La comida. La bebida. Los demás. La literatura. La pintura. La música. El cine. Cómo vestirse. Cómo pasar el rato. Con quién. Cuándo. Cuántas veces… Para todo se tiene una preferencia, una opinión, un gusto. La vida nos modela y nosotros, dentro de nuestras muchas o pocas posibilidades, modelamos algunos aspectos de nuestra vida, los pocos que están al alcance de la mano. Hay muchas cosas que ignoro, pero sí sé que me gusta el pescado en general, y el vino tinto (aunque no sea la mejor solución), y la gente al primer golpe de vista, y Quevedo, y el trazo suelto de Egon Schiele… Me gusta Wong Kar-wai y Kieslowski, y además creo que sé por qué me gustan, aunque ignoro en cambio por qué me gusta el color naranja en las mujeres. Me gusta tener tiempo libre, pero no sé para qué, porque no sé disfrutarlo, me agobia…
Quiero decir, hay cosas que me gustan y cosas que no, y algunas de esas cosas que me gustan o disgustan ni siquiera sé por qué. Supongo que le pasa a todo el mundo, incluso a los franceses que escriben en Liberation o Cahiers.
Me cuesta creer que a alguien le haya gustado de verdad las últimas películas de David Lynch y Tsai Ming Liang, pero así es y no me queda más remedio que aceptarlo. Vale, lo acepto. Así es el mundo (y con asuntos infinitamente más trascendentales), lo que a unos gusta, a otros disgusta…
Y esto, que parece escrito por Perogrullo, se escribe aquí, en un espacio que a nadie se le impone.