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El Kaiser Guillermo II (4)

Emilio de Miguel Calabia el

(Una foto muy marcial del Kaiser pasando revista a las tropas. ¿Cuántos de los soldados ahí formados no volverían de la I Guerra Mundial?

La política exterior alemana desde 1890, – o sea desde la marcha de Bismarck-, fue un desastre sin paliativos. Primero empujó a Rusia en brazos de Francia. Más tarde, asustó a Gran Bretaña y contribuyó a la formación de la Entente Cordiale. Y todos los intentos posteriores de introducir una cuña entre Francia y Rusia fueron fracasos que dieron a Alemania la imagen de una potencia belicista y peligrosa. En vísperas de la I Guerra Mundial la única aliada sólida de Alemania era el imperio austro-húngaro, un imperio anticuado y de opereta, que destacaba más por sus debilidades que por sus fortalezas.

Clark se pregunta por la influencia que Guillermo II tuvo sobre la política exterior alemana. Lo más difícil es saber lo que el Káiser buscaba en el largo plazo. Tan pronto parecía estar jugueteando con la idea de crear una liga continental contraria al Reino Unido, como pretendía acercarse a éste. También hubo momentos a finales del XIX en los que intentó acercarse a Francia. Había cosas que le costaba entender: que elegir la opción A, implica a renunciar a la opción B y que la mejor manera de no conseguir A ni B es tener una política errática; tampoco era consciente de las circunstancias constreñidas en las que se movía Alemania en su política exterior.

En esencia la política exterior alemana la concebía y la dirigía el Ministerio de AAEE con poca intervención del Káiser. El Káiser apenas tenía ni ejercía un poder de decisión firme, pero con su atolondramiento era una china en el zapato para la política exterior alemana. En cualquier momento podía hacer declaraciones extemporáneas que diferían y hasta contradecían la línea oficial. También era muy torpe en las relaciones públicas y enojó a bastantes dirigentes y políticos europeos. Periodistas y políticos de la época lo tacharon de “artero, belicoso, informal, intrigante, belicista y tarado”, entre otras lindezas. Parte de su mala prensa se puede atribuir a que los medios extranjeros vieron en él,- más bien injustamente-, la encarnación de la política belicosa y agresiva que llevaba a cabo el Ministerio de AAEE y le atribuyeron una influencia en su diseño que en realidad no tenía.

Y esto nos lleva a la discusión sobre el carácter belicoso del Káiser y la influencia que pudo tener en el estallido de la I Guerra Mundial. Clark afirma que su intervención en las crisis balcánicas fue menos negativa de lo que se piensa. Otra cosa es el poder real que tuviera para influir en el curso de los acontecimientos. Cuando Austro-Hungría se anexionó en 1908 Bosnia y Herzegovina, fue consciente de la torpeza con la que Austria-Hungría había ejecutado el movimiento diplomático y del riesgo que suponía para el futuro del Imperio otomano. Al final acabó dando su visto bueno a la anexión más por la fuerza de los acontecimientos que por convicción propia.

Cuando estallaron las guerras balcánicas, Guillermo II se convenció de que las diferencias se resolverían “a sangre y fuego” como en efecto ocurrió, pero su opinión fue que Alemania debía abstenerse de intervenir en los asuntos balcánicos y dejar que las cosas siguieran su curso. Creía que las grandes potencias debían de establecer una suerte de cordón sanitario para impedir que el conflicto les salpicase. Y además, no compartía los prejuicios anti-serbios de los austro-húngaros, aunque estaba dispuesto a apoyarles en una confrontación con Serbia, si se convencía de que la acción austro-húngara era legítima.

La política balcánica de Austria-Hungría y un discurso belicoso de Bethmann en el Reichtag el 2 de diciembre de 1912 provocaron una advertencia del gobierno británico: si el apoyo alemán a Austria-Hungría suponía que se involucraría en el caso de que estallara un conflicto de ésta con Rusia y Francia, Gran Bretaña combatiría al lado de Francia.

Un conmocionado Guillermo II convocó una reunión de altos mandos militares para el 8 de diciembre de 1912. No existen minutas de la reunión, que se ha reconstruido sobre la base de testimonios de algunos de los participantes. En la reunión el Káiser habría expuesto la delicada situación geopolítica en la que se encontraba Alemania y parece que habría asumido la postura del Jefe del Estado Mayor Moltke de que “la guerra es inevitable, y cuanto antes mejor” y que había aceptado su propuesta de concitar el apoyo popular a una guerra contra Rusia. Clark rebaja la importancia que tuvo esta reunión. Guillermo II salió de ella más pesimista, pero no perdió su esperanza de conseguir un acuerdo a largo plazo con el Reino Unido.

 

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