Ochenta y ocho pilotos homenajearon a Marco en el circuito de Cheste con una “motorada” a todo gas que nunca se había vivido en el Mundial. Quienes no conocían a Simoncelli han llorado posteriormente al ver los reportajes que sobre el italiano se han emitido en España y en su país.
Imágenes de un chico sencillo, casi un niño, con una simpatía inocentona que contrastaba con su agresividad en carrera. El número 58 fue despedido con un espectáculo de tracas, en una metáfora de su ascensión al cielo. Una hora y media más tarde, Terol escuchó otras tracas para festejar con alegría contenida su título mundial. Eran fuegos muy diferentes. Los valencianos saben dedicar esos estallidos en momentos de tristeza y de alegría. No suenan igual, ni lucen lo mismo. Marco y Nico también eran el sol y la luna en la pista.
En la vida ajena al circuito han sido muy similares. Dos chicos buenos, muy respetuosos con su familia, con un toque de ingenuidad que encandilaba a los aficionados. Finaliza el campeonato con una baja eterna y un campeón con futuro. La desaparición del número 58 puede ser una advertencia del excesivo riesgo que aceptan los pilotos para no caerse ni perder las opciones en un gran premio. Lo ha dicho Agostini: “Son esclavos de esta tecnología”. Una técnica al más alto nivel que les permite rodar a 320 kilómetros por hora.
Cuando Giacomo ganaba, rodaba a 190. Todos son esclavos de una afición. Hoy comienzan a probar sus motos de 2012. Los pilotos de 125 saltan a las Moto3 de 400 c.c. y mecánica de cuatro tiempos. La cilindrada reina da entrada a las Claims Rules Team (CRT), máquinas de calle con chasis de competición. Muchos comienzan de cero.
El motociclismo siempre vive con un paso adelante que a veces se cobra el precio. Tomizawa y Marco han pagado por todos los demás.
deportes