Emilio de Miguel Calabia el 06 oct, 2019 Lo malo de vivir en el extranjero es que me pierdo muchas películas españolas. A veces, cuando las veo, ya han dejado de estar de moda, pero para mí son de rabiosa actualidad. Hace poco, con cuatro años de retraso, vi “Felices 140” de Gracia Querejeta. Ha pasado tanto desde que se estrenó, que creo que puedo despellejarla sin miedo, porque muchos ya la habrán visto. Elia (Maribel Verdú) reúne a sus amigos en una lujosa casa de campo para celebrar sus cuarenta años y que le han tocado 140 millones de euros en el Euromillón. Uno de sus objetivos al reunir a sus amigos es recuperar a su ex-novio Mario (Ginés García Millán), del que sigue colgada. Más adelante, Elia intenta acercarse a Mario, que la rechaza. Despechada, le arroja una botella y le mata por accidente. A partir de ahí, el resto de los invitados comenzarán a conspirar para ver cómo ocultar el crimen, salvar a Elia de la cárcel y, en el proceso, quedarse con sus 140 millones. Lo mejor de la película son las actuaciones de los actores y la constatación de que la condición humana es una mierda. Juan (Antonio de la Torre) es el abogado maltratador y sin escrúpulos que desde el comienzo se pone a aguijonear la codicia de los demás para que se unan al plan de arrebatarle a Elia su premio. Aquí la película juega muy bien con las motivaciones. Uno tras otro, cada uno llevado por distintos motivos, todos acaban entrando en el juego de apoderarse de los 140 millones. La codicia triunfa, haciendo realidad la letra de la canción “Money” de Cabaret, que los protagonistas de la película cantan al inicio. Esos pequeños guiños simbólicos me encantan y creo que sólo los grandes guionistas saben cómo meterlos. Que todos, menos el sobrino Bruno (Marcos Ruíz) que es aún jovencito e ingenuo, sean más o menos cabrones, no implica que Elia sea una santa. Desde el comienzo está claro que con la fiesta Elia quiere comprar la amistad de sus viejos amigos y, sobre todo, recuperar el amor de Mario. En esta película en la que el que más y el que menos oculta algún secreto inconfesable, el de Elia es que tuvo en el pasado un brote psicótico y que a lo mejor la relación idílica que mantuvo con Mario no fue tan idílica como parecía. Como ocurre tan a menudo en el cine contemporáneo, una película magnífica se jode justo en el final. Parece que hubiera una conspiración entre guionistas y directores para colocar siempre un final feliz o, al menos, no demasiado dramático. Al final de la película, cuando todos se han ido, Elia se encuentra con una botella de vino y una nota de Ramón (Eduard Fernández), un amigo de la infancia, que dice “lo siento”. Ramón había sido desde el principio el que se había resistido más a robarle el dinero del premio a Elia. La descorcha, se sirve una copa y entonces ve a Ramón, que ha preferido quedarse con ella. Elia sonríe. Como estamos tan acostumbrados a que el amor todo lo solucione y siempre triunfe, estamos predispuestos a pensar que tal vez nazca el amor entre Elia y Ramón y de alguna manera redima la situación. El final es tan bonito como falso. Los griegos lo tenían claro. Si a una obra le llamas drama o tragedia, no puede terminar bien. El final que yo le habría puesto es el que pide la película: Elia tiene un nuevo brote psicótico y la tienen que internar. Es lo menos, después de todo el estrés que ha sufrido y dada su fragilidad mental. El resto de los protagonistas, incluido Ramón, celebran los millones que se han llevado, traicionando a Elia, con mayor o menor grado de culpabilidad. Tal vez Ramón, el que parece más honesto y sincero, tenga que pasar por las manos de algún terapeuta para tratar sus sentimientos de culpabilidad. Pero merece la pena sentirse culpable por unos cuantos millones de euros. Otros temas Tags CineCodiciaDineroFelices 140Gracia Querejeta Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 06 oct, 2019