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Márquez ha vuelto, pero Lorenzo siempre estuvo

Tomás González-Martín el

Marc Márquez ha regresado al éxito tras sumar unos ceros en varios grandes premios que demostraron su impaciencia ilimitada cuando no se puede ganar. El ilerdense no sabe ser segundo cuando un rival es superior por montura o por pilotaje. Esa incapacidad para aceptar que no siempre se puede vencer la ha pagado muy cara este año, quizá con el título. Si se hubiera conformado con hacer podios cuando no podía ser el primero, hoy sería claro favorito a su tercera corona consecutiva. Pero esa carencia de sosiego le ha llevado a colocarse a una enorme distancia de puntos de Lorenzo y de Rossi. Ahora ha ganado dos carreras consecutivas y se acerca poco a poco a los dos rivales de Yamaha. Hoy mira a Valentino a 56 puntos de desventaja y a Jorge a 47 de distancia. Su principal problema es que Lorenzo siempre supo tener esa sabiduría para ser segundo cuando hay que aceptar que hay uno mejor que tú. La carrera de Indianápolis fue el último ejemplo de esa veteranía. Solo le descontó cinco puntos.

El mallorquín asumió hace mucho años el lema de Aspar: “Para ganar el Mundial no hay que ser primero en muchas carreras, lo fundamental es subir al podio en casi todas”. Lorenzo es un sabio en esa lucha. Ha conquistado dos coronas de MotoGP con esa dualidad de saber ganar cuando hay que hacerlo y de saber sumar puntos cuando hace falta. Será un hueso duro de roer para Marc en el intento del catalán de sumar su tercer cetro de la máxima categoría.

Márquez es el mejor piloto del orbe desde que Stoner colgó las manetas. Son los dos últimos grandes talentos sobre una moto. El australiano se caía por ir al borde de la química y la física, para triunfar cuando las leyes de la física no podían con él. Obtuvo dos Mundiales. El niño de Cervera es su sucesor como genio universal. La forma de pilotar del pupilo de Alzamora es insuperable, tendido sobre la pista, con el cuerpo colgado por ambos flancos de la Honda, casi caído. Lorenzo es también un grande, pero es más humano, más terrícola. Es segundo o tercero cuando no hay más remedio y lo admite sin tener esa exigencia interior que soportan los talentos como Márquez, que se sienten los mejores y necesitan demostrarlo siempre. Esa ambición de los genios como Marc les hace conseguir ser los número uno, pero también les hace caer derrotados por esa necesidad de serlo.

Lorenzo no vive en ese escalón. Tiene los pies sobre la tierra. Sobre el asfalto. Y eso le hace un enemigo muy difícil. Porque nunca perderá el norte. Marc lo perdió durante dos meses. Ahora, remozada su Honda, MM93 quiere recuperar el tiempo perdido. El duelo es de órdago. A la grande. Dos campeones españoles luchan por erigirse en el mejor piloto nacional de la historia del motociclismo mundial, con permiso de Ángel Nieto, el único culpable de esta locura de éxitos. Jorge y Marc buscan su tercer entorchado de MotoGP. En los tiempos del campeonísimo Nieto, ganador de “doce más uno” títulos mundiales y de 90 grandes premios, eso era imposible. Los 500 centímetros cúbicos de la época eran coto de Agostini, de Spencer, de Kenny Roberts. Hoy, los mejores en la cilindrada absoluta son españoles. Es en Moto3 donde no ganamos. ¡Cómo cambia la vida, Ángel! Eso sí, por tu culpa, tenemos siempre a grandes campeones en el motociclismo mundial. Crivillé te vio triunfar y se hizo grande en MotoGP. Tus éxitos pasaron de padres a hijos. Jorge, Marc y Dani son hijos de tu genialidad, Ángel. Y encima osan superarte.

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