España lleva diecisiete años en Afganistán. Pero lejos del pico de 1.400 militares desplegados en 2013 -necesarios para el repliegue de la provincia de Badghis y después de la base de Herat- el actual contingente español en la operación «Resolute Support» de la OTAN lo componen 60 militares, de los que 47 proceden del Mando de Operaciones Especiales, con base en Alicante. Son los «boinas verdes» de las Fuerzas Armadas. También hay tres intérpretes españoles.
Desplegados en dos campamentos en la provincia de Kabul con condiciones espartanas –Camp Taylor y Camp Morehead-, su misión consiste en asesorar y entrenar a cinco unidades del incipiente Mando de Operaciones Especiales del Ejército Afgano, siendo tres de estas nuevas unidades las de mayor preparación y disponibilidad dentro de las fuerzas afganas.
Operaciones nocturnas, asaltos a edificios, incursiones en zonas enemigas… «todo lo que permita degradar las capacidades de la insurgencia para cometer actos terroristas» son lecciones que los «operaciones especiales» españoles transmiten a los afganos. Todo ello sin que apenas se conozca su identidad o haya imágenes que puedan revelar su participación (si las hay son pixeladas).
La misión de los «boinas verdes» también incluye la ejecución de operaciones, llevando los soldados afganos la iniciativa y el peso de las mismas. Aunque los españoles, según se reconoce, también están «hombro con hombro»: «Esto incluye acompañamiento en la ejecución de las citadas operaciones, de cara a asesorar, evaluar y corregir su desempeño en las acciones, así como proporcionar, en caso de necesidad, aquellas capacidades de las cuales todavía carecen, como puede ser la evacuación del personal herido», puntualiza el comandante Diego Sotelo Rodríguez, jefe de la actual Fuerza de Operaciones Especiales (FOE) desplegada en Afganistán desde mayo y hasta principios de noviembre cuando será relevada por otra.
Los «boinas verdes» españoles suelen actuar en la zona del centro de Afganistán, a una distancia de sus campamentos que pueda ser cubierta por los medios de evacuación médica, que es lo que limita, junto a las capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento y de apoyo de fuegos aéreos, los sitios donde se puede realizar una operación.
Cuarta misión en Afganistán
Esta unidad de «operaciones especiales» española fue la petición que EE.UU. hizo a España para la nueva misión de la OTAN «Resolute Support» que se puso en marcha en 2015 tras dar por finalizada la anterior, ISAF.
«Resolute Support» no es una misión de combate, aunque convive con otra operación exclusiva de EE.UU. que sí lo es («Freedom Sentinel»). Ambas se encuentran bajo un mando único, del general de ejército estadounidense Austin S. Miller y, por tanto, se desarrolla en una zona de combate. Obviamente, también se complementan.
El comandante Diego Sotelo es un veterano de estos parajes. Mazar i Shariff, Badghis, Herat o Kabul le resultan familiares. Ya participó en 2004, 2008 y 2012 en otros despliegues en Afganistán, una guerra que dejó un centenar de militares españoles fallecidos. Se trata del mayor sacrificio de nuestras tropas en una misión exterior.
«Para nosotros es un reto ayudar al pueblo afgano en la consecución de un futuro en paz, en el cual puedan mejorar sus condiciones seguridad, y por tanto de vida. También evitar que el país se convierta nuevamente en un refugio de organizaciones terroristas, desde el cual se organicen y apoyen ataques en territorio nacional y países aliados», explica el comandante Sotelo a ABC en conversación telefónica antes de acudir al Tactical Operations Center (TOC), desde donde coordinan y planifican las operaciones.
El 28 de septiembre Afganistán celebra elecciones presidenciales. Los talibanes, y sobre todo sectores más radicales al margen de cualquier negociación y la franquicia de ISIS en Afganistán, a buen seguro que preparan una oleada de ataques para poner en jaque, una vez más, la estabilidad del país. Este escenario está presente en la planificación de la misión de la OTAN, que cuenta con un total de 17.000 militares de 39 países.
«Las amenazas de ataques con fuego indirecto o de posibles ataques con IED (artefactos explosivos improvisados) son habituales, al igual que en el resto del país, es decir, lo normal en Afganistán en la situación actual», advierte otra fuente militar conocedora de la situación en Afganistán.
Movimientos limitados
«Todo apunta a un alto el fuego a principios de septiembre, o eso parece que es el propósito de la administración norteamericana para facilitar el final de la operación, pero lo cierto es que ni los talibanes son un bloque monolítico, y muchos de sus grupos no parecen estar dispuestos a capitular, ni son la única amenaza en Afganistán, ya que el ISIS-K y otras organizaciones similares van a continuar en su intento de afianzarse en la zona», puntualiza.
Efectivamente, en las últimas semanas han repuntado los ataques contra personal de la administración del gobierno afgano, sus fuerzas de seguridad y personal de la universidad de Kabul. Los movimientos por la ciudad de los occidentales y de las fuerzas de la coalición de la OTAN, y por tanto de los militares españoles, están muy limitados, y si se realizan son en condiciones estrictas de seguridad, es decir, con vehículos blindados, escoltas, rutas programadas… En la guerra de guerras del siglo XXI que es Afganistán, la amenaza nunca cesa.
Operaciones en el ExtranjeroOTAN