Emilio de Miguel Calabia el 13 dic, 2024 Hace poco ví “El Ministro de Propaganda” de Joachim Lang. En sus primeras escenas señala que todo lo que se cuenta en la película está rigurosamente documentado y que incluso los discursos y bastantes de los diálogos fueron como se cuentan. He leído mucho sobre la época nazi y doy fe de que es así. Señalaré algunos de los detalles minuciosos que se muestran en la película y que, efectivamente fueron así. En tres ocasiones salen los jerarcas nazis comiendo con Hitler, que es quien les sienta en función de sus méritos. En esas escenas se percibe la rivalidad que les carcome. Efectivamente Hitler era consciente de las rivalidades de sus jerarcas y podría decir que incluso las fomentaba; prefería que se matasen a dentelladas entre ellos a que formasen un frente unido que se le enfrentase. Hitler era muy indisciplinado, algo que atribuía a su supuesto temperamento artístico, y nunca pensó realmente en crear un verdadero equipo. Sus hombres ya tenían un Führer infalible; no necesitaban más. En el primero de los almuerzos que se nos muestran, se nos presenta a los jerarcas uno a uno de una manera que responde muy bien a la verdad histórica. Sólo tengo que hacer dos apreciaciones. La primera es que, en mi opinión, Ribbentrop aparece como más inteligente de lo que era y capaz de comentarios sarcásticos. Al Ribbentrop real le solían dar rabietas inútiles cuando sentía que otro de los jerarcas se había metido en su terreno. La segunda es que me hubiese gustado ver un poco más a Rosenberg, un tipo absolutamente risible, que debería tener un papel central si alguien se decide a hacer una comedia sobre los líderes nazis. En agosto de 2018 comenté aquí sobre sus diarios narcisistas. Un tipo que merece una mención aparte es Himmler, del que Peter Longerich escribió una biografía muy recomendable. Himmler era un tipo mediocre al que, como a todos los mediocres, el poder se le subió a la cabeza. Himmler era muy dado a las teorías históricas disparatadas sobre los arios, lo cual hasta sería gracioso, si no fuera por la de gente que fue asesinada a causa de sus ideas. En un momento dado de la película Himmler alardea de haber ido al Frente Oriental a ver cómo se aplicaba la Solución Final. Pues sí, ese mismo Himmler era el que al mismo tiempo se comportaba como un amantísimo esposo y padre. Por cierto que en sus pajas mentales se imaginaba a los SS que ejecutaban el genocidio en el Frente Oriental como a caballeros que por las noches se reunirían en cenas refinadas y de buen espíritu. La realidad es que una buena parte de las SS eran unos brutos y que muchos de ellos al final de sus jornadas asesinas necesitaban emborracharse. El retrato de Goebbels en la película está muy conseguido. Como la película comienza en 1938, hay detalles de su personalidad que acaso no queden lo suficientemente claros. Antes de conocer a Hitler en 1922, Goebbels era un intelectual en ciernes, un hombre que era consciente de su talento y deseaba abrirse paso en el mundo de la literatura. No era antisemita, o, al menos, no lo era más que sus contemporáneos. Era un cínico y un nihilista, que no creía en la Humanidad. Tal vez por eso encontrarse con un hombre como Hitler, que hablaba de sus ideales de manera hipnótica y con la pasión que le faltaba al propio Goebbels, le fascinase. Como les pasó a otros líderes nazis menos cínicos que él, Hitler se convirtió en su faro, en la esperanza de Alemania, en el hombre capaz de dar sentido a las vidas de millones de ciudadanos. Un aspecto que aparece bien reflejado en la película es que Goebbels era un mujeriego. Pero como hasta los más mujeriegos y pichas bravas se enamoran, en 1936 Goebbels se enamoró hasta las cachas de la actriz checa Lida Baarová y pensó en divorciarse de su mujer, Magda, para casarse con Lida. Como la película muestra, Hitler forzó al matrimonio Goebbels a permanecer unido. La explicación que da la película es que en un contexto en el que varios de los prohombres del régimen llevaban vidas poco edificantes, el matrimonio Goebbels ofrecía una imagen de felicidad honesta que había que preservar. Sin descartar esa teoría, yo tengo otra: Hitler no tenía hijos. Para él la familia Goebbels con sus seis hijitos arios y rubios, cuyos nombres empezaban todos con la letra H, era su familia de sustitución, la familia ideal a la que él había renunciado (Hitler era muy rarito desde muchos puntos de vista y podemos creernos o no, la versión de que estaba casado con Alemania. Yo, personalmente, no me la creo). Cuando Hitler le comenta a Goebbels su intención de iniciar una guerra, Goebbels replica que habrá que cambiar la propaganda, porque él había estado vendiéndole la idea de paz al pueblo alemán durante años. No obstante, su sentido del deber y su prurito profesional le llevan a organizar una campaña propagandística en favor de la guerra. La realidad es que Goebbels no quería la guerra. Pienso que dentro de su cinismo y del realismo descarnado que le guiaban, era consciente de que entrar en guerra supone una jugada muy arriesgada que puede salir mal. Lo cierto es que el pueblo alemán en 1938/1939 no quería la guerra. Recordaban con espanto los horrores de la I Guerra Mundial. Estaban encantados de cómo Hitler había conseguido crear el Gran Reich Alemán sin pegar un tiro y estaban convencidos de que la cuestión polaca se resolvería pacíficamente como se había resuelto la cuestión checa. Más tarde, cuando Francia cayó rápidamente, el pueblo alemán mostró su júbilo. Alemania había ganado y la guerra se había acabado. Un testimonio del lavado de cerebro nazi, de la propaganda de Goebbels y del nacionalismo alemán es que el pueblo alemán soportase tantos sacrificios e hiciese tal esfuerzo bélico y que sólo muy al final, cuando la catástrofe era inminente, se revolviese contra los nazis. Goebbels tampoco estuvo de acuerdo con la invasión de la URSS. En un momento de la película, Hitler visita a la familia Goebbels. Su hijo se pone a leer una redacción sobre la guerra y en un momento dado, lee “Alemania nunca ha ganado una guerra en dos frentes”. Hay un momento de silencio embarazoso. Fue el único momento de la película en el que sonreí. El niño seguramente había escrito lo que había oído a su padre. Porque es cierto, Goebbels no creía que Alemania pudiera ganar esa guerra en dos frentes en la que Hitler les había metido. Un detalle del rigor de la película: menciona la emisión de la Nochebuena de 1942 en la que cantaron villancicos soldados de los distintos frentes de combate. Se quería demostrar la amplitud del imperio que habían conquistado las armas alemanas. Uno de los grupos de soldados cantarines estuvo supuestamente compuesto por soldados asediados en Stalingrado. Cuando la guarnición de Stalingrado oyó el programa se sintió indignada. Los supuestos soldados de Stalingrado eran actores en la radio. La película dedica varias escenas a la preparación del famoso discurso de la guerra total del 18 de febrero de 1943. El discurso es un prodigio de manipulación de las masas. El único parangón que se me ocurre es el famoso discurso de Churchill de 1940 prometiendo “sangre, sudor y lágrimas”. Pues bien eso mismo fue lo que prometió Goebbels a unas masas a las que consiguió galvanizar. Por esas fechas, Goebbels se quejaba de que Hitler no quisiese comparecer ante la opinión pública. Es cierto que a partir de los reveses en el Frente Oriental las intervenciones públicas del Führer escasearon. Mi opinión personal es que Hitler era alguien que se crecía en las victorias y que se hundía en las derrotas. Cuando las cosas comienzan a torcerse, Hitler se va aislando más y más. Entre el 24 de junio de 1941 y el 20 de noviembre de 1944 Hitler pasó un total de 850 días en la Guarida del Lobo, un cuartel situado en una zona insalubre y rellena de mosquitos. En ese tiempo Hitler redujo sus contactos con su entorno. Y volviendo a Hitler, ése el único punto de la película del que discrepo. Fritz Karl interpreta a un Hitler que casi parece un tío sereno y comprensivo. No se ven ninguno de sus famosos estallidos de ira, ni sus larguísimas peroratas. Lo siento, pero me quedo con el Hitler que interpretó Bruno Ganz en la película “El hundimiento”. Me parece más próximo al real. Otros temas Tags Adolf HitlerAlfred RosenbergBruno GanzCineFritz KarlHeinrich HimmlerJoachim LangJoachim RibbentropJoseph GoebbelsLida BaarováPeter Longerich Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 13 dic, 2024