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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Los niños, esos seres humanos tan molestos

Gema Lendoiro el

Imagine que usted sube a un tren para hacer un viaje de unas cuantas horas. Imagine que le toca sentarse delante de un negro. Imagine que usted le hace una foto (en la que no se le ve el rostro pero sí el color de la piel en sus manos) Imagine que sube usted esa foto a twitter y dice:

¿Puede haber panorama peor para un viaje en tren de cuatro horas? ¡Madre mía cómo es la media distancia de Renfe!

Hagamos otra prueba. Imagine que quién está sentado delante de usted es un gay. Suponiendo que a los gays se les pueda identificar por el aspecto, que lo dudo. Pero vamos a imaginar que la persona que hace la foto y lo sube al twitter pone en su texto que esa persona es gay.

¿Puede haber peor panorama peor para un viaje en tren de cuatro horas que viajar cerca de un gay? ¡Madre mía cómo es la media distancia de Renfe!

Vamos con otro ejemplo.

¿Puede haber peor panorama para un viaje en tren de cuatro horas que viajar con una mujer delante? ¡Madre mía cómo es la media distancia de Renfe!

¿Ustedes imaginan las reacciones? Pues racista, homófobo, machista…lo lógico y lo normal. ¿Por qué pongo estos tres ejemplos? Es fácil, porque tanto los negros, como las mujeres como los gays, hemos sufrido y seguimos sufriendo desprecios por nuestra condición de raza, sexo u opción sexual. Es verdad que vamos avanzando mucho y una prueba de ello es que es prácticamente inimaginable que alguien escriba un  tweet con ese texto. Mucho menos alguien con miles de seguidores y conocido por su profesión.

Sin embargo sí alguien con esas características publicó el otro día este tweet. Voy a omitir el nombre de la persona porque estoy segura de que, después de todos los reproches que recibió, está más que arrepentida y no considero justo hacer leña del árbol caído. Además, no escribo este post para atacar a esa persona ni a ninguna si no para que todos reflexionemos qué clase de sociedad tenemos para emitir este tipo de comentarios que nos parecen graciosos. ¿Qué debemos plantearnos si permitimos que el futuro que nos sostendrá cuando nosotros seamos los que necesitemos pañales es constantemente despreciado?

En primer lugar decir que soy una defensora a ultranza de la posibilidad de viajar sin niños si uno así lo pide. Me parece acertadísimo que exista el vagón del silencio del AVE, por ejemplo, en el que no se puede hablar por teléfono, ni hablar si quiera y por cuyo motivo no está permitida la entrada a menores de 16 años. Se incluye a los niños porque se entiende que a los pequeñitos es difícil hacerles entender que deben estar quietos y en silencio. Yo rebajaría la edad porque no me creo que un niño de 10 años no lo entienda. Pero esto ya es política de la empresa.  Los niños, generalmente, necesitan jugar, hablar, reír…y para eso no pueden tener una restricción de volumen de voz. Por lo tanto creo que es lógico que se haya creado ese vagón puesto que muchísimos viajeros aprovechan el trayecto para trabajar. No veo discriminación ya que es un vagón frente al resto.

En cuanto a la decisión de algunas compañías aéreas de incluir vuelos sin niños, vuelvo a decir que defiendo la libertad de elección y las compañías pueden ofertar lo que sus clientes les demanden. Puede usted decir entonces: ¿y entonces eso no es discriminación hacia los niños como si se hiciera con las mujeres, los negros o los gays? No, porque las mujeres, los negros y los gays son un colectivo de personas adultas capacitadas para acatar unas normas como no correr por los pasillos, no llorar gritando si les duelen los oídos y todas esas cosas que nuestros retoños hacen y que no pueden controlar porque son niños.

Ahora bien, si ese avión que coges, ese tren que tomas o ese hotel al que vas, tiene niños en su interior y te molestan profundamente, siempre tienes la oportunidad de esperar a ver qué pasa y si pasa algo pedirle a sus padres que, por favor, hagan algo. Créanme que los padres, en situación de niño gritando, lo pasamos todavía peor porque al sentimiento del pasajero que es molestado se une que nuestro hijo está sufriendo.

El caso de este tweet el viaje ni siquiera había comenzado. No sabemos si esa niña, que no parece tener más de un año, está o no llorando. En el caso de que así fuera, hace falta tener poco corazón para no compadecerse de un bebé llorando. En el caso de que no esté llorando, hace falta ser impaciente para escribir eso. Me pregunto si la persona que hizo la foto en algún momento se preguntó qué sentirá la madre fotografiada si ese tweet cae en sus manos. Yo me sentiría mal, la verdad.

Los niños son molestos para buena parte de la sociedad. Son considerados algo coñazo y que estorban. Es muchísimo más escandaloso que alguien se meta con un perro que con un niño. En algunos sectores, incluso, meterse con los niños es “megagracioso” No me voy a extender más porque cada uno que se haga las preguntas y respuestas que buenamente pueda pero sí lanzo una pregunta al aire:

¿Qué clase de sociedad no defiende lo más sagrado para su futuro como son los niños?

La bloguera Orquídea Dichosa, siempre dispuesta a encabezar causas nobles, ha creado el hastag #stopniñofobia  Ella no cree en las separaciones de zonas para niños y yo sí pero no pasa nada. Todos tenemos derecho a tener una opinión. Lo que no creo es que tengamos derecho a despreciar con ese tono y esos tweets a los niños en general.

 

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Gema Lendoiro el

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