Pablo M. Díez el 12 ago, 2012 El autoritario régimen de Pekín nos quiere engañar como a chinos en el juicio a la mujer de Bo Xilai, la mujer del popular gerifalte del Partido Comunista depuesto en marzo por corrupción. Pero a mí no me la dan con queso porque eché los dientes, periodísticamente hablando, haciendo información de tribunales y me tocó cubrir bastantes procesos judiciales cuando trabajaba en la edición local de ABC en Córdoba. La Justicia, con mayúscula, debería ser igual de ciegas allí y en Pekín, pero en China no es más que un instrumento al servicio político del régimen. Por eso, sus intentos por guardar las formas para darle apariencia de un juicio justo y transparente resultan doblemente ridículos. El Tribunal Popular Intermedio de Hefei, rodeado por un impresionante cordón de seguridad. Gu Kailai, la mujer del defenestrado secretario general del Partido Comunista en Chongqing, se sentó el jueves en el banquillo por, presuntamente, haber envenenado a su socio británico, Neil Heywood. Para empezar, ni a propósito podía haber escogido el régimen chino un día peor – mejor para sus intereses – para celebrar este juicio por asesinato. La intensa lluvia que no cesó durante todo ese día invitaba a quedarse en casa y garantizaba calarse hasta los huesos a los periodistas extranjeros apostados a las puertas del Tribunal Popular Intermedio de Hefei. Estos policías de paisano con pinta de "mingong" (emigrantes rurales) tapaban con sus paraguas a los fotógrafos y cámaras para que no hiciesen fotos. Este moderno e imponente edificio, situado junto al Gobierno provincial en la nueva zona administrativa de la ciudad, había sido rodeado por un cordón policial y docenas de agentes de paisano con pinta de “mingong” (emigrantes rurales) y armados con paraguas. Su misión consistía en tapar a los fotógrafos y cámaras de televisión para que no captasen la llegada del convoy policial que trasladaba a la acusada. Además, no tardaron en llevarse por la fuerza a varios “peticionarios” que, agraviados por las injusticias del régimen, aprovechaban la presencia de numerosos periodistas extranjeros para airear sus quejas en público. Los policías no tardaron en llevarse a empellones al par de "peticionarios" que aprovecharon el juicio para protestar contra las injusticias del régimen. Mejor le fue a un avispado vendedor ambulante que, haciendo gala del carácter emprendedor que distingue a los chinos, apareció en medio del diluvio vendiendo impermeables por 20 yuanes (2,5 euros). Ya se sabe que los chinos son capaces de hacer negocios en las condiciones más adversas, como la tormenta tropical en que derivaron los últimos coletazos del tifón Haikui a su paso por la provincia oriental de Anhui. Este avispado vendedor ambulante hizo el agosto con los periodistas gracias a sus impermeables. Enfundados en estos ponchos verdes de plástico, los combativos periodistas hongkoneses y taiwaneses se batían con los policías de paisano en un peculiar duelo de paraguas cada vez que aparecía un “peticionario” gritando y los agentes se lo llevaban a rastras. O cuando los reporteros asaltaban, literalmente, a los miembros del público que habían presenciado el juicio, todos ellos pertenecientes al Gobierno o al Partido, como indicaban los coches oficiales que los recogían a la salida. Aunque intentaban escabullirse, alguno quedó atrapado en esta alborotada melé de cámaras y grabadoras y tuvo que responder a sus preguntas. “Gu Kailai se ha mostrado serena durante todo el juicio y parecía estar bien”, aseguró uno de los entrevistados más locuaces pese a que las imágenes de la CCTV mostraron a la mujer de Bo Xilai muy desmejorada físicamente y sin el “glamour” por el que los medios anglosajones la han apodado la “Jackie Kennedy” de ojos rasgados. Gu Kailai, muy desmejorada físicamente, comparece en el tribunal junto a su asistente, Zhang Xiaojun, juzgado como cómplice del crimen. CCTV Bien distinta era la actitud de una joven periodista china que acudió a la rueda de prensa organizada por el tribunal en un hotel cercano, pero ni siquiera se asomó por la cortada calle de la sede judicial. “Mi jefe me ha dicho que venga aquí y luego él me dirá lo que tengo que escribir”, se sinceraba ingenua. Aunque el escándalo de Bo Xilai ha agrietado la unidad del régimen chino, la censura impuesta sobre los medios de comunicación nacionales ha logrado silenciarlo para la mayoría de la sociedad. Casi todos los viandantes que pasaban ante el tribunal se quedaban pasmados por el despliegue policial y la presencia de numerosas cámaras de televisión, preguntándose si estarían allí por la fuerte tormenta. Pero la meteorológica, no la política. Los diplomáticos británicos que acudieron al juicio, rodeados por una nube de periodistas, no hicieron declaraciones. A puerta cerrada, sin testigos incómodos y bajo un fuerte dispositivo policial, el autoritario régimen chino resolvió su particular juicio del año en una mañana y con una declaración pública de dos hojas y media. Un tiempo y un espacio que resumen perfectamente esta evidente farsa judicial y atentan contra nuestra inteligencia. Según tan escueto comunicado, Gu Kailai envenenó a su socio británico porque éste había amenazado a su hijo, Bo Guagua, debido a una “disputa monetaria” que no fue especificada. Los protagonistas del drama: de izquierda a derecha, Bo Xilai, depuesto secretario del Partido Comunista en Chongqing; Neil Hewyood, su socio británico; y la esposa de Bo, Gu Kailai, juzgada por asesinato. Pero distintas informaciones periodísticas han revelado que Neil Heywood estaba ayudando a Gu Kailai y a su marido a evadir cientos de millones de dólares de China para blanquear la fortuna que habían amasado gracias a la corrupción reinante en el Partido Comunista. Al parecer, Heywood quería sacar más tajada y ése fue el móvil del crimen, pero el régimen oculta los motivos para no airear la podredumbre que lo corroe hasta la médula. En cualquier otro juicio, según aprendí en los tribunales, las razones del crimen constituyen una de las partes más importantes de la información periodística para comprender el caso. Y la Justicia, con mayúscula, debería ser igual para todos en Córdoba y en Pekín, pero aquí parece especialmente ciega porque nos quieren engañar como a chinos. Otros temas Tags asesinatobo xilaibritanicochinachongqingcomunistacongresocorrupcioncrimeneeuuenvenenamientogu kailaihu jintaojuicioluchaneil heywoodotoñopartidopatrick devillerspeticionariospoderpoliciapresidenteregimenrelevorepresionwang lijunxi jinping Comentarios Pablo M. Díez el 12 ago, 2012
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