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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El Remanso, Shunkin y la vida como debiera ser

Emilio de Miguel Calabia el

El Remanso es una iniciativa de Miguel Ángel Cayuela y Delia Bento que consiste en pasar un fin de semana leyendo una obra con su autor. Pero ellos en su página web lo explican mucho mejor que yo:

No tenemos tiempo. Todos queremos leer y no tenemos tiempo. Tenemos un libro encima de la mesa y pasan los días. Deseamos encontrar el momento de abrirlo. Pero estamos inquietos. Tenemos los ojos secos y cansados. Necesitamos un momento donde todo se quede fuera. Un momento de quietud. Sin distracciones ni estímulos. Necesitamos tener tiempo, recuperarlo. Respiramos hondo y lo intentamos. Siete, ocho páginas perdidas, hasta que de pronto ocurre: estamos dentro.

Una vuelta a la calma para encontrarnos con todo el tiempo del mundo. Para alimentarnos de otras vidas, del silencio, del tacto del papel. Deteniéndonos en la lentitud de la palabra. Un retiro en calma. Un remanso lector.”

Pasé el primer fin de semana con ellos en Castrojeriz, en un hotelito silencioso, con un jardín frutal que invitaba a leer y a pasear. Es la primera vez que he sentido que la lectura también puede ser una actividad meditativa. Acostumbrado a leer en autobuses, mientras una fámula a mi lado le cuenta a voz en grito por el móvil a su amiga la última perrería que le ha hecho su señora y un niño de voz aflautada y chillona se queja a su madre porque el bocadillo que le preparó era de salchichón y no de chorizo (esas pequeñas tragedias del primer mundo), no me pude creer que fuera posible leer en silencio y lentamente, sin preocuparse de si aún cabe otra página antes de la próxima parada, y que todos hubiésemos conspirado para dejar los móviles en silencio.

Hablar de Castrojeriz es hablar del castillo medieval, al que terminó de arruinar el terremoto de Lisboa de 1755 y de sus tres iglesias, que llegaron a ser cinco en los buenos tiempos y que muestran la riqueza que hubo en la región. También es hablar de la buena cocina del hotel, que un poco de hedonismo es un buen compañero para la lectura.

El libro que leímos fue “Sobre Shunkin” de Junichiro Tanizaki, uno de mis cinco escritores japoneses favoritos. Los otros son Yukio Mishima, Yasunari Kawabata, Kenzaburo Oe y Haruki Murakami. Para penetrar en los recovecos de “Sobre Shunkin” tuvimos al profesor Carlos Rubio, para mí el principal conocedor de la literatura japonesa en nuestro país. Él nos puso la obra en el contexto de la Historia de Japón y de la historia personal de Tanizaki. Lo que sigue son algunas ideas que se me quedaron grabadas de todo lo que contó:

Sobre Shunkin” es una obra maestra y como tal tiene muchas lecturas. Podemos verla como una reflexión sobre el arte y los sacrificios que requiere llegar a la excelencia o como una historia de amor bastante peculiar. La historia tiene un algo de onírico. El narrador saca sus materiales de aquí y de allá, a veces trae a colación dos o tres versiones del mismo hecho, sin decidirse por ninguna de ellas. La realidad en sus manos se convierte en un trampantojo. O más bien, nos enseña que la realidad es algo que nos inventamos y a lo que damos ese nombre y pretendemos que tiene una solidez que en realidad no tiene.

Centrándonos en la historia de amor, en “Sobre Shunkin” nadie le dice a nadie que le ama y Tanizaki no comete la grosería de entrar en la mente de los personajes y decirnos lo que cada uno siente sobre el otro. Simplemente nos muestra sus acciones. Sólo hay un momento en la novela, en una circunstancia trágica, en el que uno de los personajes exclamará algo que indicará hasta qué grado ama a la otra persona. Para mí, eso tiene mucho más peso que cualquier declaración de amor que haya leído en cualquier otra novela. Como Carlos Rubio nos insistiría en sus charlas, debemos comprender el valor del silencio en la literatura japonesa. No hace falta decirlo todo. Hay que dejar que el lector se cree su propia historia. Esto me recuerda a cuando he meditado oyendo una flauta zen y mi maestra me dice que debo prestar también atención a los silencios; también son parte de la melodía.

En el camino de vuelta no pude dejar de pensar en lo vivido y de preguntarme por qué la vida no tendrá más momentos como éstos.

 

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