Emilio de Miguel Calabia el 23 ene, 2018 Para 1953, los franceses estaban hartos de guerra. Se estaban desangrando lentamente en Indochina cuando la amenaza real, la soviética, la tenían a unos cuantos kilómetros de sus fronteras. Francia necesitaba alguna victoria aplastante para entablar las negociaciones con los norvietnamitas en condiciones de fuerza. Inicialmente los franceses habían pensado en ocupar las tierras bajas de Tonkin. Los norvietnamitas adquirieron información sobre este plan y decidieron evitar cualquier combate en esa región, sabedores de que no podrían enfrentarse a la superioridad aérea y artillera francesa en esa zona. Su estrategia consistiría en crear amenazas que forzaran a los franceses a dispersar sus fuerzas. El plan funcionó tan bien que los franceses se creyeron que los norvietnamitas estaban planeando invadir Laos y así se pusieron las bases de la batalla de Dien Bien Phu. Igual que habían hecho en Na San, los franceses establecieron un campo fortificado en Diem Bien Phu, al este de Laos, en la confianza de que los vietnamitas se desangrarían atacándolo. Los franceses no habían contado con que en el interim los vietnamitas se habían dotado de artillería pesada, habían mejorado la logística y habían aprendido de sus errores en Na San. A esto hay que añadir que los franceses habían caído en la trampa de los vietnamitas y tenían a su Ejército disperso. Aparte de Diem Bien Phu, había tropas francesas en el centro-sur de Vietnam, en Laos y en el noroeste de Tonquin. La derrota aplastante de Diem Bien Phu forzó a los franceses a aceptar lo inevitable: había llegado el momento de irse con el rabo entre las piernas. Los Acuerdos de Ginebra, que se firmaron unos meses después, establecieron la división de Vietnam por el paralelo 17. Los Acuerdos obligaron también a que las partes retiraran a sus funcionarios y sus tropas de la zona contraria y dieron 300 días para que quienes quisieran se cambiaran de zona. En total unas 120.000 personas pasaron del sur al norte, mientras que unas 800.000 se desplazaron en sentido contrario. Este trasvase de poblaciones favoreció más al norte: no sólo muchos quintacolumnistas potenciales salieron del país, sino que muchos elementos comunistas y simpatizantes permanecieron en el sur. Estaba previsto que para 1956 se celebraran elecciones en todo Vietnam, que conducirían a una solución duradera. Las elecciones nunca llegarían a celebrarse. El nuevo hombre fuerte del entonces denominado Estado Asociado de Vietnam, Ngo Dinh Diem, nunca se comprometió sinceramente con la celebración de esas elecciones. Estaba convencido de que las ganarían los comunistas. Desde nuestra perspectiva actual, solemos pensar que la victoria norvietnamita en la Guerra de Vietnam era inevitable y que la República de Vietnam del Sur era un caso perdido, que estaba condenado a que se lo merendara el norte. Eso lo pensamos ahora, que sabemos cómo pasó todo, pero en su día las cosas no estuvieron tan claras. La República de Vietnam del Sur no comenzó con malos auspicios. Su líder, Ngo Dinh Diem, gozaba de muchas simpatías por haber conseguido que los franceses se fueran y, además, habia conseguido que los norteamericanos le apoyaran a fondo. Aunque autoritario, su visión modernizadora y nacionalista parecía que era lo que necesitaba el país. Aunque muchos digan que el primer error de EEUU fue apoyar a Diem en aquellos momentos, hay que recordar que en Corea del Sur, por esas mismas fechas, EEUU apoyó a un líder de características muy parecidas, Syngman Rhee, y la jugada le salio bien. Durante sus ocho años de gobierno Diem logró alienarse a casi todo el mundo. Su autoritarismo, su nepotismo, su apoyo a la minoría católica y su represión de otros credos, sus elecciones fraudulentas y sus afanes centralizadores fueron dejándole aislado. Goscha, que se atiene al principio de no buscar ejemplos extranjeros cuando los puedes encontrar en la propia Historia de Vietnam, compara a Diem con el Emperador Minh Mang: dos hombres autoritarios, con un programa modernizador, centralizador y homogeneizador, que casi disfrutaban pisando callos. Para 1963, Diem se había convertido en un problema para los norteamericanos, que no acababan de entender que antes que anticomunista, Diem era un nacionalista. Diem, por su parte, no entendía que los norteamericanos no dejaban de ser sus aliados y que sus acciones (las de Diem) afectaban a sus intereses (los de los norteamericanos). En las alianzas está bien que el socio más débil de vez en cuando se plante, pero resulta peligroso que lo haga siempre por principio. La situación militar estaba complicada, el Ejército de Vietnam del Sur estaba desmoralizado y la opinión pública cada vez más en contra de Diem. En el otoño, EEUU dio luz verde al golpe de estado militar que derrocó a Diem. Goscha no se detiene demasiado en narrar la Historia de la República de Vietnam del Sur a partir de este momento. Fue una sucesión de golpes y contragolpes, dados en un ambiente de corrupción rampante. Una vez salido de los cuarteles, ya no hubo manera de que el Ejército volviera a ellos. Tal vez hubiera sido posible que Vietnam del Sur evolucionase a la larga hacia una democracia civil. Eso fue lo que ocurrió con Corea del Sur. Sin embargo, a Vietnam del Sur le faltaron la paz y el tiempo necesario que le hubieran permitido intentarlo. Habiendo tantos y tan buenos libros sobre la Guerra de Vietnam y dado el planteamiento de la obra, es lógico que Goscha se demore en ella lo justo, pero ese justo se me antoja un poco insuficiente. La Guerra de Vietnam es uno de esos acontecimientos cuyo final nos parece inevitable: Vietnam del Norte tenía que ganar. Pues no, la guerra también hubiera podido terminar en tablas, como terminó la Guerra de Corea, con un Vietnam comunista al norte y un Vietnam capitalista al sur. Lo primero que debemos entender es que los objetivos de Vietnam del Norte y de Vietnam del Sur + EEUU eran distintos. Vietnam del Norte buscaba la reunificación por la fuerza de las armas sí o sí. Vietnam del Sur y EEUU sólo buscaban que esa reunificación no se produjese. Les bastaba con aguantar. Una diferencia clave es que los norvietnamitas entendían mucho mejor a los norteamericanos que viceversa. Los norteamericanos no supieron entender la determinación norvietnamita ni su disposición a aceptar pérdidas que a ellos les hubieran parecido intolerables. Los norvietnamitas, en cambio, sí que entendieron que había un límite a las pérdidas que los norteamericanos estaban dispuestos a aceptar y que tarde o temprano se acabarían retirando de la guerra. Hubo un punto de inflexión en la guerra que fue la Ofensiva Tet. La Ofensiva Tet consistió en una serie de ataques convencionales a las principales ciudades de Vietnam del Sur lanzados en febrero de 1968 con la esperanza de suscitar un levantamiento popular que derrocase al régimen survietnamita. Militarmente fue una dura derrota para los norvietnamitas. Las guerrillas comunistas survietnamitas se desangraron inútilmente y desde ese momento dejaron de contar como factor militar. Sin embargo, desde el punto de vista de la propaganda fue una victoria aplastante para los norvietnamitas. A la opinión pública norteamericana venían diciéndole desde hacía tanto tiempo que la victoria estaba a la vuelta de la esquina, que tan pronto como terminase el próximo bombardeo, Vietnam del Norte pediría la paz, que no se creyó cuando su gobierno le dijo que había ganado la batalla. Lo que quedó grabado en la retina de los espectadores norteamericanos fue la imagen de comandos comunistas entrando en la Embajada de EEUU en Saigón. Aquello no parecía una victoria. Y sin embargo, lo era. Cuando Nixon llegó al poder en enero de 1969 su obsesión era salir de la Guerra de Vietnam. Las prisas y las obsesiones no son buenas compañeras en las negociaciones diplomáticas. Los acuerdos de Paz de Paris del 27 de enero de 1973 fueron más favorables a Vietnam del Norte de lo que hubieran debido ser. Vietnam del Norte logró que se reconociese la integridad territorial de Vietnam, cuya reunificación tendría que producirse paso a paso y gradualmente. Otro logro clave fue que no se exigió a Vietnam del Norte que retirase las tropas que tenía al sur del paralelo 17, ni que cediese el control de las zonas que ocupaba en el sur. Y para rematar, se estableció que el gobierno survietnamita negociaría con los comunistas survietnamitas para decidir el futuro de Vietnam del Sur mediante elecciones democráticas, libres y genuinas, con observación internacional. Lo único positivo que sacó el régimen de Vietnam del Sur, fue la promesa de Nixon de que seguiría proporcionándole ayuda militar y que si era atacado por Vietnam del Norte, la aviación norteamericana intervendría. Lo malo de los regímenes democráticos es que las promesas de sus presidentes duran lo que sus mandatos. A partir de junio de 1973, Nixon empezó a verse salpicado por el escándalo Watergate y la suerte de Vietnam del Sur empezó a importarle bastante menos. Saigón cayó en manos norvietnamitas el 30 de abril de 1975. EEUU no movió un dedo para impedirlo. Bueno, me he enrollado con el tema de la primera y la segunda guerra de Indochina, porque me apasiona. Pero el libro tiene muchas más cosas positivas que no he mencionado: un capítulo muy interesante sobre los cambios culturales de Vietnam en el siglo XX, el esfuerzo por introducir en la narrativa a otras minorías étnicas que también son parte de Vietnam, aunque a veces se nos olvide… En resumen, un libro recomendable. Historia Tags Guerra de VietnamHistoria del siglo XXHistoria del Sudeste asiáticoNgo Dinh DiemRichard NixonVietnam Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 23 ene, 2018