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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Va de sagas familiares

Editorial Amok
Emilio de Miguel Calabia el

Una categoría literaria que se practicó mucho en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX fue la de las sagas familiares. Consistía en seguir los avatares de una familia a lo largo de tres o cuatro generaciones, reflejando de paso los cambios sociales. Una de las novelas más famosas de este género es “Los Budenbrook. Decadencia de una familia” (la segunda parte del título original rara vez se menciona, pero recoge muy bien de lo que va la novela) de Thomas Mann. La novela narra a lo largo de cuatro generaciones el declive de una familia de comerciantes de Lübeck. Mann toma la imagen arquetípica del gran patriarca a partir del cual cada generación subsiguiente es más y más débil e inane que la anterior. Aparte de la calidad de la novela y de su gran descripción de la evolución del puerto hanseático de Lübeck, creo que parte de su éxito es lo bien que sabe jugar con el arquetipo citado.

Ya no se escriben sagas familiares. Thomas Mann necesitó de 722 páginas para escribir “Los Boodenbrook”. Naguib Mahfuz, para seguir los avatares del patriarca Ahmad Abd al-Jawad y su familia a lo largo de 35 años, necesitó escribir una trilogía. John Galsworthy fue un poco más allá. Su saga de los Forsyte está compuesta por tres novelas y dos interludios más breves.

Hoy con dificultad uno consigue que los lectores se lean nada que tenga más de 200 páginas, así que 722 páginas, aunque sea repartidas en tres volúmenes… La singapureña Balli Kaur Jaswal en “El legado” opta por una solución más acorde con nuestros tiempos. En 250 páginas comprime la historia del patriarca Harbeer, un sij que emigra a Singapur y trabaja en la policía, sus hijos y sus nietos a lo largo de 20 años. La historia está muy bien narrada y a no me hubiera importado que le hubiese añadido cien o doscientas páginas más. Así de raro soy.

Harbeer está hecho de la pasta de los viejos patriarcas. Duro con todos, empezando consigo mismo, vive bajo un código moral que le encorseta y que le impide ser feliz y adaptarse a los cambios que va sufriendo la sociedad singapureña. Su gran preocupación es el qué diran en su pequeña comunidad sij.

Sus tres hijos son otras tantas decepciones. Gurdev, el mayor, es un hombre débil de carácter y con poca iniciativa. Posiblemente esa debilidad provenga de cómo fue educado por un padre abrumador, que no le dejó ser. Gurdev es el único que está casado y tiene tres hijas. El segundo, Narain, es homosexual. Su padre piensa que es algo vergonzoso y que con un poco de esfuerzo podría superarlo. Puede que Narain piense un poco lo mismo. Lleva sus aventuras homosexuales completamente al margen de su familia, de una manera un poco vergonzante y sin permitirse tener una relación sentimental adulta. Amrit, la hija menor, desde la adolescencia dará muestras de problemas mentales, pero para la generación de Harbeer no hay problemas mentales, sino problemas de falta de moralidad y falta de esfuerzo.

Harbeer gobierna a su familia con el miedo y el silencio. Los hijos no se atreven a hablar con él, los problemas no se discuten. En el extremo, los problemas se barren debajo de la alfombra y se finge que no existen. En el fondo Harbeer es el primero que sufre con ese silencio. Su única válvula de escape es sincerarse en largas cartas que escribe y que luego mete en un cajón.

Lo que me fascina es cómo en pocas páginas Jaswal mete tantísimas sutilezas psicológicas. La que más me gusta es la descripción de una familia que no se comunica, donde reina el silencio, donde nada se puede decir que choque o sea inesperado.

Una característica de la novela, que he encontrado en otros escritores singapureños, es la mezcla de orgullo por el desarrollo de Singapur, de nostalgia triste por las cosas que se perdieron en el camino y de exasperación por la ingeniería social efectuada por las autoridades.

En cuanto a lo primero, no hay más que comparar las cifras del Singapur de la independencia con las actuales: PIB per cápita: 516 dólares en 1965, 59.797 en 2020; expectativa de vida en 1965, 66 años. En 2020, 83; mortalidad materna, ha pasado de 13 por cada 100.000 nacidos vivos en 2000 a 8 en 2022. Incluso sin cifras, no hay más que ver el skyline de Singapur y compararlo con fotos de hace 50 años para darse cuenta de lo que ha avanzado el país en este tiempo.

En cuanto a lo segundo, se añora un estilo de vida más rural, más comunitario y más simple. En “El legado”, como en alguna otra obra de autores singapureños, me ha parecido advertir una cierta crítica a las viviendas sociales en las que vive la mayor parte de la población y que pueden considerarse como un gran logro del gobierno al facilitar el acceso a la vivienda a gran parte de la población. La crítica es a su uniformidad, a su modestia, a su falta de alma.

En cuanto a lo tercero, para que se entienda lo de la ingeniería social, que es lo que puede resultar más chocante al extranjero, transcribiré la carta que Narain le escribe a la Unidad de Desarrollo Social: “… La primera pregunta de su reciente misiva era: “¿Qué es lo que sabes realmente de la UDS [SDU es la sigla en inglés. Lo señalo por lo que viene a después]?” Al igual que la mayoría de los singapureños, sé lo que he leído en los periódicos. La Unidad de Desarrollo Social fue creada por las autoridades hace unos años para “promover” la interacción entre ambos sexos. Es, en esencia, una agencia de encuentros para hombres y mujeres gestionada por el Gobierno. Seguro que está al corriente de que la mayoría de los singapureños asocian coloquialmente las siglas SDU a los términos Soltero, Desesperado y Última oportunidad (…) Que el Gobierno financie y promocione el amor desde luego es algo muy singapureño. Luego caí en la cuenta de que, hace veinte años, poca gente habría podido etiquetar ninguna conducta de “muy singapureña”. Este país no tenía una identidad formada: aún estábamos intentando encontrarnos a nosotros mismos. Hoy en día, allá donde voy veo recordatorios de lo que es un singapureño… o más bien de lo que nos esforzamos por ser.”

En fin, una novela a recomendar, editada por Ediciones Amok.

 

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