Hace años se caía por los pianos al intentar ganar las carreras. Hacía muy buenos grandes premios y en las dos últimas vueltas tiraba todo por la borda por un exceso de ansiedad. En otras ocasiones metía mal la moto y perdía el podio. Tito Rabat ha aprendido a fuerza de golpes, físicos y deportivos.
Su constancia le ha permitido pulir sus errores. Mejoró con buenos consejos y un mayor poso en carrera. En 2012 comenzó una progresión que ha llegado hasta el título Mundial de Moto2 conquistado ahora con todo merecimiento.
Tito se dijo hace un año, nada más finalizar el campeonato anterior, que esta debía ser la temporada de su confirmación. Su crecimiento en centímetros le impidió triunfar en la categoría pequeña hace un lustro. Saltó a la cilindrada intermedia. Y ha sido su lugar ideal para formarse. Evolucionó técnicamente. Supo echar el freno cuando hacía falta. Y aprendió que para ganar la corona es más importante sumar puntos que adjudicarse carreras. Hacer podios y sumar veinte puntos que perderlos todos por querer triunfar y obtener veinticinco. Lorenzo ha sido el mejor ejemplo de ea sabiduría.
Rabat se entrena con sus amigos Marc y Alex Márquez. Alex quiere ganar el día 8 de noviembre el tercer Mundial para España. Serían tres de tres. Ahora, Marc y Tito le dan consejos. Hace dos campañas, era Tito quien los recibía. Su salto deportivo y mental ha sido enorme. La clave de su éxito. El título de Tito es el premio a una voluntad férrea por ser alguien en este negocio. Otros habrían tirado la toalla. Rabat convenció a sus padres: “Solo quiero ser campeón del mundo, no trabajar en la joyería”. Le apoyaron. El niño tenía razón. Ni sus accidentes y lesiones, ni las operaciones, le cambiaron su fe. Su garra es su bandera. Su madre está orgulloso de él. Su padre ha sufrido en silencio los riesgos adquiridos en la pista por un hijo que le ha demostrado que no era un niño de papá, sino un hombre de creencias profundas en su valía.
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