Esta gran pelÃcula, hecha hace cincuenta años por Delmer Davis y estimable ahora por James Mangold, supone un diagnóstico casi perfecto entre lo que fue el cine y lo que es (dicho sea en el mejor de los mundos, tanto entonces como ahora; porque el cine solÃa ser menos redondo que la peli de Davis y desde luego ahora es mucho peor en un porcentaje abrumador que la peli de Mangold).
En casi todo es superior la visión de Delmer Davis a la de James Mangold, salvo, creo, en el personaje que interpreta Christian Bale, mucho más sutil que el que hace Van Heflin, o en esa inyección de espectáculo que tiene la actual y cuyo resultado (opinable) la hace más ‘entretenida’. La composición de Glenn Ford del personaje, increÃblemente retorcido y complejo de Ben Wade es incomparable, a años luz del ‘malo’ Russell Crowe. Aunque lo más distante del acierto original es el tratamiento de la intriga y el tiempo, elementos clave en aquella pelÃcula de ‘goteo’ narrativo. AquÃ, el espectáculo del ‘viaje’ se come la intriga del ‘goteo’. Y como casi todo el mundo acordará conmigo, ninguno de los dos finales es el que requerÃa una pelÃcula tan seca y esquiva en lo ético.
Conclusión: El tren de las 3.10 era un encantador y rÃtmico ejemplar a vapor y ahora es un hermoso y veloz AVE