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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Disneylandia para adultos (y 3)

Emilio de Miguel Calabia el

Otros dos libros de la década de los noventa que investigan la cuestión del turismo sexual desde una perspectiva más científica y objetiva son “Travels in the skin trade. Tourism and the sex industry” de Jeremy Seabrook y “Night Market. Sexual cultures and the Thai Economic Miracle” de Ryan Bishop y Lillian S. Robinson.

Con el cambio de siglo, yo diría que la literatura sobre el turismo sexual en Tailandia ha cambiado, igual que lentamente ha ido cambiando el fenómeno. Diría que el halo romántico y exótico que pudo haber tenido hace décadas se ha esfumado y lo que ha quedado es la realidad de un intercambio mercantil, en el que entran en juego relaciones de poder.

No he visto tantos libros interesantes publicados sobre el tema en los últimos años. Aquéllos que lo hacen, han cambiado la perspectiva. Ahora interesan mucho más la cuestión de la prostitución de los transexuales y de los homosexuales y la perspectiva de las mujeres que se dedican a la prostitución. También interesa más analizarla en un contexto social más amplio.

Un libro en esta línea es “Ángeles de Pattaya” de G.T. Gray, que es de 2005. El libro recoge diez entrevistas a prostitutas tailandesas. Hay un poco de todo. Chicas que se meten en el oficio porque necesitan dinero para ayudar a sus familias y otras que lo hacen porque es una manera fácil de sacar dinero. Chicas que se sienten humilladas por lo que hacen y otras que piensan que si los hombres se portan bien (los clientes pueden ir desde los amables hasta los asquerosos), la profesión puede ser placentera y hasta divertida. Algunas no ven futuro y otras aspiran a enganchar a un cliente y hacer que pase a la categoría de marido.

Otro libro que ha tenido gran éxito en los últimos años ha sido “Sólo 13. La verdadera historia de Lon”, en el que Julia Manzanares y Derek Kent narran la historia de Lon, una chica de Isarn que entró en el mundo de la prostitución a los 13 años, empujada por su madre. “Mi madre sólo sabe dos cosas: que los hombres mayores quieren acostarse conmigo y que ella quiere dinero.” Más allá de las experiencias sórdidas con sus clientes, lo más interesante del libro es el relato de su infancia. Porqué no pocas chicas de las zonas rurales encuentran que la prostitución puede ser una salida, se entiende mejor si uno conoce en qué circunstancias y en qué familias desestructuradas se criaron.

Aun cuando en el siglo XXI se haya tendido a dar más voz a las chicas de los bares, la visión de la pérfida bailarina de estriptís que devora vivo al turista occidental sigue persistiendo. Una de las novelas más exitosas de las publicadas en los últimos años con temática tailandesa es “Bailarina privada” de Stephen Leather. Básicamente es la misma historia que Jack Reynolds contó 50 años antes: occidental ingenuo, que no conoce el país, se infatua de una chica de bar y la cosa termina mal.

Hay dos afirmaciones del libro que me llamaron la atención. La primera es su descripción del turista sexual típico: “La mayor parte de los turistas sexuales son taxistas, carniceros, albañiles, fontaneros, administrativos. Hombres que lo tendrían difícil para encontrar una chica medio decente en sus pueblos. ¿Piensas que sólo porque has viajado en la sección turista de un vuelo de larga distancia durante un día, de repente te has convertido en una persona fascinante? Piénsatelo dos veces.” Anécdota personal: una vez, volviendo de Bangkok, en la recogida de maletas, me encontré con un hombre de cuarenta y tantos, rechoncho y vulgar; llevaba un pañuelo pirata anudado a la cabeza y otro a la cintura; esperaba su maleta con aire chulesco y aspecto de “aquí estoy yo, que lo valgo”. Me lo imaginé al día siguiente, sirviendo cuarto y mitad de solomillo a la señora Manuela en la carnicería.

La otra afirmación es más discutible. Leather la pone en boca de un detective privado farang: “Me parece, basado en casi veinte años de experiencia como detective privado, que la inmensa mayoría de farangs que se casan con chicas tailandesas son turistas sexuales. Y la mayor parte de las chicas tailandesas que se casan con occidentales son chicas de bar. Esto es un hecho, por más que sea desagradable.” Hasta finales de los noventa, que Tailandia estaba mucho más cerrada a las influencias occidentales, esto era bastante cierto. Veinte años después no lo es. Muchos farangs que instalados en Tailandia se casan con tailandesas de toda condición y tienen matrimonios exitosos. Ya no es tan raro ver parejas mixtas occidental/tailandesa y cuando los tailandeses las ven, saben distinguir al momento si la chica procede de un bar o no. Cuando el farang es residente en Tailandia, lo más probable es que su pareja NO provenga de un bar.

La novela de Leather que literariamente tiene simplemente un pasar, posiblemente quede obsoleta en breve. El turismo sexual en Tailandia está cambiando. Para empezar, los turistas tienen más años. La sociedad ha cambiado y las generaciones más jóvenes no ven el turismo sexual con los mismos ojos. Además, con Tinder y similares, uno no necesita viajar para encontrar relaciones sexuales. Además, la idea del amor está cambiando. La gente apuesta más por un amor ligero y con poco compromiso, que por esos amores atribulados y apasionados, ya sea la otra persona alguien que trabaje en Bolsa, neurocirujana o una chica de bar. También las chicas de bar tienen más años. La natalidad ha caído en Tailandia y ya prácticamente no se encuentran,- ni tan siquiera en las zonas rurales-, esas familias con cinco hijos, en las que había tres hijas y dos de ellas se iban a Bangkok y Pattaya a buscarse la vida. Además, la educación ha mejorado y una chica de un medio rural tiene más posibilidades de acabar yendo a la universidad y encontrar trabajos aceptables, que no tengan que ver con la prostitución.

Otra cosa que han cambiado son las actitudes y el desconocimiento. Cada vez hay menos turistas sexuales que llegan a Tailandia ingenuos y sin conocimiento del país. Por su parte, las chicas de los bares ya han estado más expuestas a la cultura occidental, vía películas y televisión, de manera que tienen expectativas más realistas sobre lo que se van a encontrar.

Aunque la figura de la bailarina de estriptís devora hombres siga existiendo, hay muchas chicas que entran en el negocio no con la idea de exprimir a un farang, sino con la de encontrar uno bueno que les ofrezca una vida acomodada. En el pasado, era una realidad que muchas chicas querían al farang para sacarle dinero, pero era el noviete tailandés secreto el que de verdad las ponía. Ahora que la brecha cultural se ha reducido, una pareja farang para muchas chicas es preferible a un noviete tailandés mujeriego, manirroto e irresponsable. En este sentido recomiendo vivamente el libro de la antropóloga tailandesa Patcharin Lapanun, “Love, Money and Obligation. Transnational Marriage in a Northeastern Village”, que comenté ya aquí.

Mientras escribía esta entrada, tuve la sensación de estar escribiendo sobre un mundo que está desapareciendo. Muchos dirán que “gracias a Dios” está desapareciendo. Siendo el pesimista que soy, me limito a responder: antes de agradecerle a Dios, veamos qué es lo que vendrá a sustituirlo.

 

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