Emilio de Miguel Calabia el 08 nov, 2017 Lo malo de mirar el pasado desde el presente es que a menudo nos creemos que las cosas no podían ser de otra manera que como fueron, que las cosas estaban de alguna manera predeterminadas. Un ejemplo lo tenemos en la II Guerra Mundial. Desde nuestro presente nos parece que la derrota de la Alemania nazi y del Japón imperial estaba predeterminada. Hitler se metió en una Guerra de dos frentes que no podia ganar y encima, en un ataque de chulería le declaró la guerra a EEUU, en el mismo momento en que sus huestes se estrellaban ante las defensas de Moscú. Japón, por su parte, fue como el boxeador de peso pluma que desafía a Mike Thyson. Quiso jugar por encima de su liga y así le fueron las cosas. En “Decisiones transcendentales. Diez decisiones que cambiaron el mundo 1940-1941” (el título original inglés es “Fateful Choices. Ten decisions that changed the world 1940-1941”), Ian Kershaw analiza diez decisiones que se tomaron entre mayo de 1940 y el otoño de 1941 que determinaron el curso que tomaría la II Guerra Mundial. La primera decision clave fue la de los británicos de seguir combatiendo tras la derrota de Francia. Hoy, todo el mundo se acuerda del discurso de Churchill del 4 de junio de 1940 en el que anunciaba que “iremos hasta el final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y los océanos (…), defenderemos nuestra isla, a cualquier precio”. Sin embargo, por aquellos días, no todos pensaban como Churchill y, sobre todo en el establishment, había quienes abogaban por llegar a un acuerdo con Hitler, utilizando acaso la mediación italiana. De hecho su discurso de toma de posesión del 13 de mayo, en el que prometió “sangre, sudor y lágrimas” como si fuera un inspector de Hacienda, fue recibido con frialdad por sus colegas conservadores. Muchos de ellos habrían preferido ver al frente del Primer Ministerio a cualquiera antes que a Churchill. Hitler confiaba en que los británicos, tras la caída de Francia, aceptarían cualquier acuerdo que se les ofreciera. Su negativa le sorprendió. No entendía que no quisieran llegar a un acuerdo ahora que Francia había caído y estaban solos. Los ingleses eran de los pocos pueblos a los que Hitler respetaba algo. Le hubiera gustado llegar a un acuerdo con ellos de division del mundo: las colonias para los británicos y Europa para Alemania. Evidentemente en este acuerdo los británicos habrían sido el socio menor. No había suficiente espacio en el continente europeo para dos machos alfa. Pienso que ni Hitler, que era un ignorante sobre la guerra naval, ni sus generales, que se cagaban de miedo ante el pensamiento de invadir Gran Bretaña y tenérselas que ver con la Armada británica, se tomaron nunca del todo en serio lo de la Operación León Marino, la invasion por mar de Inglaterra. Sólo así se explican sus dilaciones y el entusiasmo con que acogieron la propuesta de Goering de someter a Inglaterra mediante una campaña de bombardeo aéreo. Goering entendía más de marcas de coñac que de aviones, pero lo de que hubiera sido un as de la aviación en la I Guerra Mundial imponía cierto respeto. Teniendo en cuenta la de veces que la cagaría más tarde durante la Guerra, la propuesta de aniquilar a Inglaterra desde el aire no parece el peor de sus errores. Hitler racionalizaba las ganas que tenia de atacar a Rusia con el argumento de que, cuando Inglaterra viera que la URSS había sido conquistada y que no podia contar con ella para combatir a Alemania, estaría más predispuesta a pactar. Como argumento tenia una debilidad: la URSS y Alemania ya tenían un Pacto de No Agresión y, aunque Stalin no fuera de fiar, no parecía que fuera del interés de los soviéticos el romperlo. Más vale dictador conocido que democracia por conocer. Otro argumento de más peso era que EEUU se lo pensaría dos veces antes de atacar a una Alemania que controlase los abundantes recursos naturales de la URSS. Ya en el verano de 1940, Hitler era consciente de que tenia dos problemas encima de la mesa: hacer que Inglaterra saliese de la Guerra y que EEUU no entrase. Estos argumentos para declarar la guerra a Rusia tenían algo de cortinas de humo. La verdadera razón era ideológica. Hitler pensaba que para ser grande Alemania necesitaba ampliar su espacio vital y ese espacio vital se encontraba en el Este. Esto se juntaba con su desprecio a los eslavos, a los que consideraba subhumanos, y al régimen bolchevique, al que le encontraba raíces judías. Y es que Hitler encontraba raíces judías a todo lo que no le gustaba, empezando por las salchichas. En su desprecio por los rusos, Hitler se imaginaba que no habría el peligro de una guerra en dos frentes como en la I Guerra Mundial, porque la invasion de Rusia se resolvería en una campaña breve, que posiblemente estaría terminada para finales de 1941. Era tanta su confianza y la de sus generales, que descuidaron algo tan básico como abastecer a sus tropas de ropa de invierno por si la campaña se alargaba. Al parecer no habían oído hablar de Napoleón y la invasion de Rusia de 1812 por la Grande Armee, que entro como Grande Armee y salio como Petite et Gelee Armee. Dentro del establishment alemán, únicamente la Armada abogaba por una estrategia Mediterránea, que pasaba por conquistar Gibraltar y Suez y dirigirse luego a los campos petrolíferos de Oriente Medio. Era una opción más sensata, pero Hitler estaba empecinado en atacar Rusia y además entendía poco de estrategia naval. Para rematar la Armada era el hermano pequeño de las FFAA alemanas y lo tenia cuesta arriba para convencer al Ejército de Tierra que, por una mezcla de servilismo y arrogancia, estaba por la invasion de Rusia. Ya sabemos cómo terminó la historia. De las diez decisiones fatales que analiza Kershaw, ésta fue la que tuvo mayores consecuencias. Hitler habría podido vencer la guerra o al menos dejarla en tablas, si no hubiese atacado a la URSS. Por las fechas en que Hitler se decidía a atacar a Rusia, los estrategas japoneses deliberaban sobre el camino a seguir. Las opciones eran: atacar a la URSS, aproximarse a soviéticos y alemanes, entonces percibidos como aliados entre si, o tratar de llegar a un acomodo con las potencias anglosajonas. El ataque a la URSS era la opción menos preferida. En el verano de 1939 tropas japonesas y soviéticas habían librado duros combates en Nomonhan, en la frontera de Manchukuo, en los que los primeros se habían llevado la peor parte. A diferencia de los alemanes, los japoneses habían aprendido a respetar al Ejército soviético. Por otra parte, el pacto de no agresión germano-soviético, les había pillado por sorpresa. De pronto, su principal amigo en Europa llegaba a un acuerdo con uno de los principales rivales de Japón en Asia. La aproximación a Alemania parecía la opción más prometedora. Alemania iba ganando y no imponía a Japón condiciones imposibles para la alianza. Si hasta la caída de Francia, Japón había moderado el ritmo de su acercamiento a Alemania para no alienarse a los aliados, con quienes todavía pensaba que podía llegar a un entendimiento, ahora las barreras a ese acercamiento desaparecieron. Un factor que influyó en los decisores japoneses fue que, con sus derrotas en Europa, los imperios asiáticos de franceses, británicos y holandeses parecían fruta madura. Finalmente, la opción de buscar un acomodo con los aliados anglosajones era la menos apetecible. Para los decisores japoneses había dos asuntos incuestionables: Corea y Manchuria debían permanecer en manos japonesas y tenían que quedarse con algo en China para justificar todos los sacrificios realizados desde 1937. Los decisores japoneses no querían irse de China con las manos vacías, porque hubieran tenido entonces que explicar a su opinión pública que tantos esfuerzos y muertos habían sido en vano. La percepción japonesa era que cualquier acomodo con EEUU pasaba por parar la invasion de China. En esto acertaban. En lo que probablemente se equivocaran, era en su apreciación de que EEUU querría obligarles a abandonar Manchuria. Sea como fuere, en el verano de 1940 los estrategas japoneses decidieron que atacarían los imperios coloniales europeos en Asia, aun a sabiendas de que eso podia llevarles a un conflicto con EEUU. La opinion pública norteamericana a finales de 1939 veía el conflicto europeo como algo indeseable y de lo que se quería mantener apartada. El Presidente Roosevelt, por su parte, tenia claro que la derrota de Gran Bretaña sería una catástrofe para la democracia y para el mundo. Poco a poco Roosevelt iría llevando a su país hacia la guerra. El primer gran paso lo dio en septiembre de 1940 cuando acordó con Gran Bretaña la transferencia de destructores norteamericanos a cambio del derecho a construir bases en algunas de sus posesiones. Desde un punto de vista puramente militar fue una decision con pocas consecuencias. Pero desde un punto de vista simbólico, su importancia fue inmensa. Era la señal de que EEUU podría no mantenerse neutral y apoyar a Inglaterra si la veía en peligro de ser derrotada. Hay que tener en cuenta el riesgo que corrió Roosevelt tomando esta decision en un país con una opinion pública básicamente aislacionista, a dos meses de las elecciones presidenciales. Más tarde, una vez pasadas las elecciones presidenciales, Roosevelt iría más lejos con la Ley de Préstamo y Arriendo que convirtió de hecho a EEUU en el arsenal de los aliados. Con esta Ley, la neutralidad norteamericana se convirtió en un unicornio, esto es, en un animal de ficción. No sé si las armas suministradas por EEUU causaron directamente la derrota de los alemanes, pero lo cierto es que facilitaron mucho la defensa de Inglaterra y de la URSS en el período crítico de 1941, cuando los alemanes estuvieron cerca de conseguir la victoria total. Historia Tags Adolf HitlerFranklin D. RooseveltHistoria del siglo XXIan KershawII Guerra MundialWinston Churchill Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 08 nov, 2017