Emilio de Miguel Calabia el 27 may, 2022 En “The Great Economists. How their ideas can help us today” Linda Yueh realiza una hazaña. Es capaz de comprimir en 298 páginas la biografía y lo esencial del pensamiento de doce economistas, de Adam Smith a Robert Solow. Y no sólo eso, también se pregunta qué respuestas darían a algunos de nuestros problemas más acuciantes de la actualidad. Por tomar uno de los ejemplos del libro, Milton Friedman. Su principal contribución al pensamiento económico se encuentra en su obra “A Monetary History of the United States 1867-1960”, que escribió en colaboración con Anna Jacobson Schwartz. En ella, Friedman y Schwartz prestaron especial atención a la Gran Depresión de 1929 y puso en cuestión el análisis que John Maynard Keynes hizo de la misma. Para Keynes la causa había sido la debilidad de la demanda y el congelamiento de las inversiones tras el colapso de la Bolsa. El Great Deal de Roosevelt había sido la respuesta adecuada. Friedman y Schwartz discreparon. El colapso de la Bolsa en 1929 se había debido a las acciones de la Reserva Federal de 1928. La Reserva Federal había querido atajar la especulación bursátil y para ello encareció el precio del dinero, subiendo los tipos de interés al 5%, la mayor tasa desde 1921. Esto frenó la economía y ocasionó el crack bursátil. Aun así, el crack no hubiera tenido por qué producir la Gran Depresión. De hecho la Reserva Federal recortó los tipos de interés y prestó a los bancos para que tuvieran liquidez, de forma que el crack bursátil no condujese a una crisis bancaria. El remedio funcionó, pero la Fed pensó que si seguía aflojando la política monetaria, volvería a generarse una burbuja especuladora en la Bolsa que crearía inflación. Además, los especuladores comenzaron a atacar al dólar, cuyo valor estaba vinculado al oro. Para defender la moneda, la Fed subió los tipos. El resultado fue que la oferta de dinero se redujo justo en el momento en que hacía más falta. Para colmo de males, el papel de la Fed como último garante de la salud de los bancos no estaba formulado de una manera tan completa como en la actualidad. La consecuencia última de todo lo anterior fue la quiebra de unos 5.000 bancos. Para Friedman y Schwartz lo que puso a la economía norteamericana en la senda de la recuperación no fue el Great Deal, sino la devaluación del dólar en un 60% y la salida del patrón oro. O sea, un mecanismo puramente monetario. ¿Cómo habría reaccionado Friedman a la crisis de 2008, que ocurrió dos años después de su muerte? La pregunta tiene trampa, porque sabemos bastante bien lo que habría recomendado Friedman. Su obra había sido muy estudiada, de manera que para salir de la crisis los decisores recurrieron básicamente a las recetas preconizadas por Friedman. Al igual que en la crisis del 29, la crisis de 2008 fue precedida por subidas de precios espectaculares y especulativas, pero en esta ocasión no en Bolsa, sino en el mercado inmobiliario. Los precios del mercado inmobiliario colapsaron y se llevaron por delante a los fondos que habían invertido en ese mercado a través de productos muy enrevesados de ingeniería financiera. A diferencia de la crisis de 1929, en 2008 la crisis no fue de liquidez, sino de solvencia. Los productos financieros basados en el mercado inmobiliario eran tan opacos que nadie sabía bien cuál era el grado de endeudamiento y de solvencia de sus clientes. Ello llevó a un frenazo en la concesión de créditos. La Fed reaccionó con rapidez: recortó los tipos de interés y concedió facilidades de crédito a los bancos, que pudieron acogerse a las mismas anónimamente. Esto era heterodoxo, pero así se evitaba que bancos en dificultades dejasen de pedir los créditos para no ser vistos como al borde de la quiebra. La Fed también inyectó liquidez en el sistema comprando bonos y deuda. Friedman habría aprobado estas medidas, aunque habría reaccionado con precaución ante la idea de que los bancos centrales tuvieran más poder para regular mercados. No obstante, Yueh cree que esto es inevitable dado que los mercados financieros son mucho más complejos en la ctualidad de lo que eran en 1929. Este resumen que he hecho, podría aplicarse al resto de los economistas tratados en el libro. A Adam Smith le hace responder a la pregunta de si los gobiernos deben intervenir para reequilibrar la economía, a David Ricardo, si los déficits comerciales importan y a Carlos Marx, si China puede convertirse en un país de renta alta. Merece la pena leer el libro, que es una gran obra de divulgación del pensamiento económico. También es una obra que pone de manifiesto la miopía de los economistas, que se enfocan tanto en unos pocos temas que pierden de vista la foto de conjunto. Como era de esperar, el principal criterio económico para Yueh es el crecimiento económico. Parece que los economistas tienen problemas para reconocer que en un mundo de recursos finitos, el crecimiento infinito es imposible. Es más, puede que ni tan siquiera sea deseable. Yueh sí que habla de crecimiento de calidad, que es un concepto reciente, aunque su uso es limitado. Básicamente el crecimiento de calidad significa que la riqueza creada es bien distribuida; no se refiere tanto a si es conveniente crecer esquilmando los recursos y contaminando. Hay economistas que consideran que esa cuestión cae fuera de su campo. La idea de que una distribución más equitativa de la riqueza es deseable no se debe a criterios de cohesión social, humanidad y de justicia social. Simplemente, la teoría económica dice que los pobres dedican una porción mayor de sus ahorros al consumo que los ricos, con lo que unos pobres con los bolsillos llenos pueden impulsar la demanda interna más que un puñado de ricos tacaños. Por cierto que en el Partido Republicano norteamericano han prevalecido los teóricos de la economía de la oferta, que afirmaban que el crecimiento económico puede alcanzarse de manera más eficaz recortando los impuestos a los ricos y desregulando. El recorte de impuestos unido a la desregulación hará que los ricos utilicen ese dinero extra en inversiones que redundarán en beneficio de todos, ya que ayudarán a que la economía crezca. Cuarenta años después de que apareciese la economía de la oferta aún estamos esperando un solo caso en el que se cumpla. Tampoco Yueh, ni sus economistas, tienen nada que decir sobre el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la superpoblación (que parece que va camino de convertirse en infrapoblación dentro de algunas décadas, algo que me preocupa poco, porque no lo veré…), la felicidad o cualquier tema de enjundia que no pueda trasladarse a sesudas ecuaciones. Lo grave no es tanto la miopía de los economistas, que no ven las mismas cosas que los demás vemos, como su pretensión de que la economía es una ciencia, porque utiliza muchos números y ecuaciones. Las dos condiciones para que algo pueda ser considerado ciencia es que pueda recurrir al método experimental para comprobar sus teorías y que realice, basado en esas mismas teorías, predicciones que se cumplan. Con respecto a lo primero. Es prácticamente imposible realizar experimentos económicos, dada la complejidad de las sociedades humanas. Lo más que el economista puede hacer es mirar hacia atrás y tratar de desvelar las causas de un determinado acontecimiento o comparar dos o más situaciones relativamente similares para sacar conclusiones. En cuanto a realizar predicciones, por poner un ejemplo, los físicos creen que la teoría de la relatividad es verdadera, porque ha explicado fenómenos detectados mucho después. En cambio, los economistas se muestran a menudo incapaces de anticipar hechos que la vecina jubilada de mi casa, ya veía venir. Cualquiera con algo de sentido común, sabía en 2006 que se había formado la madre de todas las burbujas en el mercado inmobiliario norteamericano y que tarde o temprano estallaría. Cualquiera podía verlo, salvo los economistas. La ciencia funciona mediante la acumulación de conocimiento. Einstein sabía mucho más que Newton, que vivió dos siglos y medio antes, pero menos que Stephen Hawking, que es posterior. Los economistas afirman que ellos también progresan y realizan avances. Así, la comprensión de Milton Friedman sobre lo que ocurrió en la Gran Depresión, sería superior a la de Keynes. Esto implicaría que desde entonces la economía ha mejorado su conocimiento. ¿Nos lo creemos? Para mí la economía es como la Historia. Una herramienta útil, que, sobre la base del pasado, es capaz de realizar predicciones, que nunca serán tan exactas como las de la ciencia. Igual que respetamos la Historia, pero no la ponemos en un pedestal, ya va siendo hora de que bajemos a la economía del pedestal en el que la pusimos. Otros temas Tags Anna Jacobson SchwartzCrecimiento económicoCrisis financiera de 2008EconomiaEconomía de la ofertaGran Depresión de 1929Linda YuehMilton Friedman Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 27 may, 2022