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La decision soviética de invadir Afganistán (y 4)

Emilio de Miguel Calabia el

Amin era un hombre implacable, que la única ideología que entendía en el fondo era la de conquistar el poder y conservarlo. Durante los meses que estuvo en el poder emprendió una gran purga dentro del PDPA para eliminar a posibles rivales. Cambió de rumbo para no alienarse a los sectores más religiosos, prometiendo la libertad religiosa, reparando mezquitas e invocando el nombre de Allah. En lo militar lanzó una gran ofensiva en la provincia de Paktia en noviembre contra los insurgentes, que logró limpiar partes de la provincia y forzar a muchos de los guerrilleros a huir a Pakistán. En el terreno de las relaciones exteriores, hizo algunos movimientos de acercamiento a Pakistán y EEUU. Nada excepcional y en línea con la tradición afgana de tratar de no depender en exceso de la URSS, pero que bastó para que el KGB, que ya le había puesto la proa, elaborase informes que “probaban” que era un agente de la CIA.

Para finales de noviembre el panorama geopolítico había cambiado. En el verano el Senado norteamericano no ratificó el Tratado para la Limitación de las Armas Estrategicas (SALT II) y EEUU se estaba preparando para desplegar misiles Pershing II de alcance intermedio en Europa. La distensión había fracasado y la percepción era la de que EEUU se estaba volviendo más agresivo, hasta el punto que no podía descartarse que les quisiese mover la silla en Afganistán a los soviéticos. Poniéndose fatalistas, algunos incluso auguraban que un Afganistán pro-occidental podría convertirse en una base para misiles nucleares de corto alcance apuntando hacia la URSS. ¿Hasta qué punto era paranoia que se creían quienes lo decían y hasta qué punto eran argumentos especiosos para forzar una intervención en Afganistán? Difícil de determinar.

A finales de noviembre, el Primer Viceministro de Interior, Victor Paputin, visitó Kabul. Paputin preparó un informe sobre la situación bastante alarmista. El informe decía que en el Ejército afgano menudeaban las deserciones y la moral era baja. Añadía que la oposición estaba a punto de tomar el poder y recomendaba el envío de tropas soviéticas. El informe presentaba una situación mucho peor que la que describían los asesores soviéticos en el terreno y, en mi opinión, cargaba bastante las tintas. La situación no era buena, pero tampoco era tan mala como la describía. ¿Qué pretendía Paputin con su informe? ¿Lo escribió al dictado de sus superiores? Nunca lo sabremos. Poco después de regresar a Moscú, se suicidó.

El 12 de diciembre hubo una reunión del Politburó. La reunión comenzó con la presentación de un informe por Andropov, que decía que Afganistán se estaba yendo por el desaguadero y que Amin cada vez tenía más contactos con Occidente y hasta con la CIA. El informe esbozaba un escenario apocalíptico en el que EEUU podría situar misiles en Afganistán y Pakistán provocar la secesión de las provincias del sur del país. El informe causó un impacto demoledor y fue decisivo para que se acordase el derrocamiento de Amin.

No está claro si los detalles militares de la operación se decidieron en esa reunión o a posteriori. En todo caso, ya fuera entonces o un poco más tarde, se optó por una operación limitada: las tropas soviéticas ocuparían los centros neurálgicos de Kabul y los principales aeródromos, asegurarían las comunicaciones terrestres con la URSS y una vez hubiesen apuntalado el régimen de Babrak Karmal, que era el líder que habían elegido, se retirarían.

Si al final la intervención limitada se convirtió en una guerra de diez años que agotó a la URSS, fue por dos factores con los que los planificadores soviéticos no habían contado. El primero fue la movilizacion de los muyaidines que causo la invasión soviética, que superó todas las expectativas. El segundo fue que EEUU no se limitó a dar por buena una intervención militar de la URSS en su patio trasero, como había hecho en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968. EEUU utilizó Afganistán para desangrar al imperio soviético.

Algunas ideas sobre el proceso de toma de decisiones que se me han ido ocurriendo mientras escribía la entrada:

1) Las decisiones nunca se toman aisladamente, sino que vienen enmarcadas dentro de un marco de expectativas, de prejuicios, de estimaciones, etc, del que es posible que los participantes no sean plenamente conscientes y que les lleva a reducir el número de soluciones posibles a aquéllas que encajen en el marco. Por ejemplo, el marco en el que se movían los decisores soviéticos comprendía los siguientes elementos: 1) Guerra Fría entendida como un juego de suma cero. Lo que perdiesen los soviéticos en Afganistán, sería ganancia para los norteamericanos; 2) Derecho a intervenir en los países que pertenecen a tu órbita, que tu adversario respeta más o menos. Se quejará de lo que hagas y te pondrá palos en las ruedas, pero la sangre no llegará al río; 3) Perder a uno de los estados incluído en tu órbita supone una pérdida de prestigio fatal.

2) La importancia de la organización burocrática. Se decidió crear una Comisión sobre Afghanistán en el seno del Politburó. Automáticamente resultó que quienes compusiesen la Comisión determinarían en buena medida las políticas a seguir. Por un lado, serían quienes dispondrían de la información más actualizada y detallada sobre la situación en Afganistán. Por otro, les otorgaba un poder esencial en toda burocracia: el de transmitir la información al resto de sus colegas y formular los primeros borradores de decisiones. En una burocracia el primero que llega con una propuesta o un informe, tiene mucho ganado. Para empezar, delimita el problema y las posibles soluciones y hay muchas posibilidades de que los debates subsiguientes se realicen dentro del marco acotado y nadie intervenga con nuevas ideas no previstas en ese primer borrador.

En el caso de la decisión de invadir Afganistán, ocurrió también que los miembros de la Comisión eran todos partidarios de la intervención, con lo que cada uno se sentía apoyado y corroborado por sus pares en la idea de que la intervención era la única salida. Esta unidad de criterio hacía más improbable que las voces de quienes se oponían a la intervencion entrasen en el debate.

3) Un fenómeno muy corriente es el de las discrepancias entre los decisores en la capital y quienes están sobre el terreno (Embajada, agregados militares, agentes del KGB…). A menudo quienes están sobre el terreno tienden a “indigenizarse” y a ver las cosas desde el punto de vista de los nativos. Esto no está mal per se. Lo malo es que generalmente, al que está sobre el terreno le falta la visión de conjunto. Así, es posible que el Embajador soviético en Afganistán no fuese consciente del vínculo que había entre la decisión sobre lo que hacer en Afganistán y las negociaciones del Tratado Salt II.

4) La tendencia de los decisores a ver las cosas más rosadas de lo que son y a no prestar atención a los datos que indican que se podrían estar equivocando. En este caso, a pesar de la Historia del país y de las numerosas rebeliones de los últimos dos años, los decisores soviéticos optaron por minusvalorar el riesgo de un gran levantamiento insurgente. Asimismo, aunque había señales de que EEUU estaba mostrándose más asertivo y menos proclive a la distensión, no las tomaron suficientemente en cuenta y eligieron creer lo que se ajustaba más a la decisión tomada: que EEUU no iría demasiado lejos en su reacción a la invasión soviética.

5) La importancia de las emociones y el factor irracional. Brezhnev se enteraba ya de muy poco y seguía con dificultad las cuestiones internacionales. Sin embargo, el asesinato de Taraki se lo tomó como una afrenta e hizo de la eliminación de Amin un asunto personal.

La Historia tiene muchas ironías y el doble si se trata de Afganistán. Años después, cuando ya estaban enciscados hasta las trancas en la guerra de Afganistán, algunos soviéticos se dirían que, después de todo, a lo mejor hubieran estado mejor con Amin que era eficaz e implacable, que con el alcoholizado e inefectivo Babrak Karmal.

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