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Los chismes de los generales alemanes (3)

Emilio de Miguel Calabia el

(Gerd von Rundstedt. Sin duda el general alemán que se ganó más el respeto por parte de Liddell Hart)

Los generales apuntan,- y todos los historiadores están de acuerdo-, en que la iniciativa de invadir la URSS fue de Hitler. Varios de ellos señalan que tuvieron dudas sobre la sensatez de la idea. También dicen que es falso que tuvieran un concepto pobre del Ejército Rojo. Al contrario, eran conscientes de sus cualidades y contaban con superarlo gracias a su superioridad tecnológica y la superioridad táctica de sus tropas. Estas dos afirmaciones yo las pondría en cuarentena. Mi impresión es que todos ellos infravaloraron al Ejército soviético y que estaban mal informados sobre su tamaño y recursos.

Los generales atribuyen mucha de la responsabilidad en el fracaso de la Operación Barbarroja a la indecisión del Hitler; se callan la participación que ellos tuvieron en la planificación y ejecución de la Operación. Los generales cuentan que Hitler contaba con destruir el grueso del Ejército soviético antes de llegar al Dnieper y estuvo cerca de conseguirlo. Errores achacables a Hitler, según los generales: 1) Haber iniciado la campaña tarde a causa de la distracción que supusieron las campañas de Grecia y Yugoslavia. Esto es debatible y varios de los generales, así como historiadores posteriores han afirmado que empezar un mes antes no habría mejorado las cosas, porque los caminos aún estaban embarrados; 2) Su indecisión sobre los pasos a dar, una vez que hubieron alcanzado el Dnieper sin haber destruido el Ejército soviético; 3) Su desvío del Grupo de Ejércitos del Centro en su ruta hacia Moscú para que se apoderasen de Ucrania. Si Hitler tenía en mente una campaña larga, apoderarse de los recursos ucranianos tenía todo el sentido. En esta crítica juega una idea muy extendida: pensar que la conquista de Moscú habría comportado el colapso de la URSS. En mi opinión, lo más probable es que la URSS hubiese seguido luchando a pesar de la pérdida de Moscú.

Aparte de las decisiones discutibles de Hitler, elementos que contribuyeron a la derrota fueron, según los generales: que ese año el invierno empezó pronto, la estrategia soviética de la tierra quemada, la continua llegada de refuerzos al frente, no haber conseguido un dominio del aire tan grande como el que tuvieron en la campaña de Francia.

Liddell Hart apunta como razones tácticas del fracaso alemán las siguientes: la profundidad del país; la malísima red de carreteras; la escasez de pánzers. En Francia habían participado 10 divisiones de pánzers y 150 de infantería. En la URSS participaron 153 divisiones de las que 19 eran pánzer y 15 de infantería motorizada; pero el aumento en el número de divisiones pánzer se consiguió a base de dividir a las divisiones ya existentes. Al inicio de la ofensiva, esa proporción entre infantería y tropas móviles no era tan importante. Meses después, cuando las divisiones acorazadas y motorizadas estaban desgastadas por meses de campaña, el Ejército alemán descubrió que ya no tenía suficiente capacidad de pegada cuando más falta le hacía; otra consecuencia de la falta de blindados fue que los camiones que transportaban a las tropas se quedaron encallados en el barro, mientras que los vehículos de orugas podían avanzar; la defensa de las grandes ciudades, donde la movilidad alemana era inútil y que representaban objetivos demasiado obvios como para que fuese posible el engaño estratégico.

Cuando se habla del fracaso de la Operación Barbarroja, se suelen sacar a colación las debilidades del Ejército alemán, pero se habla poco de las fortalezas del Ejército Rojo. Por esto resulta interesante conocer la opinión de los generales alemanes sobre el Ejército Rojo. Kleist resumió lo que muchos pensaban de manera magistral: “Los hombres fueron luchadores de primera categoría desde el comienzo y debimos nuestros éxitos simplemente a un entrenamiento superior. Luchaban con extrema dureza, tenían una capacidad de resistencia sorprendente y podían seguir adelante sin la mayor parte de las cosas que otros ejércitos consideran como necesidades. El Alto Mando fue rápido en aprender de sus primeras derrotas y pronto se hizo muy eficiente.” Esta opinión no solía ser compartida por quienes habían combatido en la parte norte del frente, lo que lleva a Liddell Hart a especular que los ejércitos al sur estaban mejor entrenados. Otra ventaja del Ejército Rojo era que con sus vastas reservas de hombres, podía permitirse el lujo de cometer errores, algo que los alemanes no podían, ya que estaban todo el rato al filo de la navaja en lo que se refiere a hombres y material.

Von Rundstedt se declaró sorprendido por la calidad y el aguante de los tanques soviéticos y porque los soviéticos no tenían tanta artillería como se suponía. La artillería ha sido un arma especialmente cuidada por los rusos a lo largo de su Historia. La estimación es que al inicio de la Operación Barbarroja los soviéticos disponían de 29.675 piezas de artillería, 5.833 piezas antiaéreas y 29.063 morteros. En comparación los alemanes disponían de 23.345 piezas de artillería y 17.081 morteros. Von Rundstedt tiene razón de manifestarse sorprendido. La desproporción en artillería entre rusos y alemanes era menor que en otras áreas en contra de lo que hubiera cabido esperar.

 

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