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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El extraño caso del señor S.K. (4)

Emilio de Miguel Calabia el

(Desde luego Kierkegaard envejeció más rápido y peor que Regine)

En “La repetición” de 1841 un joven se ha enamorado “infelizmente”, según dice el personaje. Recurre a un personaje Constantin Constantius, para que le aconseje. Constantius puede ver el amor del joven con una profundidad que éste no puede. La impresión es que los dos personajes son Kierkegaard. Constantius es el personaje que Kierkegaard querría ser. El apellido de Constantius posiblemente indique que el personaje se mantiene fiel a su vocación literaria, como acabaría haciendo Kierkegaard. El joven es el Kierkegaard que no supo salir del laberinto de sentimientos y conceptos en su relación con Regine.

Constantius entiende que la enamorada había suscitado en él un impulso poético que era más fuerte que el eros que había despertado. El joven se muestra incapaz de explicarle a la chica “el equívoco diciéndole que ella era solo la efigie visible, mientras que su alma y su pensamiento buscaban otra cosa, algo que él había transferido a la imagen de ella”. Constantius le propone que se convierta en “alguien despreciable” y que “en lugar del deseo amoroso, provoca algo así como un empalagoso amor a medias que no es ni indiferencia ni apetito; haz que tu manera de comportarte cause tanto desagrado como el de contemplar a un hombre que babea”. Es decir, Constantius le está proponiendo que se comporte como Kierkegaard se comportó en la ruptura con Regine. Incluso Constantius le propone que contrate a una costurera y que se deje ver con ella lo suficiente como para que se empiece a rumorear que existe una relación entre ambos. O sea, a otro nivel, lo que Kierkegaard había hecho con la historia de Demoiselle Schulze.

En octubre de 1843 Kierkegaard le envió a Emil Boisen el texto de “Temor y temblor” firmado como “Eternamente tuyo, Farinelli.” Farinelli era un castrato muy famoso. Los castrati eran niños a los que se castraba antes de que alcanzasen la pubertad para que no perdieran el timbre de voz infantil al que acompañarían unos pulmones de adulto. Creo que la interpretación de la dedicatoria resulta obvia: Kierkegaard ha renunciado a los placeres sensuales, “se ha castrado”, para poderse dedicar mejor a su arte.

En 1844 Kierkegaard escribió “Diario de un seductor”, donde habla del deseo, de la seducción y de la mujer e incluye más pistas autobiográficas de las que realmente pretendía. En ella el protagonista, Johannes, seduce y manipula a la ingenua Cordelia. Por cierto que el nombre de Cordelia sólo se diferencia por una letra del de Cornelia, nombre de la hermana mayor de Regine por la que parece que Kierkegaard se sintió atraído.

Johannes queda fascinado por Cordelia apenas la conoce. Está convencido de que tiene “imaginación, alma, pasión”, aunque le falta la reflexión. Johannes idea cómo llevará a cabo la seducción: “En primer lugar, su feminidad es neutralizada en virtud de una sensatez y un escarnio prosaicos (…) Está a punto de perder su feminidad, pero en este estado no puede sostenerse por sí sola, se lanza a mis brazos, no como si yo fuera un amante, sino todavía con total neutralidad, y entonces la feminidad despierta, es compelida a mostrarse en su máxima elasticidad, se le permite confrontarse con algún que otro valor real, y lo supera, su feminidad alcanza una altura casi sobrenatural, me pertenece con toda la pasión del mundo.” ¿Ejecutó Kierkegaard con Regine este plan tan retorcido? Yo pienso que parcialmente y sin tanta estrategia. El Kierkegaard de 1840/41 no era tan frío y calculador como el Johannes de la novela.

Un retorcimiento más: Johannes hace que aparezca un tímido pretendiente, Edvard, con la finalidad de que Cordelia coja asco a las formas más convencionales del amor. Por cierto que en determinado momento Johannes escribe en su diario: “¡Pobre Edvard! Lástima que no se llame Fritz”. Kierkegaard hace que Johannes aclare que está pensando en el Fritz de una opereta popular, que ha de dejar que otro se lleve a la mujer que ama. ¡Qué retorcimiento! Está claro que Kierkegaard está pensando en Fritz, el marido de Regine, al que él le levantó una vez la moza y luego éste se la devolvió. No había visto tanto retorcimiento de que leí “La venus de las pieles” de Leopold von Sacher-Masoch, en la que el protagonista incita a su amada a que se busque a otro con el fin de sufrir más y mejor.

El diario continúa lleno de retorcimientos, pero también lleno de intuiciones psicológicas muy finas. La seducción culmina con una noche de amor. Cordelia envía una nota en la que describe con cierta admiración las impresiones contradictorias que Johannes dejó en ella: tan pronto espiritual, tan pronto bravío; a veces la trata como a una extraña y en otras ocasiones se le entregaba por completo. Al final Cordelia se sentía como si estuviera abrazando a una nube. La conclusión de Johannes, por su parte, es también contradictoria: “… No me despediré de ella; nada me disgusta más que el llanto y las súplicas de una mujer (…) La he amado; pero a partir de ahora ya no puede tener mi alma ocupada. Si yo fuera un dios, haría por ella lo que Neptuno hizo por una ninfa, transformarla en hombre.”

Una obra de arte es una mezcolanza de muchas cosas, algunas de las cuales son inventadas. No cabe interpretar todo el “Diario de un seductor” en clave de la vida de Kierkegaard, pero tampoco cabe olvidarse lo relacionado que está con su relación con Regine. El propio Kierkegaard dirá que escribió el “Diario de un seductor” para alejar a Regine. Garff se pregunta si “Diario de un seductor” no respondería a una necesidad psicológica de Kierkegaard: la de demostrarse que él sedujo a Regine y que no fue ella la seductora.

 

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