Lo siento, pero no me queda más remedio que ponerme de parte de mi hijo, y eso supone ponerme en contra de Jordi Costa, de Javier Cortijo, de Carlos Boyero, de Alberto Luchini, de Javier Ocaña y de una tal Helen O’Hara. ‘Los mundos de Coraline’ da un mal rollo tremendo y te presenta las dobleces del mundo tan a lo bestia que te arruina una agradable tarde. Yo entiendo que si estás atiborrado de demonios, esta película tal vez resulte reconfortante, pero si estás ahí, en la línea de salida, te provoca una cantidad de dudas con respecto a lo esencial: tus padres, tu familia, tu mundo…, esa balsa de aceite en la que te mueves (y que, claro, se convertirá en falsa con los años, o sea, con los años) es una cacerola de aceite hirviendo.
Supongo que si vas a ver ‘Los mundos de Coraline’ con tu suegra, la cosa cambiará, pero si la vas a ver con tu hijo pequeño resulta desolador verlo allí, sufriendo, con las mierdigafas que le ponen la verdad (o sea, el efecto óptico de la verdad) al alcance de su manita.
Yo, y Félix, preferimos ‘Bolt’. Y supongo que la vida le hablará del lado oscuro de su familia y de su mundo sin necesidad de que yo me gaste una pastizorón en cines y gafas, y algo más intentando apagar el fuego con fanta y palomitas.
Lo tenebroso es algo que aguarda sin necesidad de apresurarse, con cuatro años, a conocerlo.