Ha soportado bromas durante décadas que han sido producto de la envidia que provoca su liderazgo. Carlos Sainz gano el Mundial de Rallys en 1990 y 1992, conquistó el Dakar en 2010 y ahora es líder para conseguir su segundo Dakar en la historia. El madrileño se merece obtener un segundo entorchado del raid más afamado del mundo.
Carlos Sainz debe ganar por sí mismo, por el beneficio que aportará al deporte español del motor y por Nani Roma, que casi se mata en las primeras etapas de esta edición.
Debe vencer por sí mismo para rematar una carrera con un broche de oro. Si triunfa, tendrá que decidir después si vuelve el año que viene a defender su corona o si se retira con la mayor gesta.
Debe vencer por el deporte español, al que tanto ha dado. Sería el líder español por títulos en coches, dos. Roma lleva uno. Y volvería a abrir puertas para oros pilotos españoles en el futuro.
Y debe ganar por Nani Roma, que se rompió hace una semana. Debe ganar por Nani Roma porque los dos, Carlos y Joan, han sufrido la falta de deportividad de sus “compañeros” de equipo. Sainz la sufrió cuando triunfó en 2010 con Volkswagen, cuando Al-Attiyah golpeó su coche para intentar adelantarle en una etapa, envidioso el qatarí de una situación en la que Sainz era el favorito y lo confirmó con la victoria absoluta. Roma la sufrió también en el equipo Mini 2014, cuando Peterhansel, ahora “compañero” de equipo de Sainz en Peugeot, tampoco respetó las órdenes de equipo en las últimas etapas y atacó el liderato de su “compañero” de escudería. Al final, Roma se adjudicó el rally.
Y Sainz debe triunfar porque era el cuarto piloto en concordia de Peugeot, que hizo patria otorgando el liderazgo a Loeb, Peterhansel y Cyril Despres. Sainz es el único piloto no francés de Peugeot y ahora es el único que puede vencer. Carlos tuvo que mover despachos para tener este cuarto coche, apoyado por Peugeot España. Y ahora puede ser el campeón. Se lo merece.
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