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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Marlowe y el amor

Emilio de Miguel Calabia el

Cuando un escritor crea un personaje redondo y lo utiliza durante años en novela tras novela, resulta inevitable pensar que ese escritor ha puesto mucho de lo que es o de lo que querría ser en ese personaje. Si Flaubert dijo “Madame Bovary soy yo”, a propósito de una novela que le llevó cuatro años y medio terminar, ¿qué no podría decir Raymond Chandler sobre Philip Marlowe, a quien hizo aparecer por primera vez en “El sueño eterno “ en 1939 y sobre quien aún estaba escribiendo una novela veinte años después cuando le sorprendió la muerte (lo de que le sorprendió la muerte es una frase hecha, con la de alcohol que llevaba en el cuerpo y los alifafes que tenía dudo mucho que la muerte le diera una gran sorpresa)?

Voy a esbozar cómo es Philip Marlowe a propósito del amor y de las mujeres y lo voy a comparar con cómo era el verdadero Raymond Chandler. Philip Marlowe tiene ese género de dureza que vuelve locas a las mujeres, al menos según los clichés de las novelas policiacas; ya hubiera querido Chandler tener ese atractivo. Philip Marlowe tiene algo de caballero andante con las damas y más si las ve en dificultades; MacShane, su biógrafo, dice que Chandler a veces se sentía Galahad y quería partir a rescatar damiselas, que a menudo no necesitaban ser rescatadas. Precisamente fue ese afán rescatador, el que hizo que sus últimos meses de vida fueran puro caos y que a su entierro no asistiera casi nadie (quien sienta curiosidad por la historia, que guguelee “Anne Jameson y Raymond Chandler”). Philip Marlowe ve la vida con el cinismo del sentimental, que sabe que si se toma el mundo y sus propios sentimientos demasiado en serio, saldrá malherido. Chandler era parecido, aunque su cinismo se parecía más al sarcasmo y la reserva de Marlowe podía en su caso convertirse en misantropía y respuestas destempladas.

Philip Marlowe tiene una actitud reservada frente al sexo; no le deja indiferente, pero no permite que le nuble el juicio. Prefiere mantener la dignidad, que dejarse arrastrar por la pasión sexual. La visión que tiene Marlowe sobre el sexo es la que tendría cualquiera que, como Chandler, se hubiera educado en un internado inglés de comienzos del siglo XX. Mi impresión es que Chandler había interiorizado por completo esa moral sexual victoriana, pero que el verdadero Chandler era mucho más sensual. Sólo al final de su vida, tras la muerte de Cissy, afloraría el verdadero Chandler, que se puso a disparar contra toda mujer que se le ponía a tiro. En parte para cubrir el hueco que había dejado en su vida la muerte de Cissy y en parte porque su muerte y la consciencia de que el tiempo se le acababa, le quitaron las cadenas de una educación castrante que había llevado toda su vida. Se me podrá objetar que tuvo episodios de bastante promiscuidad en los 30 y los 40, pero uno puede ser bastante promiscuo y al mismo tiempo estar castrado y ser puritano. He conocido a algún homosexual muy católico, que necesitaba vivir a menos de 50 metros de una iglesia, porque cada noche de farra le generaba una culpabilidad tal que no podía descansar hasta que no se había confesado.

Resulta curioso que en 1953, en “El largo adiós”, escrito cuando Cissy declinaba a ojos vistas, Chandler finalmente aborde la cuestión de Marlowe y el sexo. El propio Chandler justificó la ausencia de referencias a la vida sexual de Marlowe con una reticencia muy británica: “No he escrito prácticamente nada de la vida sexual de Marlowe porque pensaba que era asunto suyo, pero en mi último libro infringí un poco la norma”. Otra justificación más literaria fue su crítica al uso de imágenes sexuales que hacía determinado escritor para excitar al lector: “No se puede tratar el sexo con este estilo de tres almohadones. Hay que mirarlo de frente o dejarlo. Cualquier otra cosa es un poco nauseabunda.” En otras palabras: si no eres capaz de escribir una poema tan explícito como “Por favor, maestro” de Allen Ginsberg, no trates de arreglarlo con pececillos y mares como Ma Rainey en la canción “Don’t fish in my sea”.

En “El largo adiós” Marlowe comienza la novela besando a una mujer, más tarde esa misma mujer trata de seducirle y casi lo consigue. Es interesante que Chandler haga que la irrupción del criado interrumpa la escena cuando Marlowe estaba a punto de sucumbir. Más allá de motivos relacionados con el argumento, pienso que Chandler se identificaba tanto con Marlowe que no quería presentarlo como un semental desbocado que perdía la cabeza por una mujer que le hacía cuatro carantoñas.

Más adelante, Chandler presenta a Marlowe atraído por Linda Loring. Tan atraído, que se acaban acostando y Linda llega a proponerle matrimonio. Marlowe rechaza la proposición porque sabe que todo es un juego y ella no le ama. Algo es algo, finalmente Marlowe ha descendido al terreno donde las personas intercambian fluidos y dicen tonterías como “¿te quieres casar conmigo?”. La respuesta de Marlowe es consistente con el tipo de persona que es.

“Playback” fue la última novela que completó Chandler y lo hizo justo un año antes de morir. Hay un consenso casi universal en que se trata de su novela más floja. El final de la novela es extremadamente flojo, además de muy tópico: Marlowe está en su casa y se siente solo y un tanto desmoralizado. De pronto suena el teléfono. Linda Loring le llama desde París. Voy a transcribir el diálogo, porque, para un escritor que era famoso por sus buenos diálogos, éste parece salido de la pluma de un becario advenedizo recién llegado a Hollywood:

“- Es Linda. Linda Loring. Te acuerdas de mí, ¿verdad, cariño?

– ¿Cómo podría olvidarme?

– ¿Qué tal estás?

– Cansado, como de costumbre. Acaba de ocurrir un tipo de caso muy duro. ¿Cómo estás?

– Sola. Sola por ti. He intentado olvidarte. No he sido capaz. Hicimos muy bien el amor juntos.

– Eso fue hace año y medio. Y una sola noche. ¿Qué se supone que tenemos que decir?

– Te he sido fiel. No sé por qué. El mundo está lleno de hombres. Pero te he sido fiel a ti.

– No te he sido fiel, Linda. No pensé que nunca te volvería a ver. No sabía que esperabas que te fuese fiel.

– No lo esperaba. No lo espero. Solo estaba intentando decirte que te amo. Te estoy pidiendo que te cases conmigo. Dijiste que no duraría. ¿Por qué no darle una oportunidad? ¡Quién sabe! Podría durar por siempre. Te lo estoy implorando. ¿Qué tiene que hacer una mujer para conseguir al hombre que quiere?

– No lo sé. Ni tan siquiera sé cómo sabe que le quiere. Vivimos en mundos diferentes. Tú eres una mujer rica, acostumbrada a que la mimen. Yo soy un tipo con un futuro dudoso. Tu padre probablemente vería que no tengo nada.

– Tú no estás asustado de mi padre. Tú no estás asustado de nadie. Simplemente estás asustado del matrimonio. Mi padre sabe reconocer a un hombre cuando lo ve. Por favor, por favor, por favor. Estoy en el Ritz. Te enviaré un billete de avión inmediatamente.”

Marlowe se hace un poco el duro y replica que será él quien le envíe el billete de avión para que ella vaya a verle. Como de costumbre, el hombre necesita hacerse el duro y creer que él es quien lleva las riendas de la relación. Las mujeres inteligentes, y Linda Loring lo es, dejan que se haga esa ilusión. Desde el momento que consiguió que Marlowe no cortase la conversación con un comentario mordaz, había ganado la partida.

He mencionado que Marlowe es un alter ego mejorado de Chandler. Hay un detalle interesante en su conversación con Linda Loring. Por aquellos días, Chandler andaba cortejando a su agente literaria, Helga Greene, y quería casarse con ella, pero el padre de Greene no le quería de ninguna manera como yerno. Hay veces que las vidas de los personajes y las de sus autores se entrecruzan.

Cuando murió, Chandler estaba pergeñando una novela, que probablemente habría sido aún peor que “Playback”. En ella quería utilizar como subtrama el matrimonio entre Marlowe y Linda. Sería un choque permanente de personalidades y de estilo de vida y la cama sería el único lugar en el que ambos congeniarían completamente. Resulta extraña esta evolución que tenía pensada para Marlowe: de detective independiente a hombre casado, aunque en un matrimonio conflictivo. Posiblemente sea una suerte que no llegase a terminar esta novela.

Si Marlowe es Chandler, cabe preguntarse cómo habrían sido Marlowe y el propio Chandler si la mujer de los ojos color de azulejo le hubiera amado cuando era joven. Esta entrada hubiera debido de terminar en el párrafo anterior, pero no me resistía a dejar de poner este poema, que me encanta, porque todos hemos tenido personas con ojos de color de azulejo que no nos amaron.

“No existen países tan hermosos

Como la Inglaterra que imagino de noche,

Esta tierra brillante y lóbrega

De mi exilio y mi tristeza.

No hay mujeres tan tiernas como esta mujer

Cuyos ojos color de azulejo me miran

Con la magia de la frustración

Y la promesa de un paraíso imposible.

 

Así pues, por un breve espacio de la noche

Dejadme volver

A aquel suave y magnífico futuro

Que no ha pasado,

Porque nunca ocurrió,

Y no obstante se ha perdido irremediablemente.

 

(…)

 

Y mientras camino me preguntaré

Hasta qué punto beneficia los cursos

De los distintos universos siderales

Que no se me permitiera ser feliz

Con la mujer que amaba

En el país que amaba

Durante las horas breves de una mariposa

Antes de que la profunda oscuridad

Viniera a coronarme y uncirme con el opulento esplendor

Del olvido.”

Literatura

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