Me voy a Venecia, bueno, en realidad, a su Festival de Cine, pues no es lo mismo (Venecia, todo lo más, la huelo). Y me voy con precauciones, pues suele haber demasiadas películas y no excesivamente estimulantes, al menos para mis ojos. Este festival suele ser el que más nos distancia a los críticos, pues su afán por encontrar ‘autores’ lo convierte en un escaparate a veces completamente ciego y las opiniones sobre el ‘producto’ son tan extremadamente entusiastas como de las otras. Yo, ya digo, lo temo porque en general me aburre soberanamente lo que yo considero petulancia y puro ‘pisto’ para sobremesas con ‘chupito’, pero al tiempo me da el morbo de que siempre a la vuelta de este Festival mantengo algunas de las discusiones más barriobajeras del año, y ese tipo de pelea vacua y en el fondo aún más petulante que el cine que he visto, pues me pone en forma.
Fatih Akin, Patrice Chereau, el diseñador Tom Ford metido a cineasta con ‘A single man’, una historia basada en la novela de Christopher Isherwood sobre un profesor homosexual, la osadía de Werner Herzog con ‘Bad lieutenant’, lo de Abel Ferrara… Y las pelis españolas de Balagueró (REC2), la de Daniel Monzón (Celda 221, que está realmente bien, y lo mejor de todo -¡cruces!- es Luis Tosar) y la de Daniel Sánchez Arévalo, ‘Gordos’, que acabo de ver y tiene sus músculos y sus michelines…
En fin, que empieza la Mostra y ya me voy poniendo el casco.