ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Los chismes de los generales alemanes (4)

Emilio de Miguel Calabia el

Su armamento no era inferior en calidad al alemán. De hecho tenían el mejor tanque del período, el T-34 y en 1944 lanzaron el modelo de tanque Stalin que los alemanes consideraron que era el mejor de la II Guerra Mundial. El peor momento para los soviéticos fue 1942, cuando todavía no se habían recuperado en términos de armamento de las derrotas de 1941. Una de las principales debilidades de los rusos era el pobre uso que hacían de su fuerza aérea y el nulo empleo de sus paracaidistas.

Los generales soviéticos de 1941 eran de bajo nivel. Budenny, al que el régimen había exaltado mucho por su desempeño,- algo discutible, todo hay que decirlo-, en la guerra civil y en la guerra ruso-polaca fue descrito por uno de sus oficiales como “un hombre con un bigote muy largo y un cerebro muy pequeño.” El liderazgo militar soviético no mejoraría hasta 1942. Zhukov era muy elogiado por los generales alemanes y a Koniev le consideraban como un gran táctico, aunque no al mismo nivel del primero. Con el tiempo los oficiales soviéticos aprendieron su oficio y se convirtieron en rivales peligrosos, especialmente en la defensiva. En la ofensiva tendían a comportarse como toros que embisten ciegamente, lo que los alemanes atribuyen a la necesidad que tenían de demostrar a sus superiores que eran lo suficientemente agresivos. Los errores se pagaban caro en el Ejército Rojo.

El primer gran error estratégico de los alemanes fue insistir en la ofensiva sobre Moscú en noviembre/diciembre de 1941, cuando lo aconsejable hubiera sido detenerse y atrincherarse. Liddell Hart atribuye esta decisión a Hitler, mientras que Fritz se la atribuye básicamente a Franz Halder, Jefe del Estado Mayor General del OKH (Alto Mando del Ejército). Como quiera que fuese, lo cierto es que la mayor parte de los generales alemanes pensaban que con un último impulso se podría tomar Moscú. El error de insistir en la ofensiva sobre Moscú fue agravado por la decisión de Hitler de atacar en dirección a Rostov al mismo tiempo, lo que distrajo tropas de la ofensiva sobre Moscú.

Fue en las últimas etapas de la Operación Barbarroja, que Hitler comenzó a interferir realmente en las operaciones y que comenzó a desconfiar de sus generales. Ahí empezó un rigodón de generales. El Comandante en Jefe del OKH, Walther von Brauchitsch, – un estratega notable- fue cesado tras el fracaso de la ofensiva sobre Moscú. Franz Halder, un estratega y diseñador de planes sobresaliente, le sucedió y tuvo que soportar las continuas interferencias de Hitler en la campaña del verano de 1942. Cuando la ofensiva empezó a renquear en septiembre de 1942, Hitler le sustituyó por Kurt Zeitzler, que venía del Frente occidental y no estaba familiarizado con el oriental. Sus principales fortalezas eran el manejo de fuerzas mecanizadas y su juventud. Hitler pensaba que los generales más veteranos se le oponían a menudo y esperaba que Zeitzler supiera ejecutar sus instrucciones más osadas. Zeitzler pronto tuvo encontronazos con Hitler a propósito de Stalingrado, donde creía que la posición alemana estaba demasiado expuesta. En esos encontronazos se vio obstaculizado por la cercanía que tenía Alfred Jodl, un sí-bwana, con Hitler. Tras múltiples desencuentros, Zeitzler acabó dimitiendo en julio de 1944 para mantener la cordura. Le sustituyó Heinz Guderian, un genio de la guerra blindada y de la autopromoción. Su desempeño en la situación desesperada en la que se encontraba Alemania fue más que notable.

Habiendo fracasado la ofensiva sobre Moscú y careciendo de tropas para relanzar la ofensiva en todo el frente, Hitler optó por una operación más limitada: marchar sobre el Cáucaso y hacerse con los pozos de petróleo de la zona. Comenté esta operación en abril de 2021 en una serie que llamé “La desmesura”. Efectivamente, Hitler quiso hacer muchas cosas con recursos insuficientes y el resultado fue el que cabía esperar: el fracaso.

Los generales señalan lo que ya es más que sabido: que la conquista de Stalingrado no era uno de los objetivos de la operación; de hecho hubiera podido ser tomada sin demasiada dificultad al inicio de la operación. De entre los generales únicamente Blumentritt dice que la captura de Stalingrado hubiera sido más importante que la captura de los pozos de petróleo, porque hubiera permitido destruir allí a una parte importante de las tropas soviéticas. Tengo serias dudas de que eso hubiese sido posible, e incluso si lo hubiese sido, también las tropas alemanas habrían quedado muy desgastadas.

Liddell Hart inquiere sobre qué podría haber hecho Alemania tras Stalingrado para evitar la derrota. Las respuestas son tácticas: que les hubieran dejado más margen de maniobra y haber adoptado una defensa elástica. Una estrategia más ambiciosa, propuesta por Tippelskirch, era haber emprendido una retirada general y gradual, tal vez hasta el Vístula y haber desgastado al Ejército soviético mediante contraataques medidos. Como quiera que fuera, Alemania estaba condenada tras Stalingrado. No había brillantez estratégica o táctica que la hubiera podido salvar. Resulta interesante apreciar la miopía de los generales alemanes que en sus comentarios suelen olvidarse del factor económico, algo que Hitler nunca perdía de vista. Tras el fracaso en el Cáucaso, Alemania carecía de recursos y de petróleo para una guerra de larga duración.

 

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes