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Rossi, la presión de correr ante la familia

Tomás González-Martín el

Valentino, el dios mediático del motociclismo, lo reconoce en una demostración de humanidad que desmonta su aura de piloto de otro planeta. A sus 36 años, en el otoño de su vida profesional, que cantaría Sinatra, el italiano admite que se encuentra nervioso ante el gran Premio de San Marino. Líder del Mundial de MotoGP, con doce puntos sobre Lorenzo, el campeonísimo de la Tavulia siente la presión de tener que confirmar este fin de semana su liderazgo en el circuito de su vida, en Misano, situado a doce kilómetros de su casa, la Tavulia, a unos kilómetros de su pueblo, Urbino, en cuyas calles robó motos con sus amigos para devolverlas a su sitio sin que sus dueños se dieran cuenta.

Sí, Rossi fue un rapaz, un ladronzuelo que tomaba prestadas las motos para hacer lo que más le gustaba. Luego las colocaba de nuevo en su lugar, igualito que cuando las cogía, y nadie se enteraba. Aunque alguna vez le pillaron, sí, le pillaron. Ahora tiene un objetivo: que Lorenzo no le pille los doce puntos de ventaja para adjudicarse su octava corona de MotoGP e igualar la plusmarca universal de su compatriota Agostini. Giacomo no duerme bien desde que su paisano aspira, a los 36, a empatarle en el rángking de títulos. Nunca lo esperaría a esta edad. Valentino es tan capaz técnicamente que rompe los pronósticos de la física y de la química, de la genética y de la fuerza.

Carmelo Ezpeleta, dirigente del Mundial, se frota las manos con la trascendencia mediática del renacimiento del piloto estratosférico. Su resurgir sobre la Yamaha, hasta pelear por el campeonato, ha supuesto un lleno constante en los circuitos y un seguimiento general inusitado. Valentino se ha puesto el listón muy alto. Y hoy acusa el pressing de no decepcionar a sus familiares, a sus amigos, a sus vecinos, a esos compañeros de andanzas con los que tomó prestadas motos para correr por la Tavulia. Se siente obligado a ganar en casa. Al menos, a no perder más que cuatro o cinco puntos con Lorenzo y mantener el liderazgo.

Las gradas estarán llenas de banderas amarillas con el número 46. El público silbará a Jorge. Y el español plantará cara con la dureza que bien conoce Rossi. El mallorquín no se arredra. Todo lo contrario. Es un valiente. Su poderío mental y cualitativo le permite ganar habitualmente a su gran rival a domicilio, en Mugello y en Misano, en el Gran Premio de Italia y en el de San Marino. Cuatro veces ha triunfado Jorge en Misano, tres de ellas en MotoGP. Valentino asume que su mayor enemigo histórico es el favorito ante la carrera del domingo. Es el más fuerte. El reto del ítalo es continuar rompiendo los pronósticos con esa clase sobre la moto que le ha llevado al liderato del Mundial a falta de seis pruebas. Su sabiduría para saber elegir neumáticos le ha dado muchos puntos. En eso es superior a Lorenzo y a Márquez. Las actuales gomas del Mundial no terminan de gustar a Jorge. Su adversario, Rossi, ha sabido superar ese capítulo y adaptarse. A los 36. Es otra lección para los jóvenes.

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