Emilio de Miguel Calabia el 18 sep, 2023 “Cómo conquista China el mundo. El papel del poder simbólico” es un libro del sinólogo canadiense Roromme Chantal. La introducción ya deja entrever cuál es la opinión de Chantal. “Pero no se elogia a China únicamente en el Sur. Ha encontrado también admiradores ilustres en EEUU, Europa y Canadá para hacer valer que su modelo es digno de inspiración”. Entre esos admiradores de China Chantal saca a colación al presidente Obama, al Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, al periodista David Ignatius y al columnista norteamericano Thomas Friedman. De este último entresaca una cita provocadora de su libro “El mundo es plano”: “Echo un ojo envidioso sobre el sistema político autoritario de China (…). No puedo abstenerme de sentir una cierta envidia cuando considero la capacidad de China para tratar seriamente sus problemas (…) Si pudiésemos ser China durante un día (…) Eso nos permitiría realmente resolver todos los problemas, de la economía al medio ambiente.” El eje de la argumentación de Chantal es el concepto de poder simbólico y su marco conceptual la idea que de éste ha elaborado el sociólogo Pierre Bourdieu. Para Bourdieu, el mundo social es un mundo simbólico. La fuerza se vuelve legítima cuando se hace invisible, cuando consigue que las relaciones de dominio no sean vistas como tales, pero generen obligaciones. Las relaciones de fuerza se convierten en relaciones de sentido. Este poder influye sobre las relaciones sociales, sobre los valores y sobre las interpretaciones de la realidad, permitiendo la conquista de los corazones y las mentes. En resumen, el poder simbólico genera una creencia compartida sobre su legitimidad y presupone una complicidad activa por parte de quienes se le someten. Se trata de un concepto que se ha utilizado en sociología, pero apenas en el estudio de las relaciones internacionales. El poder simbólico permitiría una hegemonía suavizada y más soportable. El poder simbólico explicaría muy bien el tipo de hegemonía que EEUU ha ejercido sobre Occidente. También permitiría explicar la batalla ideológica que se dio entre EEUU y la URSS y actualmente entre EEUU y China. El poder simbólico permitiría explicar y analizar el ascenso de China de una forma que otros paradigmas no permiten. El punto de partida del poder simbólico chino serían sus espectaculares logros económicos de los últimos años. Tanto más espectaculares si se los compara con la evolución económica de Occidente en ese período y con la crisis de 2008. Esos logros económicos han demostrado que existen otras vías de progreso distintas de las propugnadas por Occidente. Un corolario sería que un modelo controlado por el Partido Comunista y funcionando con parámetros meritocráticos sería más eficaz que la democracia. Chantal subraya: “… el régimen chino sorprende por su capacidad de hacer frente a la mayor parte de los grandes problemas vinculados a la creación de un Estado, que pueden requerir décadas para se abordados en una democracia liberal.” En contraposición, el sistema norteamericano “institucionaliza el bloqueo, banaliza la toma de decisiones y favorece el ascenso de presidentes mediocres como George Bush hijo.” El ascenso de China ha provocado dos tipos de análisis: aquéllos que se centran en el crecimiento de su poder duro y aquéllos que se fijan especialmente en sus iniciativas para aumentar su poder blando. Ambos tienen en común que tienden a percibir el ascenso de China como una amenaza. Quienes se centran en lo primero, acaban con análisis a la Graham Allison y hablando de la trampa de Tucídides. Los segundos estiman que su poder blando va creciendo y que China presenta una visión del mundo cada vez más atractiva para terceros países. No obstante, siempre ha sido difícil explicar lo que es el poder blando. En el caso de China, me quedo con las observaciones que hizo Joshua Kurlantzick en “Charm Offensive. How China’s Soft Power is Transforming the World”: “Para los chinos el soft power significa todo fuera de las áreas militares y de la seguridad, incluyendo no sólo la cultura popular y la diplomacia pública, sino también las palancas económicas coercitivas y diplomáticas como la ayuda y la inversión.” La visión de Kurlantzick casi no distingue entre poder duro y poder blando, pero él no está tratando de definir ambos conceptos, sino de ver cómo entienden los chinos el poder blando. Como quiera que lo entiendan, son conscientes de que las ideas norteamericanas son todavia mucho más influyentes en el mundo que las de China (Yan Xuetong). Joseph Nye, por su parte, estima que China tiene un potencial importante de soft power: una Historia más que milenaria, una cultura refinada que puede rivalizar con Occidente y la presencia de una amplia diáspora. China es consciente y en los últimos años ha tratado de rehabilitar a figuras del pasado como Confucio o el almirante Zheng He. Para mi sorpresa, no siento que China haya echado mucha mano del taoísmo que, sin embargo, es una filosofía que puede ejercer un gran atractivo en Occidente. A pesar de lo anterior, Nye cree que a China le queda mucho para atrapar a EEUU en soft power. Le faltan industrias como Hollywood, universidades al nivel de las norteamericanas, ONGs potentes que en EEUU son responsables de una parte importante de su poder blando… Yo añadiría que, aparte de su belleza, el idioma chino nunca podrá reemplazar al inglés como lengua internacional. Gustav Dorren, cuyo libro “Babel. La vuelta al mundo en 20 idiomas” comenté aquí, creía que había tres factores que impedirían ese reemplazo: 1) La extraordinaria complejidad de la escritura china; 2) El sistema tonal; 3) Su poca difusión geográfica, más allá de China y regiones de raigambre cultural china. Otros temas Tags ChinaGraham AllisonGustav DorrenJoseph NyeJoshua KurlantzickPierre BourdieuPoder blandopoder duroPoder simbólicoRoromme Chantal Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 18 sep, 2023