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El Kaiser Guillermo II (3)

Emilio de Miguel Calabia el

(Guillermo II jugando a los barcos, una cosa que le encantaba)

Algo que ha hecho especial daño a la visión que tenemos de Guillermo II es su papel en el ámbito de la política exterior. Desde el inicio a Guillermo II le atrajo la idea de ser el conductor de la política exterior alemana. Disponía de herramientas como la designación de embajadores y su responsabilidad en el mantenimiento del Ejército y la Armada en tiempos de paz. A esto cabe añadir sus frecuentes viajes al extranjero, que hubieran podido servir como instrumentos útiles de la política exterior, pero que en la práctica servían para alimentar la vanidad de Guillermo II, dándole la ocasión de presentarse al mundo en toda su pompa, y para colmar su gusto por los viajes largos en tren.

En este área, como en otras, Guillermo II era su peor enemigo. No tenía una visión definida de lo que quería conseguir en política exterior. Rara vez se comprometía con una política y podía entusiasmarse sin solución de continuidad ahora con una política, ahora con su contraria. No entendía bien las complejidades de la política exterior y eso le llevó a meter la pata en más de una ocasión. Por ejemplo, en 1891 realizó una visita privada a Francia cuyo fin último era mejorar las relaciones. El resultado fue una catástrofe de relaciones públicas; las heridas de la guerra franco-prusiana estaban demasiado recientes y su visita no sentó nada bien a buena parte de la opinión pública francesa.

En ocasiones, Guillermo II logró jugar algún papel internacional, como cuando viajó en 1889 al imperio otomano y contribuyó a reforzar las relaciones bilaterales. Pero la mayor parte de las veces los otros centros de poder le cortocircuitaban o le mantenían al margen, llegando incluso a ocultarle información. Un ejemplo fue la caducidad del Tratado de Defensa Mutua con Rusia en 1890. Alemania dejó que el Tratado expirase y no buscó renovarlo. Guillermo II habría querido renovarlo, pero una camarilla del Ministerio de AAEE a la que se unió el Embajador alemán en San Petersburgo se opuso y convenció tanto al Canciller como al Káiser. Fue el error diplomático más garrafal del II Reich alemán. Privada del apoyo alemán, Rusia se dirigió a Francia, que la acogió con los brazos abiertos. Desde ese momento se perfilaron los dos bloques europeos Rusia/Francia y Alemania/Austria-Hungría que acabarían chocando en 1914.

Von Bülow fue quien mejor logró manipularle y frenar sus iniciativas y entusiasmos. La manera en que lo hizo fue modulando la información que le llegaba al Káiser sobre política exterior (algo que, según he leído, también hacía ocasionalmente el entorno de Trump con éste), de manera que el Káiser no pudiese sino llegar a las conclusiones a las que el canciller quería conducirle. El resultado fue el Káiser durante el mandato de Von Bülow prácticamente no influyó en la política exterior.

Un terreno donde Guillermo II sí que ejerció una influencia fue en la decisión alemana de modernizar y expandir la flota, lo que acabó causando la preocupación de Gran Bretaña y fue uno de los factores que condujo a que fuese escorándose cada vez más del lado franco-ruso. A Guillermo II desde siempre le habían atraído las cuestiones técnicas de la marina. Con el tiempo se obsesionó con la idea de que si Alemania quería ser un verdadero actor global, tendría que dotarse de una Armada. No obstante sus ideas y su papel, Clark estima que el verdadero factótum del programa naval alemán fue el Jefe de Estado Mayor y más tarde Ministro de Marina Alfred von Tirpitz. Tirpitz pensaba en términos de competencia con Inglaterra en aguas próximas a Alemania y abogaba por la construcción de grandes acorazados, precisamente el tipo de navío que ponía de los nervios al Reino Unido. Esto iba en contra de la política siempre perseguida por Guillermo II de mantener unas relaciones cordiales con el Reino Unido y nuevamente mostraría que en materia de política exterior el Káiser no tenía la última palabra.

Clark realiza una observación interesante. Cuando se analiza el período de la Paz Armada, tiende adoptarse el punto de vista británico, con lo que Guillermo II puede ser visto como una amenaza a la paz y la estabilidad mundiales. Pero habría motivos para ver las acciones del colonialismo británico como una amenaza. Desde este punto de vista, la actitud de Guillermo II ante el conflicto entre el imperio británico y los boers tiene sentido e incluso es más razonable que la actitud belicista de los británicos.

Otro ejemplo: la denominada primera crisis marroquí fue desencadenada por la visita de Guillermo II a Tánger. La interpretación tradicional es que se trató de un ataque de celos del Káiser cuando vio que franceses y británicos se habían concertado: los primeros reconocían la primacía británica en Egipto, mientras que los segundos reconocían que Marruecos caía en la esfera de influencia de Francia. Aunque es cierto que la crisis fue provocada por los alemanes para testar la solidez de la alianza franco-británica, éstos tenían su parte de razón: un acuerdo internacional de 1881 había reconocido a Marruecos como un territorio cuyo status quo sólo se podía cambiar mediante un tratado internacional. Una última observación sobre este asunto: fue el gobierno alemán el que mandó a Guillermo II a Tánger; cualesquiera intenciones aviesas hay que atribuírselas más a von Bülow que al Káiser.

 

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