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“Homo sapiens” con esteroides (2)

Emilio de Miguel Calabia el

Y tras haber analizado el origen de todo, Hands nos invita a que hablemos del origen de la vida. Aunque cueste creerlo, no existe un consenso entre los científicos sobre lo que es la vida. Hands propone la siguiente definición: “La capacidad de una entidad cerrada de responder a los cambios que se producen dentro de sí misma y en su entorno, de extraer energía y materia de su entorno y de convertir esa energía y esa materia en una actividad dirigida internamente que incluya el mantenimiento de su propia existencia.” Para Hands la capacidad de producir descendientes no es una característica imprescindible.

No tenemos claro lo que es la vida y aún tenemos menos claro cómo surgió. La tesis más extendida es la de Oparin y Haldane, que dice que la Tierra primitiva tenía una atmósfera compuesta por hidrógeno, metano, amoniaco y vapor de agua. La energía solar llevó a estas moléculas a combinarse para formar una mezcla de componentes orgánicos simples. Estos componentes se fueron acumulando en los océanos y formaron una suerte de caldo primigenio que produjo un nuevo tipo de molécula capaz de reproducirse a sí misma. Un mecanismo darwiniano hizo que las moléculas que se replicaban más eficazmente proliferasen y sumasen proteínas para hacer su replicación más eficiente. El proceso terminó conduciendo a la formación de una membrana de cierre y a la aparición de la primera célula. La tesis parece convincente y hasta que leí a Hands, creía que las cosas habían sido así. Pues puede que no. Todos los intentos de replicar ese proceso han fracasado.

Hands pasa revista a otras teorías que se han formulado, pero todas presentan algún fallo. Una de las teorías que comenta es la del origen extraterrestre de la vida, que microorganismos expelidos de algún planeta hubiesen navegado en un meteoro hasta terminar en la Tierra. Esta teoría no hace más que retrotraer el problema esencial: vale, la vida nos llegó de fuera, pero ¿cómo se generó entonces en ese sitio? El intento de dar respuesta a la cuestión del origen de la vida ha llevado a tesis que rozan lo metafísico y que no comentaré aquí, porque me alargaría demasiado y merecen una entrada mucho más completa.

Es habitual entre los astrónomos afirmar que la Tierra es un planeta ordinario que orbita en torno a una estrella ordinaria. Sin embargo, cuando empezamos a pensar en todos los factores que contribuyen a que la Tierra sea idónea para sustentar la vida, empieza a resultar bastante más extraordinaria (en diciembre del año pasado publiqué una entrada aquí, señalando por qué considero que la vida, y más la inteligente, es rara en el universo). Hands recoge todos los factores que son necesarios:

1) Presencia del carbono, único elemento capaz de formar moléculas muy complejas;

2) El agua líquida;

3) Una masa adecuada, lo suficientemente grande como para retener los gases de su atmósfera y el agua líquida. No hay consenso sobre cuál debería de ser el límite máximo de la masa. Simulaciones de ordenador indicarían que no hay reglas que determinen cuál será la masa óptima de un planeta;

4) Un rango de temperatura. Dado que el agua líquida se da entre los 0 y los 100 grados, podríamos asumir que ése es el rango de temperatura necesario;

5) Una fuente de energía, que es la estrella alrededor de la cual orbita;

6) Que la biosfera esté protegida de las radiaciones nocivas. La Tierra dispone de un campo magnético que nos protege de la radiación y que además evita que el viento solar se lleve los elementos de la atmósfera, como le ocurrió a Marte, que probablemente perdió su campo magnético hace 3.500 millones de años. Los científicos no entienden bien cómo se formó ese campo magnético, con lo que no sabemos si es habitual entre los planetas parecidos a la Tierra o es excepcional;

7) Orbitar en torno a la estrella adecuada. Se estima que la proporción de estrellas que serían aptas para la vida es del 20%. Y de aquí hay que restar aquéllas que están en sistemas binarios, ya que en éstos las orbitas planetarias serían demasiado elípticas.

8) Que se encuentre en el vecindario galáctico adecuado. Demasiado cerca del centro de la galaxia y se vería sometida a una lluvia constante de radiación de las estrellas vecinas, que en esa zona se encuentran más arracimadas. Demasiado lejos del centro de la galaxia y no se encontrará con los elementos y moléculas necesarios para la vida. Y tampoco vale estar en uno de los brazos galácticos, porque son regiones de formación de estrellas y recibiríamos gran cantidad de energía ultravioleta por efecto de esa formación.

9) Que todas las condiciones necesarias para mantener la vida se den durante un período de tiempo lo suficientemente largo como para que la evolución pueda producir formas tan completas como el ser humano.

Finalmente otra cosa que aún no sabemos si influye en la idoneidad de la Tierra para albergar la vida por un largo período es la arquitectura del sistema planetario en el que se encuentra. Los análisis de sistemas planetarios están aún en mantillas. Por el momento se han establecido cuatro categorías de sistemas. El sistema solar pertenecería a la categoría de los sistemas ordenados, en los que la masa planetaria aumenta a medida que los planetas se alejan del Sol. Pues bien, los sistemas ordenados parece que son los más raros de todos.

 

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