Se cumple el primer centenario del nacimiento de Billy Wilder, uno de los directores imprescindibles de la historia y con un cesto lleno de obras maestras. Si le dedicamos ahora este espacio es para subrayar algunas de las cualidades que tiene su cine y que más o menos conocemos todos, pero también para que la discusión nos conceda nuevas ideas y otras visiones sobre él y sus películas. He tenido que escribir sobre él para el suplemento Cultural del periódico, que saldrá el próximo sábado, y me han pedido también un artículo para Cinemanía. Al hacerlo, me he dado cuenta de lo difícil que es aportar algo nuevo, o fresco, a lo ya dicho y leído en mil ocasiones. ¡Qué tipo, Billy Wilder!. El otro día me invitaron a un Cinefórum en Capellades, un pueblo cerca de Barcelona, al Cinefórum Josep Romanyà Montcada, una gente estupenda y que disfruta del buen cine con el paladar de un gourmet. Vimos y hablamos de “Luna Nueva”, y yo defendía que era ésta la gmejor versión de esa historia, mejor aún que la que hizo después Billy Wilder, “Primer plana”. Bueno, no estoy seguro de ello. La de Wilder destila bilis y amargura entre las risotadas.
En todo caso, con ambos, Howard Hawks y Billy Wilder, me pasa algo parecido: que nunca sé de cierto cuál es la película que más me gusta; todas son la película que más me gusta. De Wilder, ahora, o sea, en este mismo instante, creo que “Perdición”…, pero si no me engaño, también “El crepúsculo…”, y “El apartamento”, y “Avanti”, y “El gran carnaval”, y “En bandeja de plata”…, y “Días sin huella” y “Traidor en el infierno”. Y me paro pero…
Me gustaría decir algo mío, mío de Billy Wilder, pero probablemente ya lo han dicho varios antes: No me hubiera gustado tenerlo por vecino. Otros temas