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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Ian McLagan, el piano mágico de Small Faces

Ian McLagan, el piano mágico de Small Faces
Álvaro Alonso el

El 3 de diciembre moría Ian McLagan, el pianista de los Small Faces, Faces y luego de cientos de artistas más, uno de los más importantes músicos británicos de finales de los sesenta. Su muerte a los 69 años fue el más triste acontecimiento de finales del 2014. 

Hoy podemos disfrutar con igual frescura del órgano y el piano de Ian McLagan empapando de humedad esos singles de los Small Faces, prodigiosas piezas a veces furiosas, a veces delicadas, en su fusión de Nothern Soul y Stax con el mersey beat, el espíritu juvenil que agitaba las calles de Londres (especiados en ocasiones con tintes caribeños, como en “Eddie´s Dreaming”, fruto de la amistad de McLagan y Lane con el músico jamaicano Eddie “Tan Tan” Thornton). El modelo a seguir para Mac no podía ser otro que el organista de la Stax, Booker T. Jones, que había propulsado las grabaciones históricas de Otis Redding, Sam & Dave o Wilson Picket, una invasión de soul que arribaba a puerto con fuerza desde el otro lado del charco.

Los singles de los Small Faces fueron tan buenos en la primera cara como en la segunda, sobre todo los cuatro primeros de los seis para Immediate que van de junio de 1967 a marzo de 1969, “Here Comes The Nice”, “Itchycoo Park”, “Tin Soldier”, “Lazy Sunday”, “The Universal” y “Afterglow Of Your Love”. La evolución del grupo es perceptible mes a mes. Paul Weller, líder de los Jam, recuerda aquellos preciados singles como su auténtica educación sentimental y el modelo compositivo que ha marcado toda su carrera. La complicidad y el afán experimentador del ingeniero de sonido Glyn Johns tuvieron gran parte de culpa en este pequeño milagro.

Los Small Faces, impulsados por el Sgt. Pepper´s de los Beatles, se inventaron en 1968 una historia conceptual alrededor de un personaje, Hapiness Stan que exploraba la cara oculta de la luna. Aquel elepé se llamó Ogden´s Nut Gone Flake. Tardaron meses en grabarlo pero sirvió para que los Small Faces se mantuviera durante seis semanas en el nº 1 de las listas UK. Más sorprendente si cabe cuando la narración hacía numerosas referencias al “arte” de fumar marihuana, algo que no era nuevo, ya que en “Itchycoo Park” realizaban una sincera celebración del hecho de colocarse. El acento “cockney” de las calles de Londres era recogido por Marriot siguiendo el modelo de Ray Davies, que había hecho lo propio para los Kinks.

Todo parecía anunciar una apasionante nueva fase para el grupo, sin embargo Marriott lo estropeó todo: para obtener un sonido más impactante, amplía el grupo con la incorporación de Peter Frampton. El resto del grupo, por primera vez, se ponen en contra de Steve. Éste reacciona mal, e ignora los deseos de sus compañeros durante un año, enfriando de golpe la magia que los había catapultado hasta lo más alto. Marriott tiene 22 años y lleva los últimos cuatro, día y noche al frente de los Small Faces. Viaja a Escocia y a la vuelta realiza una minigira de seis meses que culmina con el famoso concierto de año nuevo de 1968 en el Alexandra Palace. Mientras tocan “Lazy Sunday”, Marriott invita a subir al legendario Alexis Corner. En los camerinos se encuentra Peter Frampton. Le ofrece ser el nuevo guitarrista del grupo. Horas más tarde confiesa al resto de la banda que va a montar una nueva banda con Frampton. La historia de amor había terminado. En marzo de 1969, Frampton y Marriott junto a Jerry Shirley se presentaban como Humble Pie.

A raíz del impacto de las primeras grabaciones (para Decca y, sobre todo, Immediate) de los Small Faces de Steve Marriott, Kennie Jones, Ronnie Lane y el propio Ian McLagan, su piano eléctrico y su órgano fueron requeridos durante décadas para grabar discos emblemáticos de la historia del rock & roll. Por poner un ejemplo, cuando los Faces se separan y antes de que Keith Richards se lo lleve a formar parte de los Rolling Stones, el guitarrista Ron Wood graba su disco en solitario, I´ve Got My Own Album To Do de 1974 con George Harrison, Keith Richards y Ian McLagan, disco que se abría con la fantástica “I Can Feel The Fire”, más tarde recuperada en directo junto a los New Barbarians. 

La salida de Marriott para fundar Humble Pie, lejos de ser una pérdida irreparable, supuso una oportunidad: la formación de una superbanda con la incorporación de Ron Wood a las guitarras y Rod Stewart a las voces. El prodigioso bajo de Danny Thompson colaboraría también. El resultado fue una serie de discos de altísimo nivel, en los cuales Ian McLagan pasó a tener un lugar predominante.

La fusión de las incendiarias guitarras de Ron Wood y el pulso de Mac al piano eléctrico y al órgano Hammond guió la brillante carrera de los Faces, permitiendo a Rod Stewart una gran libertad de movimientos sobre el escenario. Lo cuenta el propio Ian en su biografía All The Rage: my life with Small Faces, Faces, Rolling Stones and many more (1998) prologado por John Peel. El rápido ascenso de los Faces culmina con una obra maestra, A Nod Is As Good As Wink… (1971) donde Ian McLagan brilla especialmente en temas como “Stay With Me”. De manera simultánea, desde enero los Faces (Jones, McLagan, Lane & Wood) han entrado a grabar con Rod Stewart en solitario Every Picture Tells A Story. El éxito de “Maggie May”, en principio cara B de single, con “Reason to Believe” de Tim Hardin en la cara A, encumbra la reputación de Mac como organista. Al año siguiente vuelven con otro disco de los grandes, Never A Dull Moment (1972). En la foto interior del disco, enmarcados por una portería de fútbol, aparecen todos los músicos, excepto Ian Maclagan y Kenny Jones, según Rod por “haber decidido quedarse en la cama”.

Este tipo de bromas le supuso un problema a Rod cuando el mandolina de Lindisfarne, artífice del final de “Maggie May”, se ofendió al no aparecer en los créditos como coautor de la canción. Rod, con total falta de tacto, había puesto en los agradecimientos de contraportada: “la mandolina ha sido tocada por el que toca la mandolina en Lindisfarne. Se me ha olvidado el nombre”. Ray Jackson, el interfecto, no debió tomarlo tan a mal cuando repite en el siguiente de Rod. Pero años después pretendió ser reconocido como coautor, al ver la tremenda repercusión del tema, judicializando el asunto.

  Estamos pasada ya la mitad de los años setenta y McLagan es llamado por los Rolling Stones para grabar Some Girls. Finalmente su aportación al disco de 1978 se limita a “Miss You” y “Just My Imagination”. Pero al año siguiente Ron Wood vuelve a contar con Mac para formar parte de los New Barbarians, banda que llegó a dar algunos conciertos en Canadá y que contaba también con Keith Richards y el saxofonista Bobby Keys.

En las décadas siguientes su reputación, su don de gentes y su amabilidad lo hacen ser requerido por una sinfín de artistas, desde Springsteen a Bob Dylan, Carly Simon, Lucinda Williams o Billy Bragg, en un archivo de colaboraciones comparable a la de Ron Carter, el contrabajista de jazz que, al igual que Mac, parece haber estado en todas partes. Tras aquella primera década de éxitos, McLagan se casa con Kim, la viuda de Keith Moon, el genial baterista de los Who, al mes escaso de su muerte en 1978 y se  trasladan a vivir a una casa en Malibú, L.A. que compartía con el desaparecido Keith. Su vecino Steve McQueen, aterrorizado con el jaleo que montaba Keith Moon, respira tranquilo con sus nuevos vecinos. Luego, tras unos años en Pasadena, en 1992 recalan en Austin, Texas, que será su segunda ciudad natal a partir de entonces: “Todos los que tocan buena música, todos los que aman la música, están todos aquí” confesaba Mac en sus memorias All The Rage de 1998.

En 2014 ocurrió algo fascinante en la vida de Mac. Se estaba gestando la unión de miembros de los Cars, Blondie, los Romantics y Chesterfield Kings. La idea era grabar un disco de rock and roll en una sola toma y luego llevar las canciones al directo. El supergrupo, al que se unió con entusiasmo Ian MacLagan, se llamó Empty Hearts (429 records, 2014) un disco más que recomendable que contiene unas canciones expansivas, llenas de energía vital que nada podían hacer sospechar lo cercano que estaba el final.

 

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