Gonzalo Jiménez Tapia el 22 feb, 2022 Soy el primer cliente del dÃa del gaditano Antonio Armario Muñoz, de 57 años. Me siento y empieza todo el ceremonial tÃpico de cualquier peluquerÃa en tierra firme. Aunque aquà no hay revistas, ni cita previa y tampoco pagas el servicio. Trabaja para el ministerio de Defensa, que es quién le ingresa la nómina. Mientras me sigue cortando el pelo, siempre con tijera, me explica que él no es militar. Forma parte de los civiles (personal laboral) que realizan servicios comunes para las fuerzas armadas. Dos maquinillas, peine y tijeras son las únicas herramientas que necesita Antonio para rasurar las cabezas de la tripulación del Juan Sebastián de Elcano. Su espacio de trabajo es un cuarto de tres metros cuadrados situado en la proa, con un espejo, una silla de peluquero anclada al suelo, un pequeño armario donde guarda los recambios y una pila metálica para limpiar el material. Tampoco utiliza cuchillas de afeitar porque son peligrosas, «si se escora un poco el barco o hace un movimiento brusco puedes cortar al cliente», me comenta mientras señala mi cuello y sus tijeras. El vaivén del buque-escuela es también una dificultad añadida a la que se enfrenta Antonio en su oficio, pero «pegando la espalda al mamparo me adapto al movimiento», me dice mientras simula el balanceo con su cuerpo. Consigue hacer cortes firmes y sin tirones a pesar de los bandazos que da el buque. Además, conmigo está haciendo una excepción porque, como peluquero de la Armada, está acostumbrado a pelar al cero a la tropa, al estilo militar. Puede parecer sorprendente, pero «la peluquerÃa es un servicio que se utiliza mucho en la Armada», afirma. Solo llevamos una semana navegando y por su pequeño local ya han pasado 53 personas, también el comandante le hizo una visita el otro dÃa. Antonio tiene un calendario en el que va apuntando todos los nombres para tener un registro personal de su trabajo. Una media de siete personas al dÃa para una jornada laboral que va de ocho de la mañana a seis de la tarde, con su descanso para el bocadillo de mediodÃa y la comida. Con menos pelo que antes me despido de Antonio, que además de peluquero es mi compañero de litera. Ha tardado quince minutos en cortarme el pelo, pero suele tardar la mitad. El resto del dÃa lo utiliza para hacer fotografÃas, su gran pasión, que se han hecho famosas entre la dotación del buque. A pocos años de jubilarse y 34 años de servicio a sus espaldas, es su primera vez embarcado en el Juan Sebastián de Elcano, lo que supone para él «un gran sueño y una satisfacción plena», me dice esbozando una gran sonrisa. Pero ya habÃa navegado antes. Estuvo 5 años en el portaeronaves PrÃncipe de Asturias y ahora está destinado en el Tercio de Armada de San Fernando, al que regresará tras cumplir su misión en el crucero de Instrucción, al que ha venido como voluntario (comisionado, en jerga militar). Efeméride peluquera a de la 1ª Vuelta al Mundo Tres barberos embarcaron en la expedición española de Magallanes y Elcano que tenÃa como objetivo llegar a las islas Molucas. Los tres llegaron lejos, pero solo uno consiguió dar la vuelta al mundo. Marcos de Bayas (Sanlúcar la Mayor, Sevilla) murió en el intento de tornaviaje de la nao Trinidad el 24 de agosto de 1522; Pedro de Olabarrieta (Galdácano, Vizcaya) es probable que regresara a España a bordo de la nao San Antonio; y Hernando de Bustamante, natural de Alcántara (Cáceres) y residente en Mérida (Badajoz), se embarcó en la nao Victoria en 1519 como barbero. Fue uno de los 18 supervivientes de la nao Victoria que consiguió dar la vuelta al Mundo por primera vez. Otros temas Comentarios Gonzalo Jiménez Tapia el 22 feb, 2022
«El comandante es la cabeza visible […], pero sin las otras personas que trabajan mucho, mi labor no servirÃa para nada»