Emilio de Miguel Calabia el 25 sep, 2020 Ahora todos sabemos que la invasión de la URSS fue el peor error de Hitler en la II Guerra Mundial y que supuso el punto de inflexión de la guerra. Pero, ¿realmente la decisión de invadir la URSS fue tan irracional como nos la pintan? ¿Y la Operación Barbarroja? ¿estaba condenada al fracaso desde el principio o hubiera podido triunfar? Para finales del verano de 1940 ya resultaba evidente que el Reino Unido no capitularía. Por otra parte, los alemanes tenían las mismas ganas de ejecutar la Operación León Marino (la invasión anfibia de las islas británicas) que de martillearse los cataplines al ritmo de la “Caballería Rusticana”; temían demasiado a la Royal Navy y dudaban que fueran capaces de mantener la superioridad sobre el Canal de la Mancha el tiempo necesario para que lo cruzaran las lanchas de desembarco cargadas de soldados alemanes. Por esas fechas, además, empezó a vislumbrarse que EEUU podría acabar entrando en la guerra. El 2 de septiembre 1940 EEUU transfirió 50 destructores anticuados a la Royal Navy a cambio de derechos para establecer bases en varias posesiones británicas, un movimiento que no suelen hacer los países realmente neutrales. Para finales de septiembre el dilema geopolítico alemán era cómo sacar al Reino Unido de la guerra y cómo impedir que EEUU entrase en ella. Pero incluso antes de que este dilema se hubiese planteado, ya en julio Hitler había empezado a coquetear con la idea de atacar a la URSS. La justificación de Hitler era que Inglaterra no se rendiría mientras pensase que la URSS de alguna manera vendría a rescatarla. Para Stalin podía ser tentador dejar que Alemania e Inglaterra se desgastasen, para intervenir de pronto y llevarse la parte del león. ¿Se sostenía la justificación de Hitler? Malamente. Lo que de verdad sostenía a Inglaterra era la ayuda norteamericana iniciada en septiembre de 1940 y la expectativa de que tarde o temprano EEUU entrase en la guerra, como había ocurrido en la I Guerra Mundial. Esa expectativa se hizo más real cuando Roosevelt fue reelegido en las elecciones de noviembre de 1940. El escenario en el que de repente Stalin apuñalaba por la espalda y a traición a Alemania era plausible. Está en la naturaleza del alacrán picar. Desde los años 80 del siglo pasado, hay historiadores que afirman que Stalin tenía planes para atacar Alemania en el verano de 1941 y que simplemente Hitler se le adelantó. El debate no está cerrado, pero yo encuentro verosímil que Stalin pensase que el Pacto de No-Agresión con la Alemania nazi era una mera tregua temporal y no una paz permanente. Lo que no me parece tan verosímil es que el Ejército soviético se dispusiese a atacar a Alemania en el verano de 1941. La URSS estaba en pleno proceso de modernización y reestructuración de sus FFAA y dudo de que estuviese en condiciones de iniciar una guerra de agresión a escala continental. En cambio, no descarto que pudiese tener planes ofensivos para 1942-1944, aprovechando que Alemania estaba enzarzada en un conflicto con las potencias anglo-sajonas. Aunque puede que Stalin estuviese planeando atacar Alemania a medio plazo, no parece que Hitler hubiera recibido inteligencia sobre sus planes. Además, Hitler llevaba pensando en atacar la URSS desde el verano de 1940, cuando cualesquiera planes de agresión soviéticos estaban aún en pañales. Cuando Hitler hablaba de la amenaza de Stalin, lo hacía movido por la desconfianza y la paranoia y por la necesidad de convencer a sus generales de que había que atacar la URSS. Las justificaciones racionales sobre la necesidad de invadir la URSS no pasaban de ser cortinas de humo para disimular sus motivaciones reales, que eran ideológicas. Hitler pensaba que para ser grande Alemania necesitaba ampliar su espacio vital y ese espacio vital se encontraba en el Este, que era hacia donde los alemanes habían estado mirando desde la Edad Media. Esto se juntaba con su desprecio a los eslavos, a los que consideraba subhumanos, y al régimen bolchevique, al que le encontraba raíces judías. Y es que Hitler encontraba raíces judías a todo lo que no le gustaba, empezando por las salchichas. Inicialmente el Ejército alemán no recibió bien la idea de invadir la URSS. La mayor parte de la oficialidad prefería mantener la paz con la URSS, mientras atacaban las posiciones británicas en el Mediterráneo. Una frustración de los planificadores alemanes era que no sabían cómo sacar a Inglaterra de la guerra. No había ganas de una invasión anfibia y ya se había visto que la guerra aérea no funcionaba. Así que cuando Hitler se les presentó con la genial idea de invadir la URSS, no tenían un plan alternativo con el que contraargumentarle. Tampoco es que hubiera importado mucho. Hitler ya había tomado la decisión y sólo les quedaba acatarla. La Operación Barbarroja preveía la invasión de la URSS a través de tres ejes (Norte, Centro y Sur), cada uno de los cuales tendría asignado un Grupo de Ejércitos. Sus objetivos últimos eran, respectivamente: Leningrado, Moscú y Kiev. Para cuando el invierno comenzase, Alemania tenía que controlar la mayor parte de la Rusia Europea, un arco que fuese de Arjangel en el Mar Blanco a Astraján en el Caspio. Además, en el proceso debían destruir al Ejército soviético. Esperaban que acaso la operación provocase el derrumbamiento del régimen comunista La operación se esperaba que fuera fulgurante y que dejase fuera de combate a la URSS antes de que comenzase el invierno, algo parecido a la guerra relámpago que acabó con Francia en unas pocas semanas, pero esta vez en un territorio que más que triplicaba la extensión de Francia y sin su red de carreteras. El tema de la campaña fulgurante era importante: Alemania no tenía recursos suficientes como para meterse en una guerra de desgaste. Las premisas sobre las que se planteó la Operación eran tan optimistas como equivocadas y partían de la idea de que la raza eslava era muy inferior a la raza aria. Los generales alemanes sobrevaloraron las capacidades de las fuerzas alemanas y, sobre todo, minusvaloraron al Ejército Rojo. La purga del Mariscal Tujachevsky y de otros generales en 1937 había frenado la modernización del Ejército soviético. Posteriormente, en la guerra ruso-finesa de 1939-1940 el Ejército Rojo sólo consiguió derrotar con mucho esfuerzo a un enemigo que tenía menos de la mitad de soldados, cien veces menos tanques y cinco veces menos aviones y que le causó cinco veces más bajas que las que él tuvo. Es cierto que la guerra ruso-finesa fue un desastre para los soviéticos, pero los alemanes hubieran debido fijarse también en el desempeño de las tropas sovieticas en las llanuras de Manchuria en el verano de 1939. En Nomonhan japoneses y soviéticos se enfrentaron entre mayo y septiembre en una guerra no declarada que les dejó a los japoneses sin ganas de repetir la experiencia de entrar en guerra con la URSS. La guerra la ganaron los soviéticos más por su superioridad numérica que por sus habilidades tácticas, pero aun así mostraron que podían ser un enemigo temible. Otro punto en el que los alemanes se equivocaron fue en el de que el sistema comunista colapsaría, pero aquí se trató de una herida autoinfligida. Es posible que sectores de la población hubieran podido ver a los alemanes como libertadores. Si los hubo, los alemanes se encargaron pronto de desengañarlos. Desde los primeros días de la Operación, en la retaguardia operaron los infames einsatzgruppen de las SS, cuya función era aniquilar cualquier enemigo del Reich que pudiera haber y eso incluía a judíos, gitanos, funcionarios bolcheviques o cualquiera que fuese considerado como un elemento subversivo. Los alemanes, aparte de maltratar a los rusos, no hicieron ningún secreto de que querían convertir Rusia en un espacio de colonización alemana, donde los rusos, en el mejor de los casos, jugarían el papel de siervos. En esas condiciones, hasta el régimen estalinista resultaba preferible. Por otra parte, como se preveía que la campaña sería breve, no se metieron en la ecuación las capacidades productivas de la URSS ni se anticipó la posibilidad de que pudiese desmantelar sus fábricas y trasladarlas al otro lado de los Urales en un tiempo récord En el momento de la invasión, la URSS estaba produciendo un 30% más de tanques, cañones autopropulsados y aviones que Alemania. Hago aquí un inciso para señalar que los nazis fueron increíblemente incompetentes en lo que se refiere a política industrial. La tendencia nazi a crear reinos de taifas fue especialmente nefasta en el terreno económico. Sólo en 1943 y bajo la batuta de Albert Speer racionalizaron y ordenaron la producción industrial, de forma que el pico en la producción de armamentos se alcanzó en junio-julio de 1944 a pesar de los bombardeos aliados y de la pérdida de territorio. Aun así, dado el poderío industrial norteamericano y soviético los nazis no tenían mucho que hacer ni aunque Speer hubiese estado al frente de la industria desde 1939. A todos los errores de cálculo apuntados, hay que añadir otro más serio todavía. Los alemanes planificaron la ofensiva sobre la base de datos equivocados. Los analistas alemanes estimaban que la URSS tenía 150 divisiones en la parte occidental del país, lo que era una cifra correcta. Pero también estimaban que sería capaz de llevar al frente 50 divisiones adicionales, entre las transferidas desde Siberia y las de nueva creación. La sorpresa fue que para mediados de agosto, los soviéticos habían sido capaces de lanzar al frente a 200 nuevas divisiones. En estas condiciones, ¿de qué servía crear grandes maniobras de envolvimiento y destruir ejércitos cuando un poco más allá había tropas frescas esperándote? En julio de 1942 Hitler le comentaría al Mariscal finlandés Carl Gustav Mannerheim: “No comprendíamos simplemente lo fuertemente que este Estado [la URSS] estaba armado. Si alguien me hubiera dicho que una nación podía comenzar con 35.000 tanques, habría respondido “estás loco”. (…) [Sin embargo] hemos destruido- justo ahora- más de 34.000 tanques. Era increíble. No tenía ni idea. Si hubiera tenido idea, entonces me habría sido más difícil, pero habría tomado la decisión de invadir en todo caso…” Las fuerzas alemanas al inicio de la Operación Barbarroja eran 153 divisiones con tres millones de hombres. De éstas 19 eran divisiones pánzer y 15 de infantería motorizada (puede que sorprenda una proporción tan baja de divisiones blindadas y motorizadas, pero los alemanes estaban menos motorizados de lo que se piensa y aún dependían mucho de los caballos y de los pies de los soldados) . A éstas hay que añadirles 30 divisiones más de los aliados finlandeses y rumanos con otros 800.000 soldados. 3.000 tanques, 7.000 piezas de artillería y 2.700 aviones de combate participaban en el dispositivo. Enfrente tenían unas FFAA cuya dotación era de 5.300.000 hombres y que podía movilizar a 14 millones de hombres más. Los soviéticos tenían 23.000 tanques, aunque de éstos sólo 14.700 estaban listos para combatir; en todo caso estos 14.700 eran ya más del triple de los que tenían los alemanes. También disponían de 33.000 piezas de artillería y de unos 19.000 aviones de combate. Las cantidades eran impresionantes, pero la calidad dejaba mucho que desear. La doctrina soviética sobre el uso de las fuerzas acorazadas estaba muy por detrás de la alemana. Además la logística era muy deficiente y a las tripulaciones les faltaba entrenamiento. Lo habitual es que después de un simple combate, las unidades quedasen desorganizadas y sin posibilidad de volver a combatir. La aviación era obsoleta comparada con la alemana. Esos defectos se vieron agravados por la disposición de las fuerzas soviéticas en la frontera y en posiciones defensivas mal preparadas. También una buena parte de su aviación estaba en aeródromos próximos a la frontera, que los alemanes bombardearon a placer en los primeros días de la guerra. Todo ello hizo que en las primeras semanas de la invasión los alemanes pudieran destruir las fuerzas soviéticas a buen ritmo. Como dije, la sorpresa vino cuando más adelante se encontraron nuevas tropas frescas y con ganas de batalla. Muchos atribuyen el fracaso de la Operación Barbarroja a la decisión de Hitler de finales de agosto de frenar el avance del Grupo de Ejércitos del Centro hacia Moscú y desviar parte de sus tropas al Grupo de Ejércitos del Norte para que apoyasen la ofensiva sobre Leningrado y otra parte al sur para que participasen en la conquista de Kiev y de la cuenca del Donets con sus abundantes recursos. El Alto Mando alemán quería proseguir el avance hasta Moscú, que estaba sólo a 360 kilómetros de distancia. En general se afirma que, sin el parón, las fuerzas alemanas habrían conquistado Moscú. Es probable, pero no hay que olvidar que después de dos meses de combates el Grupo de Ejércitos del Centro estaba desgastado y necesitaba una pausa para reaprovisionarse y reorganizarse. La asunción de los generales alemanes y de los críticos de Hitler es que la caída de Moscú hubiera producido el colapso soviético, tanto por su valor simbólico como porque era un importante nudo de comunicaciones y centro de la industria de defensa. Mientras que puedo asumir que Moscú habría caído seguramente en septiembre de 1941, no tengo tan claro que su caída hubiera implicado necesariamente el colapso del régimen soviético. Para septiembre de 1941 lo que motivaba a los rusos era la defensa de la patria y sólo secundariamente la del sistema comunista. El comportamiento de los alemanes en los dos primeros meses de la guerra había hecho casi imposible que ningún patriota anti-comunista quisiera colaborar con los alemanes. Por otra parte, los rusos habían demostrado una increíble capacidad de sacrificio. Si Moscú hubiese caído, habrían seguido resistiendo en los bosques del norte, en Leningrado, en el Volga… Industrialmente la caída de Moscú hubiese hecho pupa, pero aún quedaban las industrias trasladadas a Siberia y las armas que empezaban a enviarles los anglosajones mediante los acuerdos de préstamo y arriendo. La Operación Barbarroja estaba condenada a triunfar en los primeros tres meses, justo antes de que comenzase el invierno. Si en ese período la URSS no era noqueada y sacada del conflicto, la guerra en el Este se convertiría en una guerra de desgaste donde la superioridad soviética en recursos, capacidad industrial y hombres acabaría saliendo ganadora. Conquistar el arco que va de Arjangel a Astraján en tres meses era desmesurado, como también lo era la idea poco más modesta de conquistar en ese período Leningrado, Moscú, Kiev y la cuenca del Donets. La opción más realista de centrarse en Moscú sí que hubiera sido alcanzable, pero dudo que hubiese producido el colapso de la URSS. En resumen, la Operación Barbarroja nunca tuvo ninguna posibilidad de triunfar. Historia Tags Adolf HitlerHistoria militarII Guerra MundialJosif StalinOperación Barbarroja Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 25 sep, 2020