Emilio de Miguel Calabia el 12 may, 2022 Aunque resulte difícil imaginárselo hoy, hubo un tiempo en el que el fascismo era la ola del futuro y la Italia de Mussolini el modelo a imitar. Mussolini tuvo imitadores hasta en sitios insospechados. De hecho, uno de sus imitadores más fervientes y fieles al modelo apareció en un sitio tan improbable como Tailandia. Me estoy refiriendo al Mariscal Plaek Phibulsongkram. En 1927, cinco jóvenes tailandeses que habían estudiado en Europa formaron el Partido Popular. Se sentían frustrados con el sistema político tailandés,- la Monarquía absoluta-, dado que todos los puestos de importancia iban para miembros de la familia real y no había posibilidades de ascenso para alguien que no procediera de la alta nobleza. Estos jóvenes se marcaron como uno de sus objetivos el derrocamiento de la Monarquía absoluta. Uno de los jóvenes se llamaba Plaek Phibulsongkram; un oficial de artillería cuya principal función era reclutar a otros oficiales del Ejército para el partido. En 1932 el Partido Popular dio un golpe de estado que derrocó a la Monarquía absoluta. Como si no se creyeran la que habían liado, dos días después fueron a ver al Rey para disculparse por haberle derrocado. Más allá de que no sabían qué hacer con un Rey que era respetado por sus súbditos, su gran problema era que lo único en lo que los golpistas estaban realmente de acuerdo era en que había que dar un golpe. Como muchos otros antes que ellos, los golpistas descubrieron que, a menudo, es más fácil conquistar el poder que mantenerlo. Querían reinventar el país, sin tener un modelo claro ni una hoja de ruta en la que todos estuvieran de acuerdo, y sin saber muy bien qué hacer con las élites tradicionales y con el Rey, al que habían convertido a golpe de fusil en Monarca constitucional. El nuevo régimen no conseguía consolidarse, entre sus disensiones internas y la inquina de las viejas élites. En octubre de 1933 hubo un golpe de estado realista, que fracasó, y en 1934 y 1935 hubo dos intentonas que fueron abortadas antes de fueran más lejos. Lo que el golpe y las intentonas consiguieron fue que los afanes democratizadores del golpe de 1932 se hicieran menos apremiantes. La prioridad era mantener el poder y para mantenerlo nada mejor que unos cuantos fusiles. Fue en esos años que el oficial de artillería Phibulsongkram inició su ascenso. Entre 1933 y 1938 Phraya Phahonphonphayuhasena, cuyo nombre afortunadamente suele mencionarse en la forma abreviada de Phahon, fue el Primer Ministro. Su mandato fue muy movido y lo más meritorio que hizo fue mantenerse en el poder tanto tiempo, que eso ya fue de por sí una hazaña. El comienzo del fin para Phahon ocurrió en 1937, cuando estalló un escándalo al saberse que propiedades de la Corona se habían vendido a altos cargos a precios de saldo. La Asamblea legislativa estaba dividida entre los miembros designados y los electos, que pasaban más tiempo dándose capones y soltándole una patada en la espinilla de tanto en tanto al gobierno, que legislando. En 1938 un grupo de parlamentarios lanzó una moción de no-confianza al presupuesto que había presentado el gobierno. Aquello fue la gota que colmó el vaso para Phahon, que presentó su dimisión. A esas alturas el candidato natural para sucederle era su Ministro de Defensa, Plaek Phibulsongkram. Phibulsongkram pensaba que Tailandia necesitaba un cambio radical. Era necesario construir una nueva sociedad, crear la nación. Para ello era preciso un liderazgo fuerte y autoritario, el suyo evidentemente. Se veía como el padre del pueblo y al igual que otros que adoptaron títulos rimbombantes como Duce, Führer, Caudillo o Conducator, él se autodenominó el Líder, “Phunam” en tailandés. En sus propias palabras, que le habrían resultado familiares a Mussolini: “Dejé que en la campaña me describieran como el Líder porque deseaba que los demás creyeran que nosotros, el pueblo de la nación entera, podemos poner nuestra confianza en un hombre, es decir, el Líder, que debe ser seguido por las buenas acciones que ha realizado”. En el fondo el Líder basaba su legitimidad en los mismos fundamentos históricos y cosmológicos en los que los reyes de Tailandia habían venido basando la suya. La institución que debía dirigir el proyecto era el Ejército, una institución creada a comienzos del siglo XX por el Rey Chulalongkorn, que encarnaba la modernidad. Es de reseñar que, a diferencia del fascismo italiano o del nazismo, el Partido Popular estaba básicamente compuesto por funcionarios civiles y militares y no tenía una base de apoyo popular. Por cierto que Tailandia no fue el único país que consideró por aquellas fechas que la institución modernizadora por excelencia era el Ejército. Mussolini siempre consideró que la institución monárquica era una rémora. En cierta ocasión afirmó que una ventaja que tenía Hitler sobre él era que no debía tirar de vagones vacíos, en alusión a la Monarquía. Para Phibulsongkram la Monarquía era peor que vagones vacíos: era una amenaza, ya que siempre podía servir de banderín de enganche para las viejas élites que se habían visto desposeídas en 1932. En 1935 el Rey Prajadhipok había partido al exilio, pero eso no tranquilizó a Phibulsongkram, que emprendió una campaña de acoso a sus partidarios. Altos funcionarios realistas fueron cesados, se prohibió la exhibición en público de retratos del Rey, que fueron reemplazados por los de Phibulsongrkram, se confiscaron las propiedades del Rey, los rituales monárquicos fueron transformados en ceremonias estatales, el uso de los títulos reales y del lenguaje regio (existía un lenguaje aparte para referirse a la realeza) se prohibió Al eliminar a la institución monárquica y con una democracia que funcionaba de aquella manera, Phibulsongkram buscó nuevas fuentes de legitimidad y las encontró en el nacionalismo. Aquí había terreno abonado. El Rey Vajiravudh (1910-1925) había promovido un nacionalismo xenófobo, que buscaba, entre otras cosas, reducir la influencia occidental en todos los ámbitos. Aquí encontró un aliado inmejorable en la figura de Luang Wichit un propagandista, que había escrito en 1931 una “Historia Mundial” en la que la fuerza histórica clave era el nacionalismo. A diferencia de los historiadores del pasado, Luang Wichit apartó a la Monarquía del relato y colocó en el centro de la escena al pueblo tailandés con una óptica racial y racista, que Himmler y Goebbels habrían visto con simpatía. Siam se convirtió en Tailandia. Tailandia (Prathet Thai en tailandés) significa el “país de los libres”, que es algo que suena muy bien hasta que uno se da cuenta de las implicaciones: era un nombre menos incluyente que el antiguo nombre de Siam y dejaba fuera de la foto a todas las minorías étnicas, los mon, los khmeres, los laosianos, los chinos… Ser tailandés era igual a abrazar la cultura tailandesa del centro. El dialecto tailandés del centro del país se convirtió en el idioma oficial que todos los ciudadanos debían emplear. Adiós a la vieja tolerancia de los tiempos de Ayuthaya. El fascismo comporta una mezcla curiosa de nacionalismo y modernización. Al tiempo que exalta a la nación como producto de una Historia gloriosa, el fascismo mira hacia el futuro. No olvidemos que el futurismo de Marinetti fue una de las bases ideológicas del fascismo italiano. Esta mezcla resultaría especialmente chocante en el caso tailandés, donde la exaltación de la nación tailandesa iría acompañada de un deseo de modernizarla, que en los años 30 era tanto como decir occidentalizarla. Una cosa que tienen los regímenes autoritarios es que no dejan a la gente tranquila y se te meten hasta el dormitorio. El gobierno de Phibulsongkram se caracterizó por el martilleo constante de la propaganda que llegó al extremo de distribuir por los colegios pequeñas obritas de teatro nacionalistas para que los alumnos las representasen. Se obligó a la gente a vestirse a la occidental y a los hombres a utilizar sombrero, porque hacía más moderno. Se prohibieron viejas costumbres, que parecían retrógradas, como la de mascar betel. Inventó y elevó a la categoría de plato nacional el phad thai, lo que para mí representa la principal aportación hecha por Phibul. Phibulsongkram se metió hasta con el alfabeto y suprimió dos letras que, ciertamente, apenas se utilizaban; he oído que incluso llegó a plantearse sustituir el alfabeto tailandés por el occidental, aunque no lo he podido confirmar. El fascismo, como todo régimen totalitario, necesita enemigos, tanto en el interior como en el exterior. Los primeros proporcionan convenientes chivos expiatorios cuando las cosas no van bien. Los segundos sirven para galvanizar a la población y unirla en torno al Líder. Los enemigos internos que Phibunsongkram encontró fueron los chinos. En el siglo XIX había habido una gran inmigración china, que fue bienvenida porque hacía falta mano de obra. Con Vajiravudh comenzó el rechazo a los chinos; asustaban su rápido crecimiento, su presencia creciente en la economía y las dificultades para asimilarlos. Vajiravudh dijo que eran los judíos de Asia y no parece que la comparación estuviese pensada para halagar a los chinos. Pero Vajiravudh se quedó en el terreno de las declaraciones. Phibulsongkram iría más allá. Sus objetivos eran tanto sacarles de la economía como dificultarles la existencia como comunidad separada. En aras de lo primero reservó muchas profesiones para los tailandeses, les vedó la posibilidad de poseer tierras, cerró varios bancos que vivían de las remesas que los chinos enviaban a China y promovió los productos locales, perjudicando a los comerciantes chinos que importaban productos del extranjero. En aras de lo segundo restringió la circulación de los periódicos chinos y dificultó el funcionamiento de sus escuelas, llegando a cerrar varias de ellas. En lo que se refiere al enemigo externo, lo mejor es uno que controle territorios sobre los que crees que tienes derecho. El irredentismo es un arma poderosísima. Toda la política exterior de Mussolini a partir de 1935 sería una combinación de irredentismo y expansionismo. Phibulsongkram siguió una política similar. En su caso, los malvados a batir eran los franceses, que en una serie de conflictos entre finales del XIX y comienzos del XX habían arrebatado a Tailandia la ribera izquierda del Mekong y las dos provincias occidentales de Camboya. Por cierto que aquí, no hizo falta que Phibulsongkram manipulase a los tailandeses. Todos detestaban unánimemente a los franceses. Otro parecido entre Phibulsongkram y Mussolini es que los dos creyeron que la II Guerra Mundial ofrecía una oportunidad de oro para cumplir sus sueños de grandeza nacional. Mussolini entró en guerra del lado alemán, pensando que así se unía al carro de los vencedores, y los Phibulsongkram hizo lo propio con los japoneses. En diciembre de 1940, aprovechando la debilidad francesa tras su derrota por los alemanes, Tailandia declaró la guerra a la Indochina francesa. La mediación japonesa aseguró que la guerra fuese breve. En mayo de 1941 los contendientes firmaron la paz en Tokio y Tailandia recuperó 90.000 kilómetros cuadrados que pensaba que Francia le había arrebatado (la realidad era mucho más compleja y a los que sientan curiosidad les recomiendo el libro “Siam mapped” de Tongchai Winichakul). En el caso de Mussolini, la derrota alemana significó el fin del fascismo y de su creador. Phibulsongkram y Tailandia tuvieron un destino más singular. Tailandia terminó la guerra del lado de los vencedores y Phibulsongkram volvió a ser Primer Ministro en 1947. ¿Cómo sucedió algo tan insólito? Lo dejo para otro momento. Historia Tags FascismoLuang WichitwathakanPhahonPhibulsongkramTailandiaVajiravudh Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 12 may, 2022