Algunos no se lo creían hace cinco años, pero el tiempo siempre da razones y se la concede a Valentino, que habló con propiedad y ha cumplido su palabra. Cuando celebró los 31 años en febrero de 2010 advirtió que pensaba correr al menos hasta los 35 y quizá más, según se encontrara físicamente. Había sido campeón de nuevo en 2008 y 2009, tras el parón de 2006 y 2007, cuando Hayden y Stoner cortaron su racha de cinco coronas consecutivas, festejadas desde 2001 a 2005. Valentino sabía que Lorenzo ya era más rápido que él. El español confirmó el pronóstico y le ganó el Mundial 2010. Pero Rossi tenía claro que continuaría en el Mundial mucho años más.
Ezpeleta, el jefe del cotarro, aplaudía al italiano por su entrega sin fin a un deporte. Rossi le demostró a Carmelo, como a todos, que no estaba ahí solo para ser campeón del mundo. El ejecutivo español lo sabía hace mucho tiempo. El historial del mito del motociclismo presenta nueve títulos universales, siete en la cilindrada grande, uno en 250 y otro en 125. Y cuando no ha sido el ganador absoluto de la temporada ha continuado luchando por serlo. Y por triunfar en los grandes premios. No es el número uno del mundo desde hace seis campañas y sigue en la pelea. Pocos campeones aguantan ese proceso.
Sabe que probablemente nunca conquistará otro cetro. Le gustaría ser por octava vez el número uno de MotoGP, con el fin de igualar la plusmarca de su compatriota Agostini. Posiblemente no podrá ser. Pero continúa su trabajo constante por ser el mejor. El año pasado dio una lección a esos jóvenes que le han destronado. Fue superior a su compañero de equipo, Jorge Lorenzo, el español que le desbancó del reino en 2010. Solo Márquez, su relevo natural, pudo con el viejo zorro de Urbino. Ahora, a los 36, quiere combatir contra Marc, Pedrosa y Jorge por el entorchado. Su ilusión es un ejemplo para la juventud que debería darse en las escuelas. Los niños lo verían con gusto. Son sus ídolos quienes más les enseñan. Y Rossi es un mito para niños, niñas, madres, padres y abuelos.
Con estos 36 años sobre una moto, en el estreno de la temporada en Qatar, el piloto más famoso de todos los tiempos afirma que piensa correr como mínimo hasta los 40, porque mantiene la ilusión de su niñez. Afirma que durante la semana hace supermotard, corre en su finca con los amigos y se entrena con los chavales de la Academy que ha creado para forjar pilotos. Porque ya no es solo un campeón. Es un entrenador y un empresario de equipos. Enseña a los imberbes para que puedan llegar al Mundial. Los alecciona para que debuten en Moto3. Ha formado un equipo en esa categoría. Y junto a esos jóvenes alimenta su ilusión y ese espíritu necesario para competir al máximo nivel junto a Marc, Dani y Jorge, el triunvirato español que le ha dejado sin coronas.
Dice que correr todos los días con los jóvenes le da felicidad. Le encanta montarse en moto todos los días. Es su vida. No entiende la diversión si no es subido a una máquina de dos ruedas. No podría vivir sin el Mundial. Cuando muchos temían, hace seis años, que el éxito de Lorenzo significaría el adíos del derrotado, herido su orgullo, Valentino solo se marchó de Yamaha, que había elegido a Jorge como el número uno. Tras dos años de suplicio en Ducati, el italiano regresó a Yamaha. Hoy pelea por el título. Como hizo en el año 2000, hace quince temporadas. Y Valentino añade que espera correr hasta los cuarenta… y cinco. Ezpeleta sonríe. El piloto más universal de la historia ama este deporte y no solo la victoria. Muchos deberían pensarlo. Lorenzo, el hombre que acabó con su monopolio, ha dicho que Rossi es un ejemplo para todos. Es verdad.
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