Da vergüenza ajena ver cómo el Bayern de Múnich, el equipo que ha disfrutado de mas ayuda por los árbitros en la historia de la Copa de Europa, haya creado esta campaña de presión a los árbitros de la semifinal de la Champions para que le apoyen ante el campeón por antonomasia de la competición. El club alemán, con presencia en su accionariado de dos multinacionales importantísimas, Adidas y Audi (Volskwagen) aplica un cuento muy viejo: el que no llora no mama. Y quiere continuar mamando de lo apoyos arbitrales. Rummenigge, Arturo Vidal y todos los hombres de Heynckes han salido a la palestra para decir que solo podrán llegar a la final si el arbitraje no ayuda al Real Madrid. Y es que el Bayern, odiado en casi toda Alemania por su prepotencia, como la Juventus es odiada en Italia por su control arbitral, se ha beneficiado en muchas ocasiones de los colegiados en la Copa de Europa, como es ayudado en la Bundesliga. La presión ambiental y mediática que supone este club en el centro del continente, con accionariado de multinacionales, es infinito.
No hace falta más que recordar que la televisión alemana, en el Bayern-Real Madrid de octavos de final de la Champion 2003-04, transmitió durante días un manotazo de Roberto Carlos, en el suelo, a un jugador del Bayern después de una violenta entrada del jugador germano. Y la UEFA, presionada, rearbitró el partido y le sancionó con dos partidos. Indignante la debilidad de la UEFA. Esa es la fuerza del Bayern en la UEFA.
Pero la UEFA también le ayudó a llegar a la final, y a ganarla, en la edición 1975-76, en grave perjuicio para el Real Madrid. En el partido de ida de semifinales, en el Bernabéu, Linemayer no señaló un penalti de Reglamento cometido sobre Santillana, al que agarraron ostensiblemente para no dejarle rematar durante varios segundos. El colegiado austríaco, vecino de Baviera, no lo pitó. Pudo ser el penalti del 2-1 para el conjunto español. El Real Madrid acudió a Múnich con un 1-1. Y allí sufrió otro mal arbitraje y perdió 2-0.
El Atlético también soportó el arbitraje en contra frente al Bayern en la segunda final que perdió en 1974, tras empatar Schwarzenbeck la primera.
Es histórica la ayuda al Bayern, como lo es en la Bundesliga. Por eso le odian en Alemania todos los seguidores del resto de equipos.
Solo nos falta escuchar que cuando el Bayern de Guardiola fracasó ante el Real Madrid, con el 0-4 en Múnich, también fue por el apoyo arbitral. Ramos cabeceó dos golazos. Cristiano anotó los otros dos. Y a Guardiola le pusieron el lazo (no se sabe si amarillo) en paquete para marcharse.
Ahora, el Real Madrid va a jugar realmente contra doce, el Bayern y el árbitro, preocupado por no tomar ninguna decisión que beneficie al Real Madrid. Kuipers en Múnich, y el colegiado que sea designado para el encuentro de vuelta, parten maniatados. En caso de duda nunca pitarán un penalti u otra decisión importante a favor del Real Madrid. Y en caso de duda señalarán un penalti en el área madridista. Están perseguidos por millones y millones de ojos por culpa de la campaña montada por un penalti, el de Benatia a Lucas, que sí lo fue.
Ese es el objetivo de esta campaña, liderada exteriormente por el propio Guardiola, por Chilavert (un ejemplo de antideportividad) y por Maradona, el mayor ejemplo de antideportividad mundial, pues debió ser expulsado por varios partidos cuando ganó a Inglaterra con un golazo con la mano en México 86. Sin Diego Armando y su mano golfa, Argentina no habría ganado ese Mundial. Nunca le castigaron. Si Alemania, al igual que el Bayern, hubiera sido la perjudicada, le habrían castigado. Esa es la fuerza de Alemania, cuya base eyerna de la selección es el Bayern.
El campeón vigente juega en Múnich contra doce. Y también estará en inferioridad en el partido de vuelta. Si llega a la final, será contra todos.
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