andreas Salomé. Descifrar la relación que tuvo con Nietzsche no resulta sencillo. Los dos principales testimonios al respecto son interesados. El primero es el de la propia Lou, una mujer que tendía a la fabulación y al autoengrandecimiento. El otro es el de la hermana de Nietzsche, Elisabeth, y casi resulta aún menos de fiar. Elisabeth odiaba a Lou y ahora sabemos que la biografía que escribió sobre su hermano hay que cogerla con pinzas, porque está llena de mentiras y distorsiones de la realidad.

Igual que en el caso de Nietzsche, he leído las cosas más dispares sobre su sexualidad y no sé con qué quedarme. Prideaux dice que su mentor intelectual, un pastor holandés en quien confiaba y que tenía hijas de su edad, la violentó y le produjo un rechazo hacia el sexo, cuando era adolescente. Aparte de lo que dice Prideaux, he leído que era frígida, que sólo quería tener relaciones intelectuales, que era una ninfómana, que tuvo muchos amantes; también he leído que se mantuvo virgen hasta los 38 y que a continuación quiso recuperar el tiempo perdido, empezando por el poeta Rainer María Rilke, catorce años más joven que ella. De lo poco que estoy seguro es de que tuvo una larga relación puramente intelectual con Paul Rée, a quien le ponían más los jovencitos que los pechos (postizos según la maledicente Elisabeth Nietzsche) de Lou. Lou lo dejó para casarse con Friedrich Carl Andreas, un orientalista con antepasados alemanes, malayos y armenios, un hombre de gran inteligencia y atractivo personal y… completamente homosexual. Parece que el matrimonio nunca se consumó. Me estoy enrollando, pero es que Lou me parece un personaje fascinante. Pero bueno, hay que volver a su relación con Nietzsche.

Rée había conocido a Lou en el círculo de Malwida e inmediatamente quedó prendado de su personalidad. Fueron los elogios que Rée hizo de Nietzsche los que hicieron que a Lou se le metiera en la cabeza que tenía que conocerlo sí o sí. Lou ideó incluso antes de haber conocido a Nietzsche que ella, él y Rée podrían formar una suerte de menage a trois intelectual; se imaginaba a los tres viviendo en un estudio con dos dormitorios y compartiéndolo todo, aunque no especificó cómo se repartirían los dormitorios.

Su primer encuentro fue decepcionante en sus primeros instantes. A Nietzsche no le gustó su acento ruso y Lou se esperaba ver a algún tipo de revolucionario arrollador, no a un hombrecillo ordinario y profesoral. No obstante, según fueron hablando, Nietzsche quedó fascinado por la inteligencia de Lou. Por su parte, poco a poco ella también quedó fascinada por él. En los siguientes días empezó a ver a Nietzsche como a una suerte de dios, que hubiera debido ponerse una máscara ordinaria para adaptarse al mundo y pasar desapercibido entre los hombres.

Nietzsche vió en Lou la discípula que había estado buscando. En una carta, le escribió: “… concebí un plan para conducirte paso a paso a la consecuencia final de mi filosofía- tú como la primera persona que considero adecuada para esto.” El momento álgido de su relación ocurrió en agosto de 1882 en la pequeña población de Tautenburg. Allí, durante tres semanas, filosofaron y filosofaron. Lou ha escrito sobre los temas que trataron: Dios (Lou llegó a la conclusión de que, a pesar de haber matado a Dios, Nietzsche era muy religioso); el darwinismo, que para Nietzsche había puesto fin a cualquier intento de basar la grandeza del hombre en sus orígenes divinos; la falacia antropocéntrica, que nos lleva a ver la naturaleza desde nuestra perspectiva humana; el eterno retorno y el destino; la vida… Pero no sólo de filosofía vive el hombre y la intensidad de Nietzsche debía de ser agotadora. El 26 de agosto Lou huyó como alma que lleva el diablo. Prideaux apunta a otra posible razón de la huida de Lou: era evidente que Nietzsche la pretendía sexualmente. Mejor ir a refugiarse entre los brazos del homosexual Rée.

En esas tres semanas Lou debió de ser una de las personas que más se aproximara nunca a la interioridad de Nietzsche. Lo que vio fue que en el abismo nietzscheniano lo que había era misticismo religioso cristiano redenominado como “dionisianismo” y que en el fondo era una máscara para el deseo carnal. “Justo como el misticismo cristiano (como cualquier otro) alcanza la sensualidad cruda religiosa en su mayor éxtasis, la forma más ideal del amor siempre retorna a la sensualidad.” Para quienes quieran conocer la versión de Nietzsche de aquellas semanas, les recomiendo “Notas de Tautenburg para Lou von Salomé” en edición española de José Luis Puertas.

En Leipzig el menage à trois intelectual se recompuso y pasaron varias semanas entregados a los placeres del intelecto, que parecía que eran los únicos que interesaban a Lou. Sin embargo, lo que Lou había concebido como un trío de espíritus libres se fue convirtiendo en un trío encadenado por el sentimiento, el resentimiento y la obligación. Para el 5 de noviembre la situación se había hecho tan insoportable que Rée y Lou se fugaron sin prevenir a Nietzsche. Nunca volvieron a verse. Nietzsche quedó devastado.

Como todo lo que rodea a las personalidades de Nietzsche y Lou es enrevesado, he leído interpretaciones como la de Köhler que dicen que todo fue una añagaza de Nietzsche para ocultar su homosexualidad, o que las peticiones de boda que Nietzsche dirigió a Lou nunca existieron, sino que fueron inventadas por ésta. Me quedo con la interpretación directa de Prideaux: Nietzsche quedó románticamente prendado de Lou, vio en ella a su alma gemela; ésta, que en aquellos momentos aborrecía el sexo y sólo quería una amistad intelectual, salió huyendo. Nietzsche nunca se recobró del todo de esta herida. La misoginia de Nietzsche habría nacido de este episodio desgraciado.

Para 1887 Nietzsche era un hombre solitario. Llevaba una existencia seminómada y vivía con una gran austeridad. Hacía tiempo que había renunciado a la idea de casarse o de tener una relación sentimental significativa. Se sentía frustrado porque sus ideas no habían tenido eco. Es casi seguro que ya entonces iba encaminándose pasito a paso hacia la locura. Fue entonces que el crítico danés George Brandes le descubrió. Es posible que sin él, Nietzsche hubiese quedado como una nota a pie de página en la Historia de la filosofía alemana.

Brandes, al que hoy sólo conocen los especialistas, era un crítico literario aclamado en el norte de Europa. Era un radical que se oponía al conservadurismo político y religioso y promovía librepensadores tales como Tolstoi, Ibsen o Kierkegaard. Aunque ya había oído hablar de Nietzsche, sólo se interesó por éste cuando hubo leído “Humano, demasiado humano” y “Sobre la genealogía de la moralidad”. Brandes pronunció dos conferencias sobre Nietzsche en la Universidad de Copenhague en abril de 1888. Fueron un éxito; el inicio de la gloria universal de Nietzsche. Tal vez el sentimiento de triunfo que le embargó aquel verano y que le produjo una euforia productiva de la que salieron “El crepúsculo de los ídolos”, “El Anticristo” y “Ecce Homo”, fuera la antesala de la locura en la que se hundió a finales de ese año.

 

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