La visita del Juan Sebastián de Elcano a Cuba la semana pasada estuvo marcada por la explosión de gas en el emblemático hotel Saratoga de La Habana, que ha dejado 46 muertos – entre ellos dos españoles – y casi 100 heridos.
Por respeto y como gesto de acompañamiento a las víctimas, se tomó la decisión de suprimir la recepción a bordo del buque, que estaba dispuesta para casi 400 personas. También se limitó el aforo en otros actos como la recepción en la casa del embajador de España, donde se guardó un minuto de silencio por las víctimas del hotel en presencia de varios familiares de los fallecidos españoles. Las actividades continuaron los días siguientes, siempre con el recuerdo y respeto necesarios hacia las víctimas del accidente.
Un grupo de guardiamarinas visitó el primer día – 12 de mayo – el casco histórico de una ciudad desgastada, donde las fachadas de los edificios de época española parecen no haberse restaurado desde su primera construcción a finales del siglo XIX. Tampoco la calzada, llena de desperfectos por falta de mantenimiento. Pero hay otros espacios, como el museo del Castillo de la RealFuerza, donde el cuidado por la historia se siente nada más acceder al patio de armas. En su interior espera al visitante una serie de réplicas de las naos de Colón y una maqueta monumental de la Santísima Trinidad, que alcanzaría las costas caribeñas durante el siglo XVIII. Un recorrido por un pasado que es, sin duda alguna, historia de España.
En ese mismo Castillo se inauguró al día siguiente un busto del Juan Sebastián de Elcano, el marino de Guetaria que consiguió circunnavegar la totalidad de la Tierra por primera ver hace 500 años; en fechas similares a la fundación de la Habana por los españoles. El resto de la ciudad intercala ese paisaje urbano virreinal con las enormes estatuas de algunos revolucionarios cubanos, entre ellos, por supuesto, el Che o Martí, efigies que se levantan frente a plazas con edificios gubernamentales que sostienen el emblema en rojo de Patria o Muerte, que expresa sin tapujos una ideología estatalista y comunista alejada de la mínima idea de libertad, aunque el régimen defienda lo contrario.
Es una paradoja de país, donde se presenta una Habana colorida con grandes casas señoriales en tonos pastel, rojizos y azulados, que el tiempo y la dejadez han convertido en fantasmas de piedra y ladrillo de una época anterior. Pero al mismo tiempo los cubanos nos han recibido con una gran alegría, más de 7.000 han visitado el buque y han demostrado tener un cariño especial a su madre patria. Un gesto de generosidad que destaca la profunda relación histórica que existe entre nuestra península y su isla.
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