Rossi fue el ídolo de Marc Márquez y de otros muchos pilotos que hoy son profesionales de la moto. Lorenzo acabó con el trono de Valentino hace siete temporadas y Márquez lo ha rematado en una década que presenta tres cetros para Jorge, otros tres para Marc y uno de Stoner. El ilerdense sumó los tres títulos de MotoGP en 2013, 2014 y 2016 y ahora busca el cuarto con demostraciones de alcurnia. El pupilo de Emilio Alzamora se jugó la corona en San Marino sobre una pista de jabón y ganó el gran premio con un adelantamiento final a Petrucci que le dio la victoria y cinco puntos más que le encaramaron al liderato del Mundial, empatado con Dovizioso, que se conformó con ser tercero, sin arriesgar.
Lo fácil para Marc habría sido emular a Andrea Dovizioso y no arriesgar. Pero Márquez es un gran campeón porque siempre se la ha jugado en los momentos clave. Estos cinco puntos, al límite del mal, pueden decidir el campeonato. De momento ya ha dado un golpe moral sobre la mesa del Mundial. Si hay un piloto que puede triunfar al borde del precipicio, con una valentía de ganador nato, es Márquez. En eso se parece a Valentino. Dovizioso nunca podrá demostrar eso, porque no tiene la esencia de los campeones.
A Márquez le destrozó el liderato hace dos semanas una rotura de motor en Silverstone. En San Marino pudo sembrar su clase sobre la lluvia, sin problemas de moto. Les dio a todos sopas con Honda.
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