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Blogs Vendiendo Motos por Tomás González-Martín

Ahola, el diós nórdico era de carne y hueso

Tomás González-Martín el

Era un portento físico. De potencia sobre la moto y de belleza para las mujeres. Muchas chicas iban a verle competir en enduro con la única intención de presenciar en vivo que el dios nórdico era real. Mika Ahola parecía un príncipe azul. Su pelo rubio, largo y lacio, se le pegaba al cuello como un pañuelo, ayudado por el barro, y las hembras sucumbían a ese encanto del príncipe del Ártico.

Alto, fuerte como una montaña, que cantaba Tina Turner, el finlandés ha muerto cuando ya se había retirado de la competición. El destino le esperaba, alcanzada la tranquilidad, tras siete años de grandeza competitiva. Ha sido campeón del mundo de la especialidad del motociclismo todo terreno durante cinco años consecutivos, desde 2007 a 2011, y ha fallecido por culpa de un grave accidente sufrido cuando se entrenaba por los montes de Gerona. Algunos decían que no se retiraría, que volvería.Siete veces ganador de los Seis Días Internacionales de Enduro, al frente de la selección finesa, era el mejor piloto que jamás habíamos visto. Su poderío dominaba la moto con una arrogancia inimitable. Sus kilos eran magro puro de músculo encima de la máquina. Tenía la virtud de ofrecer elegancia en un deporte donde el barro, las piedras y el campo no permiten muchas finuras. Lo más difícil es que parecía que se iba paseando a toda velocidad, con ese porte majestuoso, y ganaba. Era como Fernando Redondo dando el taconazo a Raúl en Manchester. Nunca perdía la compostura. Este martes perdió la vida en la clínica Teknon de Barcelona, donde se le intentó salvar la vida después de una caída agónica. Sufrió muchas dolencias internas. Se le extirpó un riñón. Solo tenía 37 años. Se ha marchado en plenitud de vida. Deja el Mundial con las puertas abiertas para que nazca su sucesor en el reino. Muchas ya no acudirán a a las pruebas de enduro. El tótem de hielo ha desaparecido. Fue el mejor. El hombre con el que tantas soñaron. El arquetipo que envidiaron tantos varones, que copiaron su indumentaria y su cabellera larga. La elegancia en el triunfo era inimitable. Ahora provocará admiración en el cielo.

 

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Tomás González-Martín el

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