Llevo unos dÃas (alrededor de unos diez mil) dándole vueltas a la idea de que hay algo en nosotros (o sea, todos) que no acaba de funcionar bien. Ese algo raro nos obliga a que si cogemos una cosa inmediatamente hemos de renunciar a otra. Me explico: no se puede ser del Barça y del Real Madrid. O no se puede estar con la Constitución y con el Estatuto de Cataluña. Más visceral, o amas a Chaplin o amas a Keaton... Y ahora muchos de vosotros habéis saltado de la silla como manà en una sartén... Os gustan ambos, los admiráis a los dos, vale. Pero insisto: o amas a Chaplin o amas a Keaton. Yo durante un tiempo creÃa que amaba a Keaton y admiraba a Chaplin. Ahora, creo que he cambiado radicalmente: amo a Chaplin y admiro a Keaton. Y a Chaplin lo amo a pesar de los pesares (con su historia y la de Woody Allen se podrÃa inaugurar una nueva sala en el infierno), a pesar de su pesada personalidad. Miro sus pelÃculas y me rindo... La quimera del oro, El Chico, Luces de la Ciudad, Tiempos Modernos, El gran dictador, Monsieur Verdoux... No quisiera, con esto, menospreciar a Keaton, pues, ya digo, lo admiro, y estas son sus pelÃculas, El maquinista de la General, El héroe del RÃo, Siete ocasiones, El Navegante, El cameraman...Y dicho esto, diré también que he estado a punto de pasarme del Barça al Real Madrid o, lo contrario, de la Constitución al Estatuto. Pero, no, sigo con mis contradicciones.