Emilio de Miguel Calabia el 24 sep, 2023 Chantal destaca tres rasgos del modelo chino en lo que se refiere a las relaciones internacionales: 1) No intenta imponerlo ideológicamente como hacían EEUU y la URSS durante la Guerra Fría. Son sus socios quienes se ven atraídos por el modelo al verlo funcionar y al ver que no tienen que pagar peajes de democracia y DDHH; 2) Está fundado sobre los principios de la soberanía absoluta (cada uno gobierna su casa como mejor le parece) y la no intervención en los asuntos internos de otros Estados (“… no preconiza las violaciones selectivas de la soberanía de los países ni tan siquiera en los casos extremos del genocidio o del refugio de terroristas”). La conclusión de Chantal sobre las reflexiones anteriores es que “China está actualmente comprometida activamente en una ofensiva inédita para la mejora de sus capacidades militares (poder duro) y la promoción de su cultura (poder blando). Su papel mundial proviene sin embargo de su poder simbólico, es decir de su capacidad de proporcionar respuestas concretas a los grandes «enigmas» de un mundo presa de un grave vacío de liderazgo, causado por la retirada progresiva de EEUU y la incapacidad de las potencias europeas de asumir ese papel. Introduciéndose en esa brecha, China practica lo que Bourdieu denominaría una «economía de la buena fe», que le permite acumular a cambio un enorme capital simbólico…” Ejemplos de esa «economía de la buena fe» serían sus aportaciones al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, al banco de desarrollo de los BRICS y a los proyectos de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta. Evidentemente, Chantal rechaza cualquier acusación de que China realice prácticas neocolonialistas o que haya inducido a terceros países a caer en la denominada “trampa de la deuda”. En apoyo de este rechazo, cita, entre otros, a la profesora Deborah Brautigam de la Universidad John Hopkins que niega, por ejemplo, que en el famoso caso del puerto de Hambantota en Sri Lanka se hubiera producido una trampa de la deuda, habiendo sido más bien las malas decisiones del gobierno srilankés las que llevaron al desastre; el Grupo Rhodium, que señala que un caso de tener que ceder activos, como ocurrió en Sri Lanka, es algo raro en los créditos concedidos por China y el prestigioso Lowy Institute de Australia, que en un informe de 2019 concluyó que China no había emprendido una diplomacia deliberada de “trampa de la deuda”, aunque advirtió de los efectos deletéreos que podían tener grandes créditos concedidos a países con instituciones débiles. Otro factor que contribuye al poder simbólico de China es su autoidentidad como país perteneciente al Sur Global. Esta autoidentidad le proporciona a China las siguientes ventajas: 1) Añade legitimidad a sus relaciones con el mundo en desarrollo; 2) Ofrece una vía de desarrollo económico que puede ser vista como emergente del Sur Global, no impuesta por el Norte, como era el Consenso de Washington; 3) El respeto de China a la autodeterminación y a la soberanía resuena fuertemente en países que han salido del colonialismo; 4) Ideas como la del “destino compartido de la Humanidad” ofrecen un contrapunto al unilateralismo de EEUU. Deng Xiaping había afirmado que China nunca sería una superpotencia y en ese sentido China se ha esforzado por seguir autodefiniéndose como Estado en desarrollo y seguir jugando a la identificación con los Estados en desarrollo. De esta manera un discurso basado en la solidaridad entre los países del Sur tiene más credibilidad. Según Chantal: “… se pone en marcha una estrategia semejante a una psicoteología y que imita a la perfección, en el contexto internacional, la Teología de la Liberación.” Esta última frase, que no he entendido del todo, me ha sonado a rebuzno del autor para demostrar lo inteligente que es. Si alguien entiende lo que es la psicoteología, por favor que me lo cuente en un comentario. Chantal dedica el último capítulo a considerar cómo lo dicho se aplica al caso concreto de Latinoamérica. China aspiraría a convertir sus relaciones con Latinoamérica en un modelo de relaciones Sur-Sur. La espectacular penetración que ha llevado a cabo en Latinoamérica ha sido analizada en términos de poder duro y poder blando. Chantal, como era de esperar, sin negar algunas virtudes a las aproximaciones en términos de poder duro y poder blando, prefiere analizar la cuestión en términos de poder simbólico. El punto de partida sería la crisis de legitimidad de EEUU, que ha ido a la par que el fortalecimiento de la confianza en sí y del deseo de conducir una política exterior independiente que se ha producido en distintos países latinoamericanos. Esto ha coincidido con un momento en el que EEUU con la atención puesta en Oriente Medio y en Asia-pacífico, se había desentendido de Latinoamérica. China aprovechó la coyuntura; ya en 2008 publicó un Libro Blanco sobre su política hacia Latinoamérica y el Caribe. Su publicación coincidió con la crisis de 2008, cuando la atención norteamericana estaba puesta en salvar su modelo económico. Un tercer factor que coadyuvaría a la penetración china en la región fueron los triunfos electorales de partidos de izquierda en Latinoamérica: Hugo Chávez en Venezuela (1998), el matrimonio Kichner en Argentina (2003, 2007 y 2011), Lula da Silva y Dilma Roussef en Brasil (2002, 2006 y 2011), Evo Morales en Bolivia (2005 y 2009)… La aproximación inicial de China en Latinoamérica ha sido económica y financiera. A países que buscaban diversificar sus mercados, China les ha ofrecido la posibilidad de hacerse menos dependientes de la inversión directa de EEUU y Europa y, además, en un contexto en el que la financiación occidental había disminuido por la crisis financiera de 2008. A partir de ahí, China comenzó a ofrecer un modelo distinto del del Consenso de Washington, que combinaba Estado y mercado. Este modelo se veía reforzado por el éxito fulgurante de China en las décadas anteriores. Elementos del modelo chino que resultaban atractivos a los latinoamericanos eran: 1) Su pragmatismo y disposición a adoptar métodos innovadores y heterodoxos si hacía falta, frente al esquema cuadriculado del Consenso de Washington; 2) Su adaptación a las condiciones locales, frente al tamaño único preconizado por el Consenso de Washington. Chantal saca a colación unas palabras que Deng Xiaoping le dijo al presidente de Ghana: “Por favor, no copien nuestro modelo. Si hay una lección a extraer de nuestra parte, es la de formular las políticas a la luz de las propias condiciones nacionales.”; 3) El foco se pone en los derechos económicos y sociales y se insiste en que los derechos son multidimensionales y no deben limitarse a los derechos civiles y políticos [la realidad es que se produce la imagen especular: si quienes insisten en los derechos civiles y políticos, a veces no prestan suficiente atención a los derechos económicos y sociales, quienes subrayan que los derechos sociales y económicos son la base para poder disfrutar de los derechos civiles y políticos, a la hora de la verdad, suelen olvidarse de los segundos]. A esos tres elementos hay que añadir un cuarto de imagen: China se ha presentado a Latinoamérica como una igual, como otro Estado que ha tenido que sufrir el dominio y la explotación de terceros países. China lleva décadas acumulando capital simbólico en Latinoamérica, gracias a sus inversiones y a la paciencia estratégica. A este respecto Chantal señala que capital material y capital simbólico son intercambiables. China juega con la ventaja de que no se la asocia con las grandes potencias dominadoras del pasado, especialmente con EEUU, cuya Historia común y no siempre positiva en Latinoamérica, le representa una rémora. China además ha sabido crear una narrativa que resuena en Latinoamérica. Chantal cierra el capítulo con unas observaciones que también ayudan a entender su concepto del capital simbólico: “… en la extraordinaria penetración de China en Latinoamérica la acumulación de capital simbólico ha jugado también un papel muy importante (…) Este éxito es simbólicamente importante, pues habilita a China a proyectar una imagen de sí misma como país capaz de aportar una respuesta a los «enigmas» de América Latina y de proporcionar los medios materiales y simbólicos necesarios para su resolución. Este símbolo le confiere legitimidad, prestigio e influencia (capital simbólico), tanto en el plano doméstico como en el internacional, en particular porque otros países desean aprovechar la experiencia de China…” Otros temas Tags ChinaConsenso de WashingtonDeborah BrautigamDeng XiaopingEEUUHambantotaLatinoaméricaPoder blandopoder duroPoder simbólicoPsicoteologíaRoromme ChantalSur Global Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 24 sep, 2023