Olvidémonos de ‘Matrix’, que era un producto destinado a preceder a un número. Ya la primera era un globo vacío en medio de una pasarela de moda. ‘V de Vendetta’ es todo lo contrario: no busca, ni tiene, una carga excesiva de espectacularidad o modernidad. Sí tiene la carga explosiva de la actualidad, se vea cuando se vea. Está escrita con gusto y conocimiento. Su osadía narrativa es tremenda y anima a la reflexión inteligente sobre asuntos como la revolución, que normalmente sólo se expresan mediante chorriargumentos y forraje para burros. Y su enorme carga subversiva viene entreverada con una poesía sin ánimo de lucro, pero no gratuita: el personaje es poético (es una idea, un estado de ánimo, un destello que usa el verbo de Shakespeare y paso de Goethe) y sus actos (la mayoría eludidos por la imagen) se ven postergados por la hermosura y profundidad del texto. La relación entre el personaje de Natalie Portman con el revolucionario V tiene el vuelo de los ángeles y algunas de sus conexiones son por completo insospechadas e inéditas, como las que establece entre el amor y: el miedo, el dolor, la libertad, la capcidad de aguante o de renuncia.
‘V de Vendetta’ se juega en el campo de las ideas, aunque haya imágenes poderosas y acción deslumbrante a veces. Pero es una película que esencialmente se escucha a través de una máscara.