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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Los reyes del budismo (1)

Emilio de Miguel Calabia el

“The kings of Buddhism. Power, Religion and Fury in Myanmar” es un libro de Robert Edward Sterken Jr. sobre el daño que le ha hecho a Myanmar que en el siglo XI el rey Anawratha decidiera, con el asesoramiento del monje Shin Arahan, convertir la variante theravada en budismo en la religión oficial.

Por lo que sabemos, los predecesores de los birmanos, los pyu, practicaban varias religiones: el culto a los nats, que era la religión animista original, el hinduismo, el tantrismo, el budismo mahayana y el budismo theravada. La cosa cambió con el rey Anawratha (1044-1077), el fundador del Estado birmano. Posiblemente, buscando homogeneizar su nuevo Estado, decidió conceder el monopolio religioso a la variante theravada del budismo. Varias cosas jugaron a favor de esta elección: el budismo theravada ha tendido a ser una escuela que ha buscado la protección del poder y no se ha mostrado demasiado conflictivo con los poderosos; era la variante practicada en el reino sureño mon, al que conquistó Anawrahta y que gozaba de cierto prestigio cultural; contó con el apoyo de un monje, Shin Arahan, que le asesoró y secundó en la implantación del budismo theravada como la religión estatal. Dos elementos que hubo que borrar para realizar esta implantación, fueron los monjes ari y el culto a los nat, los espíritus. Los ari posiblemente fueran monjes que no seguían la ortodoxia que quería imponer Shin Arahan y por ello sus líderes fueron ejecutados y los monjes de menor rango fueron reclutados por el Ejército. Así comenzó en Birmania la práctica de que el poder podía intervenir en los asuntos de la sangha.

Anawrahta llevó a cabo un programa ambicioso de construcción de templos y stupas. Así mostraba su piedad y también abría el camino a la dependencia de la Sangha de la generosidad del poder político, algo que se ha repetido en otros países theravada.

La otra religión a derrocar era el culto a los nat, cuya popularidad representaba un problema para el rey, en cuanto que representaba una práctica religiosa muy asentada y que ejercían un control del territoio. Lo que hizo el rey fue domesticarlos. A los 36 existentes, les añadió un 37 º nat cuya misión sería proteger el budismo y que ejercería de jefe de los otros nat. La idea última era vincular el culto tradicional a los nat al budismo para que poco a poco se fuese diluyendo dentro del mismo.

Con el tiempo aparecería una suerte de contrato social entre el rey y la religión. Estas ideas se concretarían en el “Rajadhamma” que establecería los deberes del rey justo, empezando por su adhesión a la ley búdica. Aung San Suu Kyi comentó a este respecto, haciéndose eco de la tradición birmana: “Cuando el rey no observa el dhamma, los funcionarios estatales se corrompen, y cuando los funcionarios estatales se corrompen, el pueblo sufre sobremanera.”

En 1885 Gran Bretaña conquistó la parte de Birmania que no había conquistado en las dos guerras precedentes. A diferencia de lo que hizo en otros sitios, se llevó al rey y su familia al exilio y no lo sustituyó por ninguna fórmula de gobierno nativo. La Sangha perdió poder y capacidad de influencia al desaparecer su vínculo estrecho con el poder. El pueblo birmano cayó en una suerte de estupor, que duraría décadas. De un plumazo se habían cargado sus instituciones y, peor todavía, se habían dado alas a las etnias de la periferia.

En el terreno religioso los británicos trajeron tres novedades: la libertad de culto, la educación secular (hasta entonces la educación tradicional se impartía en los monasterios a cargo de monjes) y la neutralidad del Estado en el terreno religioso. Los birmanos vieron estas novedades como un ataque a su religión. La Sangha pensaba que seguía necesitando la protección del Estado; era algo a lo que llevaba acostumbrada 750 años. Peor todavía, sin esa protección y guía la moralidad de los monjes decaería. Otra cuestión que perturbó a la Sangha sobremanera fue el declive de la educación monástica y la emergencia de una educación secular que no controlaba.

A partir de los años 20 del siglo XX comenzó un renacimiento del nacionalismo bamar. La tragedia de la toma de Mandalay en 1885 y el fin de su reino les había conmocionado de tal manera, que precisaron de más de 20 años para reaccionar. El nacionalismo bamar que surgió se caracterizó por la imbricación entre nacionalismo y religión. El precio de esta imbricación fue que dejaba fuera a los no budistas.

El primer rifirrafe de carácter religioso entre británicos y birmanos fue la querella sobre los zapatos. Los birmanos tenían que descalzarse para entrar en las pagodas, pero los europeos estaban eximidos. La polémica se zanjó con la bajada de pantalones de los británicos que decidieron que lo mejor era que cada credo gestionase lo relativo a sus sitios de culto.

En esos años convulsos tres líderes salidos del monacato jugaron un papel especial. El primero fue U Ottama que, siguiendo el ejemplo de Gandhi en la India abogó por el impago de los impuestos y la no cooperación pacífica con los ingleses. U Ottama era carismático y tuvo muchos seguidores entre los monjes. En 1921 fue detenido por las autoridades coloniales, siendo el primer monje que terminaba en prisión. U Wisara fue otro monje que apoyó a U Ottama y que murió a los 41 años como consecuencia de una huelga de hambre para protestar por su encarcelamiento en la prisión de Yangón.

Durante los años 20 los monjes establecieron asociaciones de monjes en las zonas rurales. Esas asociaciones permitían que los campesinos expresasen sus quejas contra los impuestos, el alza de los precios y los alquileres elevados. La Gran Depresión no hizo sino agravar la condición de los campesinos. Fue en este contexto que, aprovechando las asociaciones de monjes, Saya San organizó un movimiento de resistencia anti-colonial en 1930. Saya San era un ex-monje y un curandero, de manera que podía hablar el lenguaje de la religión y el del animismo. La rebelión duró dos años y en su transcurso los ingleses capturaron y ejecutaron a Saya San. La rebelión fracasó, pero dejaría una huella profunda en la psique de los nacionalistas birmanos.

En 1938 se produjo un choque entre budistas y musulmanes a propósito de un libro que un musulmán, un tal Shwe Hpi , escribió criticando el budismo. Los monjes redactaron una resolución dirigida a las autoridades coloniales, advirtiéndoles de que, si no reaccionaban, tomarían medidas para tratar a los musulmanes como el enemigo número uno y para exterminar su religión. Por si quedaba alguna duda, se produjeron en Yangón ataques contra los musulmanes y asaltos a sus tiendas, que se extendieron a otras ciudades. Los monjes budistas tuvieron un papel clave de instigadores en estas revueltas. Fruto de sus acciones y de las de otros nacionalistas, se establecería la santísima trinidad del nacionalismo bamar: raza, idioma y religión. Una derivada es que aquellos que no profesasen el budismo quedaban de alguna manera fuera de la comunidad nacional, reducidos a ciudadanos de segunda.

 

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