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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Europa, como actor global de seguridad (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Un ejemplo de la complicada situación geopolítica en la que nos movemos es que si una potencia quiere que se la tomen en serio globalmente, tiene que demostrar que es un actor relevante en el terreno de la seguridad. Quedan muy lejos los tiempos en los que la entonces Comunidad Económica Europea podía conformarse con ser un Mercado Común con esteroides.

La primera timidísima referencia a la seguridad vino con el Acta Única Europea de 1986, cuya introducción decía que los EEMM contribuirían en unión al mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, conforme a los principios de la Carta de las NNUU. El Acta buscaba reforzar la cooperación política entre los EEMM y en su artículo 30.6 (a) les decía que una cooperación más estrecha en cuestiones de seguridad europea contribuiría al desarrollo de una identidad europea en asuntos de política exterior.

El Tratado de la UE de 1992 dio un paso más allá e introdujo un nuevo pilar, una política exterior y de seguridad común (PESC). El Tratado establecía que los miembros, en la medida de lo posible, adoptarían políticas de defensa comunes, que se implementarían por medio de la Unión Europea Occidental, la cual además contribuiría a la elaboración e implementación de aquellas decisiones y acciones de la Unión que tuvieran implicaciones en el terreno de la defensa. La principal debilidad del sistema establecido por el Tratado era la necesidad de unanimidad en la toma de decisiones en seguridad y defensa.

Al mismo tiempo, en junio de 1992, la UEO adoptó la Declaración de Petersberg que estableció qué tareas militares de contenido humanitario, de mantenimiento de la paz y de gestión de conflictos podría realizar la UEO. Las denominadas “Misiones Petersberg” no incluirían la defensa territorial por entenderse que esto era competencia de la OTAN. Las Misiones Petersberg respondían a la expectativa de que los conflictos interestatales de gran calado serían raros y las principales amenazas provendrían de conflictos locales. El final de la Guerra Fría y la guerra de Yugoslavia hacían que en aquel momento este planteamiento resultase más que plausible. Faltaban 30 años para la guerra de Ucrania.

Aun así, la PESC tardaba en arrancar. En diciembre de 1998, durante la cumbre franco-británica de Saint-Malo se hizo un llamamiento para que la UE se dotase de capacidades para ejecutar una acción militar; es decir, que la UE tenía que disponer de fuerzas militares creíbles en caso de crisis internacional.

El Tratado de Ámsterdam de 1999 modificó distintos aspectos de la PESC, después de que la guerra de Yugoslavia hubiera puesto de manifiesto la ineficacia de la UE. Era necesario aunar las ambiciones de la UE de ser un actor internacional por derecho propio y los recursos de que disponía realmente. En último extremo era preciso reforzar el carácter operativo de la PESC y mejorar el proceso de toma de decisiones.

El Tratado creó la figura del Alto Representante de la PESC, el primero de los cuales fue Javier Solana. También creó una Unidad de Planificación de la Política y de Alerta Rápida, que era una mezcla de oficina de análisis con la facultad de recomendar decisiones en ciertos ámbitos y gabinete de crisis. Otra novedad fue que introdujo “las misiones humanitarias y de rescate, misiones de mantenimiento de la paz y misiones en las que intervengan fuerzas de combate para la gestión de crisis, incluidas las misiones de restablecimiento de la paz”.

Todo eso estaba muy bien, pero lo más original fue la introducción de la estrategia común. El Consejo Europeo determinaría por consenso estrategias comunes. En éstas se precisarían los objetivos, duración y medios que aportarían la Unión y los EEMM.

El Consejo Europeo de Colonia del 3-4 de junio de 1999 estableció que la UE debía “tener una capacidad de actuación autónoma, respaldada por unos recursos militares creíbles, los medios para decidir emplearlos y la disposición para hacerlo, con objeto de responder a las crisis internacionales y sin perjuicio de la actuación de la OTAN.” Esta idea sería reforzada y hecha operativa en el Consejo Europeo de Helsinki, celebrado seis meses después.

En el Consejo Europeo de Helsinki de diciembre de 1999 los EEMM asumieron el compromiso de que la UE dispondría para 2003 de fuerzas militares capaces de despliegue rápido (60 días) y de operar al menos por un año para ejecutar todo el abanico de las Misiones Petersberg. La Cumbre estableció varias estructuras permanentes: el Comité Político y de Seguridad (COPS), cuyas tareas serían el seguimiento de la situación internacional y la dirección de las Misiones Petersberg, el Comité Militar de la UE, compuesto por los Jefes de Defensa y encargado de asesorar al COPS, y el Estado Mayor de la UE, que aporta los conocimientos militares y se ocupa de la alerta temprana, la evaluación de la situación, la planificación estratégica y las operaciones de gestión de crisis. Más tarde en el Consejo Europeo de Feira de junio de 2000 se definieron con más detalle las capacidades civiles y policiales necesarias.

Resulta interesante ver cómo la UE, según las conclusiones del Consejo, quería insertarse en la seguridad global. En primer lugar, la UE reconocía la responsabilidad de primera del Consejo de Seguridad de NNUU en el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. Esto es, la UE actuaría en este campo siguiendo las directrices del CSNU. La UE busca desarrollar capacidades autónomas y, cuando la OTAN en su conjunto no esté envuelta, lanzar y dirigir operaciones militares lideradas por la UE en respuesta a crisis internacionales. La UE rechaza la posibilidad de crear un Ejército europeo y reconoce que la OTAN es la base de la defensa colectiva de sus miembros y que seguirá teniendo un papel importante en la gestión de crisis. En este apartado podemos apreciar lo que ha sido la constante en el planteamiento europeo: quiero ser autónomo, pero por si acaso que la OTAN no se me aleje mucho.

Continuando con lo acordado en Helsinki, se elaboró un Plan de Acción Europeo de Capacidades que fue aprobado a finales de 2001. El Plan preveía aunar todos los esfuerzos, inversiones, desarrollos y medidas de coordinaciones nacionales y multinacionales para desarrollar gradualmente las capacidades que necesitaba la UE. Los principios que inspirarían el Plan eran: 1) Aumento de la eficiencia en los trabajos para desarrollar las capacidades militares; 2) Reforzar progresivamente la cooperación europea en defensa; 3) Mejorar la coordinación entre los EEMM de la UE y la cooperación con la OTAN; 4) Recabar el apoyo de la opinión pública.

Comenzó un proceso de reflexión sobre las carencias existentes, que fueron repartidas en dos categorías: aquéllas que podrían subsanarse si los EEMM revisasen sus contribuciones y ofreciesen capacidades de las que disponen y aquéllas que requerían el desarrollo de grandes proyectos a largo plazo, al no estar disponibles en los inventarios estatales. Para cada carencia se crearía un grupo de proyecto que desarrollaría los planes para cubrir la carencia detectada. La integración en los distintos grupos de proyectos era voluntaria.

 

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