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Valentino-Lorenzo, la tensión hace daño sin correr

Tomás González-Martín el

Yamaha presentó su equipo para ganar el Mundial de 2016, después de adjudicarse el campeonato pasado, y la tensión existente entre Valentino y Lorenzo quedó patente desde que se montaron en sus M1. Son dos enemigos en una misma escuadra. Lo son desde que el español llegó a MotoGP en 2008 y le hizo reaccionar con sus cronos apabullantes. Se llevan mal desde que el mallorquín le derrotó en 2010 y conquistó el título con la Yamaha que el italiano había desarrollado. Jorge acabó con el mito. Y eso nunca se lo perdonará el mito.

Lorenzo volvió a conseguir la corona en 2012. Y el año pasado celebró su tercer entorchado en un emocionante duelo con Valentino, que sacó su guadaña antideportiva y tiró a Márquez en una carrera que acabó definitivamente con la mitificación de Valentino. Desde aquel momento, la tensión se palpaba en el seno de Yamaha. No se puede ganar un  Mundial de cualquier forma, arrollando de la pista a los rivales. Rossi fue sancionado levemente. Saldría el último en el Gran Premio de Valencia. El Reglamento dicta que esas acciones antideportivas se castigan con una o dos pruebas sin competir. Pero había que dar espectáculo en Valencia. El número 46  presentó sus argumentos de recurso ante la comisión disciplinaria del Mundial para no partir el último en esa cita. Y Lorenzo defendió sus derechos presentando su opinión. Eso molestó a Yamaha, que no entendió que el título era cosa de sus dos pilotos y si apoyaba a uno perjudicaba al otro. Al final, la comisión disciplinaria del Mundial mantuvo la sanción al italiano: saldría el último en la carrera de Cheste. Lorenzo ganó el Mundial con toda justicia. Y Valentino no le habla.

El antagonismo entre los dos era algo crónico que se curó con el tiempo y que ahora ha renacido. Rossi no pudo encajar que perdió quizá su última oportunidad de festejar su octavo Mundial de MotoGP, que le equipararía con Agostini. Pero su comportamiento antideportivo le cayó como una losa de la justicia. Y el italiano, que ha sacado lo peor de sí mismo, un rencor también crónico, odia a Lorenzo como si fuera el culpable de todos sus males. En vez de meditar que su manera de echar a Márquez de la pista era un hecho abominable, solo se centra en pensar que Lorenzo y Márquez hicieron un panetone en Valencia para que triunfara el mallorquín. Rossi alimenta ese odio porque le incita a correr mejor. Odiar al enemigo le hace más agresivo en el asfalto. Es una estrategia interna. Lo hizo con Biaggi y Gibernau, a los que odió para ser superior. Lo malo es que el odio que ahora siente sobre Lorenzo y Márquez puede hacerle perder de nuevo la deportividad. Puede ser peligroso. De momento, el ambiente que ha fabricado en la afición italiana es preocupante. Márquez y Lorenzo han sido amenazados. Deberán ser protegidos cuando acudan a los grandes premios que se disputen en la península italiana. Y esto no es una estrategia, es una triste realidad.

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