Su gran pasión por la canción le llevó a caerse y resucitar en vida. Chavela era todo ambición y carácter. Amaba España y se sintió muy agradecida siempre por la acogida que este país tuvo hacia su figura. Cantó con gente como Ana Belén o Miguel Bosé, aunque con la persona que más sintonía desató fue con su querido admirado Joaquín Sabina. Fue además muy amiga del poeta y compositor mexicano Agustín Lara, se erigió como musa del escritor Juan Rulfo, y convivió con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo. Su condición sexual nunca fue ocultada, pero tampoco presumió de ella, aunque en el año 2000 desveló en una televisión colombiana que era lesbiana. Era una mujer de complexión pequeña, pero que transmitía mucho con su música y con uno de los apodos más llamativos como es el de “La Llorona”, derivado de la forma de cantar que poseía y del nombre que porta uno de sus grandes éxitos. En el año 2006 se retiró para evitar que el público fuese a verla simplemente por ser una “simpática viejecita que había perdido la voz”. Fue una mujer que cantó por los grandes escenarios del planeta y dio más de un millar de conciertos en lugares como Nueva York, París o México. Descendió a los infiernos del alcoholismo para levantarse gracias a la canción y demostrarle a la vida, que aún quedaba mujer para rato. Con ese pelo plateado tan característico, y sumida en lamentos musicales, llegó a vivir hasta la edad de 93 años.
Un 17 de abril del año 1919 nacía en el seno de una humilde familia costarricense María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano. El tiempo la terminaría situando en el panorama mundial bajo el nombre de “Chavela Vargas”. Su infancia la pasó bajo la tutela de sus tíos ya que sus padres se habían divorciado, y ella padecía la enfermedad del polio. A los 14 años ya cantaba por San Joaquín de Flores, en Costa Rica, una profesión que le llevaría a grabar más de 40 discos en su carrera profesional. Tenía un talento impresionante para cautivar al público sobre el escenario desde el respeto, pero a la vez con mucho ímpetu y tono desolador. Fue entonces cuando en la década de los años 50, enfadada con su tierra natal por no saber valorarla, emigra a México con tan solo diecisiete años y decide nacionalizarse allí. En este país trabaja como criada y después como responsable de una agencia de este tipo de servicios, donde se ocupaba de ir acercando a cada una de sus trabajadoras a sus puestos de trabajo en coche. Le gustaba cenar con tequila, ya que para ella era como una medicina a la que no podía dejar de lado, al igual que su otra gran pasión como era el cante.
Con la interpretación de la “Macorina”, un término del siglo XVI que dota a una canción rebelde que hablaba sobre la primera mujer que fue chófer en La Habana se hizo famosa. Fue conocida como “La dama del poncho rojo”, “La Chamana” o “La Vargas”. Era habitual que bajo su poncho llevase siempre una pistola ya que, según sus palabras, le “hacía bonito”. Puso voz a un poema del poeta asturiano Alfonso Camín que se hizo popular entre la gente que abarrotaba las cantinas. Vivir inmersa en estos establecimientos le llevó a padecer alcoholismo, e incluso tuvo que retirarse durante más de una década de los escenarios. La mala vida con los excesos le llevó a tener problemas con armas, coches y secuestros. Hasta 40.000 litros de alcohol dijo su hermano que llegó a beberse Chavela a lo largo de toda su vida.
En los años 80 se dedicó a cantar en el teatro-bar “El habito” de la ciudad Coyoacán. Fue en ese lugar donde entabló amistad con Manolo Arroyo, un editor de libros que la rescata para llevarla a España. El público de la península ibérica sintió devoción y amor por ella, algo que fue mutuo para la artista que se sumergió en la mejor decisión de su vida. Conoció al director de cine Pedro Almodóvar y éste consiguió que participase en su película “La flor de mi secreto” donde interpretó un papel y cantó la banda sonora del largometraje con el tema “El último trago”. De la mano de Almodóvar recibió el Premio Latino de Honor, y del Consejo de Ministros la Gran Cruz de Isabel La Católica. Su admirado amigo Joaquín Sabina no dudó en cantar con ella y madurar la semilla del llanto y el desconsuelo musical sobre los escenarios con canciones como “Nosotros” donde dos personas que se admiran plasman su amor en la distancia. Además, en el año 1994 el maestro le compuso un tema a “La Paloma Negra”, otro de sus apodos, con tintes biográficos donde la describe como una dama de poncho rojo que tiene el pelo de plata y carne morena, que es una mestiza ardiente de lengua libre y gata valiente con piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Una mujer que anda por el bulevar de los sueños rotos, referencia que ella le hizo a él, el día que se conocieron. Una mujer que siempre se ha sentido querida y agradecida a este país.
Fue una mujer valiente, de fuerte temperamento sobre el escenario, que mostraba una cara diferente de los boleros y las rancheras. Se quiso alejar del ambiente festivo de los mariachis mostrando la cara del corazón y el desconsuelo. Era fuego y pasión en sus actuaciones, se identificaba con el chile verde porque era picante pero sabroso, y siempre estaba dispuesta a coger el último trago de la botella de tequila. Su vida estuvo marcada por los excesos y la admiración de cada lugar por el que pasaba, y así fue hasta que el 5 de agosto de 2012 se marchó, no sin ser antes galardonada en su noventa cumpleaños como “ciudadana distinguida” de su querida Ciudad de México.
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